Filipinas: Un feminismo socialista para nuestra época

Fuente: https://www.sinpermiso.info/textos/filipinas-un-feminismo-socialista-para-nuestra-epoca                                               Reihana Mohideen                                                                      20/03/2021

En Filipinas existe un movimiento de mujeres activo, fuerte y militante. En gran medida, el movimiento de mujeres de Filipinas es también un movimiento anticapitalista y ha tenido un impacto político significativo en la izquierda, en el movimiento sindical y en la política en general.

Existe un entendimiento de que todos los temas son temas de mujeres y que no existen divisiones artificiales entre los temas de mujeres y los temas asumidos por el movimiento obrero y los movimientos de pobres urbanos, campesinos, estudiantes y de otros sectores. En todos los problemas a los que se enfrenta la mayoría pobre en Filipinas, las mujeres son las más afectadas, ya sea la pobreza, la crisis económica, la pérdida de empleos, la precarización, la atención médica, la salud reproductiva, la educación, los precios del petróleo, la corrupción, la gobernanza, la deuda ilegítima, guerra, militarismo, cambio climático y otros problemas ambientales. El impacto de la pandemia de COVID-19 es una clara ilustración de esto.

Sin embargo, el movimiento tiende a ser subsumido en «campañas», y las cuestiones relacionadas con el cambio sistémico y las alternativas anticapitalistas no se abordan seriamente en la actualidad. Precisamente porque todas las cuestiones son cuestiones de mujeres y porque nos encontramos en esta coyuntura crítica de degeneración capitalista, las cuestiones de cómo y para quién se organizan las sociedades y quién controla el sistema político y quién dirige la economía, son literalmente cuestiones de vida o muerte para las mujeres.

En Filipinas se entrecruzan crisis múltiples. El régimen de Rodrigo Duterte es un régimen capitalista extremadamente autoritario, con una política autoritaria cada vez más profunda. Uno de los sellos distintivos de la actual ola de autoritarismo en todo el mundo es su política y cultura profundamente anti-mujeres y misógina.

El presidente Duterte ha hecho repetidas declaraciones que refuerzan la cultura de la violación y ha promovido conscientemente una cultura de impunidad en relación con el acoso sexual y la violencia contra las mujeres. El régimen autoritario se ha centrado primero en las mujeres. Los primeros dirigentes de la oposición liberales destituidos del poder han sido mujeres: la ex presidenta del Tribunal Supremo, Sereno, y la senadora Leila De Lima, que continúa languideciendo en la cárcel. Se ha atacado a mujeres periodistas críticas con el gobierno de Duterte, como Maria Ressa de Rappler. Las mujeres bangsamoro, bajo la ley marcial en la isla de Mindanao, han sufrido particularmente, al igual que las de las comunidades indígenas. Recientemente, ha sido aprobada una ley antiterrorista, dirigida contra la izquierda, que define toda crítica al régimen como un acto potencialmente terrorista. Ha ido acompañada de una campaña de «etiquetado rojo» dirigida a la izquierda. Algunas de sus primeras víctimas han sido mujeres. Un ejemplo reciente es el de una joven médica lumad (indígena), Jevilyn Cullamat, que fue asesinada por los militares el 28 de noviembre, y su cuerpo exhibido como un trofeo de guerra.

Las mujeres se vieron afectadas de forma inmediata y desproporcionada por la pandemia de COVID-19. Ha aumentado la carga del trabajo doméstico y de cuidados no remunerados. Las trabajadoras están sobrerrepresentadas en el sector informal, donde las medidas de cierre han destruido sus medios de vida. Las mujeres han sido arrestadas de forma rutinaria solo por ser vendedoras que intentan desesperadamente ganarse la vida en condiciones de confinamiento. Casi el 50% de la población activa de Filipinas se ha visto afectada por la pandemia. Están aumentando los altos niveles de desempleo. Las mujeres se ven afectadas de manera desproporcionada y hay evidencia de que más mujeres dependen del trabajo sexual para llegar a fin de mes.

Las mujeres que trabajan en el sector formal se encuentran predominantemente en las industrias de servicios. Más del 70% del personal sanitario son mujeres, con altas tasas de infección e incluso de muerte por COVID-19. Un gran número de trabajadores filipinos en el extranjero (OFW) también están trabajando en el sector hospitalario. En Gran Bretaña y Estados Unidos, los trabajadores sanitarios filipinos representan el grupo étnico con mayor número de muertes por infección de coronavirus en el trabajo. Los OFW comprenden el 11% de la población y muchos se han quedado varados en el extranjero sin ingresos debido a la pandemia.

