Farhana Mahammud: “La mujer africana es muy fuerte, pero no…

Fuente: Umoya num. 102 1er trimestre 2021                            Alicia Gallego y Noemí Ferrero

FARHANA MAHAMMUD: “La mujer africana es muy fuerte, pero no se la escucha y no se la ve”

Farhana Mahamud y la lucha contra la vulneración de derechos: "Las leyes de  extranjería se deben actualizar"

Farhana Mahammud Dich nació en el Sáhara, emigró a Canarias cuando era una niña, y actualmente ejerce como abogada. A sus 26 años es vicepresidenta de la Asociación de Mujeres Africanas en Canarias (AMAC) y presidenta de la Asociación Cultural Silvestre de Balboa, dos entidades entre las que, nos revela, quieren empezar a vincular proyectos.
Tanto desde lo personal como desde lo profesional, Farhana Mahammud se dedica a poner su granito de arena para hacer frente a las injusticias, defender los derechos humanos y buscar la igualdad. Entre pregunta y pregunta de esta entrevista nos cuenta lo mucho que admira a sus compañeras de la AMAC. También que lo más importante para ella de ser vicepresidenta de la Asociación es el cuidado que implica tener ese cargo por lo que representa, un cargo del que se responsabiliza y siente como “algo suyo”. Pero, sobre todo y como ella misma dice, es “mujer africana”.

En una entrevista para RNE hablas de la importancia que tiene para ti ser mujer africana. ¿Por qué este rasgo es algo tan importante en tu identidad?

Porque… es lo que soy. De ahí que algunas amigas y compañeras hayamos tomado la decisión de crear una asociación dirigida a las mujeres africanas. Porque la mujer africana es muy fuerte y queremos darle ese empoderamiento y, sobre todo, visibilidad. Porque hay muchísimas, pero no se las escucha y no se las ve.

Actualmente ejerces como abogada. ¿Qué te llevó a estudiar la carrera de Derecho?

Desde muy pequeña estaba convencida de que quería ser abogada, desde los cinco años. Puede que sea porque en de donde provengo he visto muchas injusticias, y la única manera [de hacerles frente] que veía viable era a través de esta profesión. No aguanto las injusticias y soy muy peleona. No me arrepiento, si tuviera que volver a tomar la decisión, lo volvería a hacer.

¿Cuáles son los fines principales de la Asociación de Mujeres Africanas en Canarias (AMAC)?

Para nosotras es super importante la integración de las personas migrantes en Canarias, pero en particular de las mujeres africanas. También la sensibilización sobre la realidad africana y sus culturas: no mostrar sólo las debilidades, sino también las fortalezas, los retos y lo que la mujer africana puede aportar a esta sociedad.
Otro de los fines es la formación y la capacitación de la mujer africana. Uno de los primeros proyectos que se llevó a cabo en la Asociación es la impartición de clases de español. También es un pilar muy importante el tema de la solidaridad, la sororidad. Y, por último, el tema de la cooperación internacional para apoyar a los países más desfavorecidos, aunque este no lo hemos desarrollado aún.
También damos bastante importancia a los menores extranjeros no acompañados. Uno de los proyectos en los que estamos trabajando actualmente va dirigido a ellos, queremos seleccionar a varias de estas personas para que puedan obtener formación y asistencia social y jurídica. No puede ocurrir que menores que están bajo la tutela de la Administración lleguen a la mayoría de edad y aún no se haya regularizado su situación, después de por ejemplo tres o cuatro años desde su llegada a España. Reivindicamos y pedimos a las administraciones que se cumplan los plazos que establece la ley.

La crisis sanitaria actual hace que aumenten las desigualdades y que las familias más vulnerables se queden muchas veces sin acceso a los recursos más básicos. ¿Estas situaciones son aún más difíciles cuando se trata de mujeres migrantes?

Sí, sin lugar a duda. Es algo de lo que nosotras ya teníamos constancia; no obstante, cuando empezó el tema del virus y se declaró el Estado de Alarma fue un auténtico caos. Recibíamos llamadas de mujeres, madres y padres de familia en las que prácticamente nos pedían ayuda: “no tengo alimentos”, “qué hago”, “a dónde voy”. Y dentro de este colectivo hay uno mucho más vulnerable, que es el de las personas que no tienen regularizada su situación y no pueden acceder a ayudas como el Ingreso Mínimo Vital, por ejemplo.
Desde la Asociación, una de las iniciativas que se llevó a cabo fue hacer una recogida de alimentos para llevarlos a esas familias. Conseguimos toda la alimentación que pudimos y posteriormente, cuando nos llamaba la familia, cogíamos todos los datos (cuántos miembros eran, dónde vivían) para saber qué alimentos llevar. El listado llegó a tener a más de 270 personas. Incluso después del Estado de Alarma, nos llamaban muchos ciudadanos. Hubo mucha necesidad, y actualmente sigue habiéndola. Hay mucha gente pasándolo verdaderamente mal, y la mayoría están esperando una respuesta sobre las ayudas que supuestamente se les van a conceder.

