Fuente: La Jornada/Ángel Guerra Cabrera 20.02.2020
Decía don Pablo: Uno siente que la humanidad está en grave peligro. Cuando hay una terrible carnicería en Irak con bombas y superbombas que relampaguean a todas horas, en todo el mundo se enjuicia y condena a Cuba por violación a los derechos humanos. Cuando Estados Unidos hace una guerra de conquista para apoderarse del país que poseía la primera reserva de petróleo mundial no privatizada, se condena a Cuba por violación a los derechos humanos. Cuando la mayor parte de las naciones del mundo padecen crecientes problemas de desempleo, insalubridad, hambre y educación, mientras en Cuba toda la población tiene empleo, servicios de salud, alimentación y escuelas, se condena a Cuba por violación a los derechos humanos. Cuando a la anunciada invasión a Irak añaden nuevas amenazas de intervención contra el eje del mal, en el que Estados Unidos incluye a Cuba al tiempo que acentúa el bloqueo de más de cuatro décadas contra la isla, se acusa de violación de derechos humanos a Cuba.
Aquel artículo le dio la vuelta al globo y, junto a una definitoria declaración de apoyo a la isla de Gabriel García Márquez y otras publicaciones aparecidos en este diario en defensa de la autodeterminación y soberanía de Cuba, se extendieron como onda expansiva y enfriaron la campaña de los medios hegemónicos. Ello, unido a la lectura por González Casanova, en la Plaza de la Revolución de La Habana, de un llamamiento por la paz del mundo salido de un grupo de amigos en México desencadenó un debate de gran calado a escala internacional en importantes sectores de la intelectualidad y la academia sobre la peligrosidad del gobierno de Bush y su estrategia de agresión militar precedida de guerra mediática contra los países con grandes recursos petroleros como Irak, Libia y Venezuela o simplemente incómodos como Cuba. Estas acciones y el apoyo que en cuestión de horas y días recibieron de la intelectualidad en muchos países contribuyeron a diluir el peligrosísimo clima bélico contra Cuba que intentó gestar el gobierno de W. Bush.
Titulado Con Saramago hasta aquí y con Cuba hasta siempre, el artículo de González Casanova respondía a un lamentable escrito del Nobel, pero en una posdata escrita, parte en México, parte en Madrid, decía esperar que Saramago no apoyara la campaña contra Cuba. Previó así la rectificación del portugués, cuya amistad con la isla continuó hasta el final, no obstante el exabrupto que provocó la dura respuesta del sociólogo mexicano. Y es que don Pablo ha acompañado siempre las luchas de liberación, en nuestra América y en el mundo, y Cuba ha sido para él algo muy especial. Una relación iniciada, según ha contado, por la influencia que en El Colegio de México tuvo en su apropiación del marxismo el cubano-martiano Julio Le Riverend, notable historiador cubano, militante entonces del viejo partido de los comunistas cubanos y también luego del fundado por Fidel. La estrecha y activa solidaridad con Cuba, en todo caso, ha sido una constante en la vida de don Pablo, quien ha recibido, además del doctorado honoris causa por la Universidad de La Habana, la Orden Nacional José Martí, la más alta condecoración que entrega el gobierno cubano. Como era de esperar, la revolución bolivariana y chavista también ha estado siempre en su radar. En un artículo publicado en La Jornada, el también comandante Pablo Contreras del EZLN expresó: Paradójicamente –como ya ocurrió en la larga historia del proceso revolucionario en Cuba– hoy, frente al sostenido y creciente ataque contra Venezuela, ni el propio pueblo venezolano ni el poderoso imperio que con sus incontables engaños dice hacer todo lo posible por salvar al pueblo venezolano de una nueva y feroz dictadura, ni el imperio ni el pueblo empobrecido y rebelde logran derrocar al criminal e inepto gobierno, por lo que el imperio se ve obligado a añadir otro gran engaño, sosteniendo que la situación política de Venezuela representa sobre todo un gran peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos.
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