Ha habido un aumento de la violencia de género durante la pandemia, tanto de la violencia doméstica como de la violencia del estado. En los puestos de control militares y policiales que imponen el cierre, las mujeres han sido acosadas sexualmente y violadas de forma rutinaria a cambio de favores. Los activistas han reunido muchas pruebas para demostrarlo.

Las múltiples crisis que se entrecruzan en Filipinas son las mismas que se enfrentan, en diferentes grados, en todo el mundo. Incluyen: una crisis de salud pública, debido al desmantelamiento rutinario de los sistemas de salud durante décadas de recortes neoliberales y privatizaciones; la crisis económica, con la destrucción de la ya precaria vida económica de los trabajadores y los pobres; y la crisis ambiental.

La pandemia de COVID-19 debe considerarse parte de la crisis ambiental creada por el capitalismo que amenaza a la humanidad con la extinción. En este sentido, las pandemias no son diferentes a los tifones, los incendios, las sequías y otros fenómenos meteorológicos extremos, cuya mayor frecuencia y gravedad ha sido el síntoma principal del inminente apocalipsis del Antropoceno. Todos ellos son resultado de la brecha en el metabolismo entre los humanos y el resto de la biosfera bajo el capitalismo, como lo explica la teoría de Karl Marx sobre la brecha metabólica. El cambio climático por sí mismo aumenta la propagación de las pandemias, lo que refleja el colapso más generalizado de los ecosistemas del mundo y su capacidad para sustentar la vida, como resultado del modo de producción capitalista. Los impactos de la crisis climática están diferenciados por género, y las mujeres con menos salarios y pobres son especialmente vulnerables a los desastres y se las suele marginar en las tareas de recuperación y rehabilitación.

La alternativa socialista

¿Ha cumplido el sistema? Para una minoría de mujeres, sí. Para la mayoría de las mujeres, no. Tenemos igualdad formal (legislación contra la discriminación legal, etc.) pero no una igualdad social y económica real. La brecha de clases entre las mujeres aumentó y está aumentando.

Para trazar un rumbo más allá de las múltiples crisis actuales, el movimiento de mujeres necesita colocar al socialismo y la alternativa socialista en el centro de su estrategia y praxis, vinculándolo a sus campañas. Si no proporcionamos este marco político alternativo, especialmente en esta coyuntura crítica, el movimiento quedará subsumido en varias campañas y eso podría desmovilizarlo.

Aunque muchos de los escritos de Karl Marx y Friedrich Engels se centraron en la producción, tratando de comprender cómo funcionaba el capitalismo, como parte de la lucha por una alternativa, mirando la agencia y cómo elevar la conciencia de clase, sus escritos también abordaron los sistemas de sexo y género y sus relaciones. Su análisis, ya fuera del capitalismo y la lucha de clases, del estado, de la alienación humana, la familia o la sexualidad, estuvo basado en una premisa o marco materialista. Engels en Los orígenes de la familia, la propiedad privada y el Estado, hizo una contribución fundamental a la hora de proporcionar un marco materialista para comprender los orígenes de la opresión de las mujeres.

Según Engels: “La producción y reproducción de lo inmediatamente esencial para la vida, que es el elemento determinante de la vida social, está determinada por ambos tipos de producción, por el nivel de desarrollo del trabajo, por un lado, y de la familia, por el otro».  Engels argumentó que el sistema de sexo y género que introdujo las desigualdades de género opresivas en la división sexual del trabajo, fue el sistema familiar patriarcal. Con el desarrollo del trabajo y la productividad del trabajo, el sistema familiar patriarcal se desarrolló como una institución de dominio de clase. El derrocamiento de los sistemas matrilineales fue la clave para el desarrollo de la propiedad privada y las relaciones de clase y propiedad. La clase sigue siendo fundamental para la opresión de las mujeres. Engels escribió que “el derrocamiento del derecho de la madre fue una derrota histórica mundial del sexo femenino”.

