Gloria y honor a Pepe Rei: «Rodolfo Walsh» del periodismo vasco

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Gloria y honor a Pepe Rei, el «Rodolfo Walsh» del periodismo vasco
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Advierte un dicho popular que “las malas noticias llegan rápido” y debe ser así, ya que este martes nos desayunamos muy pronto con que había fallecido en Euskal Herrría ese enorme periodista de investigación que es Pepe Rei. Para muchos latinoamericanos, ese nombre debe decir muy poco pero para quienes tuvimos la enorme dicha de trabajar (y militar periodísticamente) junto a él, sabemos que detrás de ese aspecto bonachón y de sus conversaciones cargadas de anécdotas y data como para escribir mil notas, se podía reconocer la integridad y la consecuencia de un ser especial del que aprendimos muchísimo.

Gloria y honor a Pepe Rei, el "Rodolfo Walsh" del periodismo vasco

Pepe Rei era gallego, nacido en Orense, pero se convirtió, como tantos otros y otras, en vasco por elección, aunque jamás sin renunciar a sus orígenes.  Se podría contar dentro de una sintética biografía que escribió para “El Pueblo Gallego”, el «Diario Madrid», «La Voz de Euskadi» o la revista «Interviú», pero el gran cambio dentro de una profesión que lo apasionaba llegó cuando ingresó en 1988 al histórico y excelente periódico de la izquierda independentista vasca llamado “Egin”.

Allí realmente pudo desplegar lo mejor de su sapiencia y conformó un equipo de investigación que llegó a ser muy ponderado por amigos y temido por sus enemigos. De estos últimos tuvo muchos, esencialmente aquellos que tenían que ver con el Estado opresor español y sus poderes fácticos, sobre todo el judicial. Pero no solo allí apuntó Pepe sus dardos punzantes sino que también entró a fondo a desentrañar y visibilizar los grandes negociados y la corruptela de la burguesía local representada por el Partido Nacionalista Vasco (PNV).

Las investigaciones del equipo que él coordinaba se fueron convirtiendo con el correr del tiempo en piezas fundamentales para darse cuenta con qué poderes se debían enfrentar a diario quienes anhelan una Euskal Herria independiente y socialista. Pepe supo penetrar con sus notas en las cloacas de las mal llamadas fuerzas de seguridad, marcando a fuego a los torturadores del cuartel de Intxaurrondo (algo así como la ESMA argentina) por donde pasaron y sufrieron todo tipo de golpes, choques eléctricos y hasta abusos sexuales, cientos de militantes vascos y vascos. Allí, en ese cuartel “maldito» de la Guardia Civil franquista se pergeñaron también crímenes de Estado por orden de quien oficiaba de mandamás, el general Galindo, uno de los uniformados más corruptos y asesinos al servicio del Reino, al que Pepe Rei desenmascaró a pleno en dos libros de la editorial Txalaparta, “La Red Galindo” e “Intxaurrondo, la trama verde”.

En 1988, el juez Baltasar Garzón, otro de los grandes enemigos de la causa vasca y por lo mismo, de Pepe Rei , comandó un grupo de policías fuertemente armados que entraron en aluvión a la planta de “Egin”, rompieron todo lo que pudieron, se apoderaron de archivos (entre ellos los del equipo de investigación) y clausuraron el periódico y la radio del mismo nombre. Como solía hacer Garzón, para quien todo lo que se movía en el entorno de la izquierda abertzale “era igual a ETA”, produjo el cierre de ambos medios sin ningún tipo de pruebas, y tanto fue así que 21 años después, en 2009 ,  los tribunales resolvieron que la actividad de «Egin» era lícita, contrariamente a la anterior resolución; pero, debido al tiempo transcurrido, no fue posible reabrir ni el periódico ni la radio. Así funciona la “democracia” y la “justicia» por esos lares, así también actuó siempre ese juez que finge de “progresista” para vender sus servicios al mejor postor.

Pepe Rei jamás se dio por vencido. Con razón, lo rebautizamos (y hoy repetimos) como “El Rodolfo Walsh vasco” en un semblante sobre su trayectoria, una de las tantas veces que Garzón lo metió preso. Luego del cierre del diario, siguió colaborando en su sucesor “Gara” y finalmente decidió emprender la hermosa aventura de fundar una publicación que sin dudas fue una de las más completas a nivel periodístico y potentemente rebeldes de los últimos años. Se llamaba “Ardi Beltza” (Oveja negra) y allí el maestro Pepe rearmó su original equipo investigativo y nos convocó a acompañarlo a un grupo de comunicadores que con el tiempo nos convertimos en camaradas entrañables. Juntos y bajo su particular dinámica (entre gruñidos y toques de hombre sabio) nos dimos a la tarea de desarrollar un producto periodístico radikal que impactó no solo en Euskal Herria y Catalunya, sino también en todo el Estado español.

Pero claro, el enemigo local (la estructura político-empresarial del PNV) y aquellos que comían de la mano de Madrid, representados por Garzón, no cejaron un instante en poner palos en la rueda -acoso represivo mediante- hasta que clausuraron la revista y volvieron a enviar a prisión a Pepe Rei.

Sin embargo, los vascos somos tesoneros y cabezotas y al poco tiempo se puso en pie una nueva publicación con otro nombre que se las trae; “Kale Gorría” (Calle roja). Mismo equipo, mismo conductor e iguales y crueles enemigos. Garzón acechando a Pepe nuevamente con meterlo en un calabozo, varios compañeros perseguidos, y el clima general de Euskal Herria como un muestrario de todo tipo de recorte de libertades.

En esas circunstancias, llegó ese fatídico día de agosto de 2002, cuando Pepe, al que se lo notaba nervioso y con muchas razones para estar angustiado, se subió al coche que siempre estacionaba frente a la redacción de la localidad de Eibar y ya de noche recorrió el camino hacia San Sebastián. En una curva, el vehículo imprevistamente sufrió un vuelco, y a consecuencia de este accidente, su cuerpo quedó tan magullado que se vio obligado a retirarse de la profesión que tanto amaba. Años después, con varios de los compañeros y compañeras de aquellas memorables publicaciones volvimos a verlo y homenajearlo, parecía reconocernos, incluso insinuó la idea de hacer “una nueva revista”. Pero no, ya no podía ser.  Y, confieso, que maldije al cielo por no poder contar con él y su impronta periodística, en las difíciles circunstancias por las que pasa este mundo.

Lo dicho, con Pepe, gallego orgulloso de serlo, y vasco hasta la médula (puso paciencia y amor para aprender dicha lengua), se nos va uno de los imprescindibles. Crítico con las injusticias de todo calibre, fervoroso internacionalista, admirador del Che y del vasco Argala, de la causa palestina y de todxs lxs que luchan en el Tercer Mundo, gran seguidor de las épicas batallas del pueblo argentino (nunca olvidaremos la recepción que en la redacción de “Kale Gorria” le brindaron a las Madres de Plaza de Mayo), valiente a la hora de enfrentar a quienes lo persiguieron brutalmente (Garzón: «no olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos” ), un comunicador de esos que hoy, lamentablemente, no abundan. Lo despedimos con la convicción de que ahora va a tener por fin el descanso que se merece, y también sabiendo que lo que nos dejó como experiencia, como ocurriera con nuestro Walsh, la seguiremos honrando día a día, peleando por un periodismo revolucionario, que jamás se arrodille ante los poderes. Como Pepe Rei hizo toda su vida.

Hasta la victoria siempre, querido compañero.

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