Fuente: Iniciativa Debate/Domingo Sanz
Por visitar a su amante rompiendo el confinamiento ha dimitido el epidemiólogo principal de Boris Johnson. En España no ocurren esas cosas. Ningún alto cargo realiza ninguna visita secreta durante el encierro que ordena al resto de mortales y, por tanto, ni la prensa lo pillará ni tendrá que dimitir. Jamás.
Pero existe la fuerza del poder, que tantas veces arrincona a la del amor.
Aquí nadie se ha preguntado por qué motivo los días 22 de abril y 6 de mayo, durante los Pleno del Congreso para lo del Estado de Alarma, Baldoví habló desde su escaño, y Arrimadas también en el del día 6, primero al que acudía tras la ausencia por el embarazo.
Resulta que desde el 19 de abril había personas que solicitaban a la presidenta Batet y a varios diputados que quienes tuvieran que hablar lo hicieran desde sus escaños, como hacen siempre en las sesiones de control al gobierno, para evitar que el personal de limpieza subiera a desinfectar la tribuna cada vez.A diferencia de los dos citados, los Sánchez, Casado, Abascal, Echenique, Asens, Rufián, Errejón, Borrás, Rego, Esteban, Aizpurua, Vehí, Oramas, Quevedo, Sayas, García Adanero, Mazón, Martínez Oblanca, Guitarte y Lastra rompieron a conciencia el cómodo pero conveniente confinamiento en sus escaños y acudieron a la notoria tribuna, a pesar de que, tal como expuso Baldoví el día 22, Meritxell Batet les había transmitido la petición.
El amor privado que a Ferguson le ha costado el cargo en UK se traduce aquí por público desprecio hacia la salud del currante, débil frente a tantos poderosos y poderosas a quienes los escaños convierten en costra esa piel que, en tantas ocasiones, parecen tener tan fina.