Por supuesto, gran parte del análisis de Engels debe actualizarse, especialmente sobre cómo se llevó a cabo este proceso. Los avances tecnológicos que brindan evidencia física más detallada de las primeras etapas de la evolución humana nos brindan una imagen menos fragmentada y quizás más precisa: restos de esqueletos humanos primitivos en antropología, evidencia de herramientas, asentamientos y lugares de enterramiento, registros fósiles, etc., en arqueología, evidencia biológica de la materia ósea, análisis genético, etc. Nuevas evidencias permiten reconstruir las etapas del desarrollo humano y el papel de la mujer en ellas. Estudios recientes también señalan el papel vital que las mujeres han desempeñado en la evolución humana y señalan posibilidades alternativas a la explicación de «el hombre el cazador abrió el camino» de la evolución humana. Incluso la noción de que las mujeres no eran cazadoras está siendo ya cuestionada.

También podemos aprovechar la experiencia de las principales revoluciones del siglo XX y las luchas del movimiento de mujeres en todo el mundo. Hay una rica historia y una praxis de la que sacar provecho. Esto incluye el surgimiento de los movimientos antiimperialistas, antirracistas y ambientalistas, la lucha por la liberación de lesbianas y gays y movimientos que hacen campaña por identidades más amplias, como LGBTQI +. Estos movimientos han tenido un impacto significativo y han contribuido al desarrollo y fortalecimiento de los movimientos socialistas y feministas y de la teoría socialista y feminista.

El concepto de igualdad de género ha ganado una aceptación política cada vez mayor, junto con el reconocimiento de la interconexión de la opresión de las mujeres con todas las demás formas de opresión: raza, etnia, casta, sexualidad, discapacidad, etc., y la necesidad, por lo tanto, de inclusión. Sin embargo, también es importante señalar que la igualdad de género y las políticas de género han sido incorporadas a la corriente principal del discurso capitalista. Hay leyes internacionales maravillosas que casi todos los gobiernos del mundo, incluidos los estados más represivos y misóginos que se basan fundamentalmente en la opresión de las mujeres, han adoptado. Hay mucha retórica y, por lo tanto, debemos defender una política intransigente de igualdad de género. Solo un marco feminista socialista puede permitirnos hacer esto de manera consistente.

Trabajo socialmente útil 

Los vínculos entre el trabajo productivo y reproductivo ha sido un aspecto clave del discurso socialista y feminista desde hace varias décadas. Hay varios enfoques teóricos para ello. Más recientemente, por ejemplo, la Asociación para los Derechos de la Mujer en el Desarrollo se ha basado en gran medida en el análisis económico feminista en un manifiesto para una Recuperación Económica Feminista Global . Esencialmente es un manifiesto anticapitalista. Aboga por que la “economía de los cuidados” y el medio ambiente estén en el centro de la recuperación económica y de la redistribución de la riqueza, la eliminación de la discriminación estructural y la transformación y reestructuración de la economía global. Se plantea la pregunta: ¿cómo u qué cambios se pueden lograr? Es una pregunta sin respuesta, y esto es lo que las feministas socialistas deben abordar.

Desde el punto de vista del capital, grandes sectores de trabajo útil e incluso esencial desde el punto de vista de las necesidades sociales, como el «trabajo reproductivo» de las mujeres, son «improductivos». Ha habido varios intentos de feministas y socialistas de romper esta división artificial entre trabajo productivo e «improductivo» examinando los vínculos o relaciones entre ellos. En el discurso sobre el socialismo para el siglo XXI, ha habido importantes aportes de los teóricos y revolucionarios latinoamericanos al respecto. Hay una argumentación sólida para colocar el trabajo socialmente útil en el centro del marco de una alternativa socialista.

Poder popular

Y se ha combinado con un rechazo de los modelos económicos centralizados de arriba a abajo que caracterizaron las experiencias socialistas del siglo XX, y se opta por economías comunales descentralizadas. Marta Harnecker, la principal teórica y artífice de esta praxis de poder popular o ‘consejos comunales’, aporta una perspectiva histórica. “Históricamente, ha habido otros intentos de crear una alternativa no burguesa al sistema de representación política, donde los representantes electos no se separen de su base electoral y, por el contrario, mantengan un vínculo íntimo con ella. Este sistema se puso en práctica en la Comuna de París en 1871, durante los primeros años de la Revolución rusa, en la Italia de Antonio Gramsci, en Yugoslavia durante la guerra de liberación nacional y posteriormente en el período de la revolución socialista.[1]

Se habla mucho del “empoderamiento de las mujeres” en el discurso dominante actual. Para que el empoderamiento de las mujeres signifique algo, debe tener la perspectiva de que las masas de mujeres estén realmente en el poder. No se puede empoderar a la mayoría de las mujeres sin que estén realmente en el poder. Por lo tanto, yo diría que el poder popular es esencial para permitir verdaderamente el empoderamiento de las mujeres. Es fundamental que el poder popular se organice en el lugar de trabajo, en Consejos Obreros, donde los trabajadores asuman el papel de controlar la producción y lo que se produce. Empoderar a las trabajadoras para que desempeñen un papel de liderazgo en estos Consejos Obreros es fundamental.

Inclusividad y solidaridad

Una tarea clave que tenemos por delante es desarrollar una alternativa feminista socialista vinculada a nuestras luchas inmediatas: desde el fin de la violencia, hasta la protección social, el desempleo, la modernización del sistema de salud pública con equipos de protección adecuados y condiciones de trabajo seguras, el transporte público y la reorganización de los procesos productivos. También existe la necesidad de poder utilizar nuestras formas tradicionales de lucha, como las movilizaciones de masas, tanto descentralizadas como centralizadas, recuperando con éxito los espacios públicos de los que hemos sido privados por el confinamiento. Sin embargo, también es necesario vincular todo esto con una alternativa sistémica frente a la apabullante campaña ideológica a favor de un autoritarismo capitalista.

La pandemia ha puesto de relieve el hecho de que las áreas críticas de nuestra economía son aquellas donde se lleva a cabo el trabajo socialmente útil, como los trabajadores de la salud, los trabajadores de los cuidados, los trabajadores de servicios, los de limpieza, los trabajadores de distribución de alimentos y los trabajadores de servicios públicos. Suelen ser zonas en las que predominan las trabajadoras (y en Occidente predomina la mano de obra migrante, es decir, la mano de obra migrante femenina). Esto subraya la interconexión de género, raza, etnia y clase y la necesidad de abordarlos de manera interconectada. La inclusividad del feminismo socialista también se basa en esta interconexión. Lo que significa que el núcleo de una alternativa feminista socialista debe basarse en la solidaridad. Es una necesidad absoluta para sobrevivir a la catástrofe del capitalismo.

Al presentar esta visión socialista, también debemos basarnos en nuestras propias experiencias y raíces históricas, como el ‘bayanihan’, el espíritu comunitario que alimentó las relaciones inter personales durante el período comunal en Filipinas. Bajo el sistema capitalista patriarcal, el bayanihan fue reemplazado por el trabajo pagado con dinero, por la competencia entre los trabajadores y los miembros de la comunidad, por el individualismo, por la veneración del capital y la propiedad privada y, en el período posterior, por la privatización continua de lo que quedó de los bienes públicos y de los servicios para el bien común de la comunidad. Hoy, aunque el término bayanihan ha sido expropiado por el gobierno de Duterte, podemos recuperarlo y promover el espíritu original de bayanihan e integrarlo en nuestra concepción del feminismo socialista.

La necesidad de solidaridad e inclusión surge de la realidad de la interconexión de los sistemas de opresión y jerarquía. Solo un feminismo socialista inclusivo, basado en la solidaridad, puede vincular y empoderar a los millones de mujeres de todo el mundo que ahora se encuentran en esta vía de lucha.

Este artículo está basado en una charla dada en el seminario en internet Diálogos Socialistas, sobre ‘Un feminismo socialista para nuestra época», organizado por el Partido de las Masas Trabajadoras (PLM) de Filipinas.

Nota

[1] Marta Harnecker: Poder popular en América Latina – Inventar para no cometer errores. Conferencia de clausura impartida en la XXVI Semana Gallega de Filosofía, Pontevedra, 17 de abril de 2009. Traducción al inglés de Coral Wynter y Federico Fuentes

es presidenta de la ONG Transform Asia y miembro del Consejo Nacional del Partido Lakas ng Masa (Partido de las Masas Trabajadoras) de Filipinas. Es profesora de la Universidad de Melbourne, Australia, donde investiga las implicaciones tecnológicas de las nuevas tecnologías.

Fuente:

http://links.org.au/socialist-feminism-for-these-times
Traducción:Enrique García

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