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Nos hablaba antes de las situaciones irregulares en la que se encuentran muchas personas migrantes y las dificultades que esto causa. Podría decirse que la Ley de Extranjería es una ley que pone muchas trabas, ¿desde la Asociación defendéis algún cambio de la misma?
Sí, efectivamente. Hay que dar una respuesta efectiva. Aquí, en Canarias particularmente, se está recibiendo a muchas personas africanas que llegan en pateras. Esto ha desbordado a la Administración, puesto que la cifra ha sido muy elevada y no han sabido cómo actuar. Pero para eso están nuestros políticos, para dar una respuesta efectiva ante situaciones extraordinarias. La Ley de Extranjería da la sensación de que solo sirve para poner impedimentos, por eso debe actualizarse, para estar acorde a las circunstancias actuales.
Es inaceptable que, en plena crisis sanitaria y humanitaria, cuando se abrieron las fronteras los cruceros sean recibidos con aplausos, pero las personas que llegan en pateras, al haber accedido a través de un puesto fronterizo no habilitado, tengan que ser devueltas a su país. Los turistas van a dejar dinero y eso sí les interesa. Al extranjero que viene y se compra una vivienda de medio millón de euros, que es lo establecido por la ley, le conceden la residencia durante dos años sin dar ninguna acreditación más. Deja mucho que desear. Por eso, la Ley de Extranjería debe ser más humana y no tener tan implícita la cuestión económica. Si una persona viene a pedir ayuda, hay que dársela.

Naciste en el Sáhara Occidental que ahora está inmerso en una guerra por la independencia respecto de Marruecos. ¿Cómo es posible que un conflicto latente desde 1975 todavía siga sin ser resuelto?

Por desgracia, se resume en cuestión de intereses. Inclusive aquí en España, no todos los políticos reconocen su independencia o la necesidad de realizar un referéndum. No interesa que el Sáhara sea independiente, no interesa porque tiene muchos recursos: el fosfato, la pesca u otros recursos naturales; motivo por el cual, desde el principio, Marruecos accedió y lo ocupó a la fuerza [para explotarlos].

¿Cómo te ha afectado, a ti o a tu familia, este conflicto?

Uno de los motivos por los que estoy en Canarias es precisamente por esto. Yo nací en el Sáhara, pero vine con siete años de manera definitiva. Mis padres tenían claro que no podían criar a sus hijos allí. Querían un futuro educativo y social, además de una seguridad que sabían que allí no iban a tener. Sin pensarlo lo dejaron todo: casa, coche, trabajo… Y vinieron a España, con una mano delante y otra detrás.
Actualmente en Canarias se está experimentando un cultivo de racismo contra la llegada de personas refugiadas. ¿Cómo se puede contribuir a la defensa de los derechos humanos en estas situaciones?
Desde la perspectiva jurídica tiene que haber un control, una seguridad en las calles. Hemos visto vídeos de ciudadanos a pie que salían a la calle en bandas y, como ellos decían, iban “a por los moros”. No se puede permitir, tiene que haber una seguridad efectiva y, cuando se infrinja y conlleve violencia, da igual de quién venga: canario, ruso, chino o saharaui, se debe cumplir un procedimiento jurídico para preservar la igualdad. Esto no se está cumpliendo porque hay miedo en las calles. Yo tengo un hermano de quince años y tuve que acompañarle a un centro comercial por temor a que le increpara ese grupo de personas concreto. Y digo concreto porque considero que el pueblo canario ha demostrado hermandad con África y, en ese sentido, es muy solidario, pero a veces un acto malo se hace notar más que todo lo bueno, y en este caso ha sido así.
Respecto a la seguridad en las calles, ¿qué tipo de control se tendría que establecer? ¿Cree que el control policial puede dar lugar a abusos?
Yo espero que no, y confío en que no, porque se estarían infringiendo otros derechos básicos y fundamentales. El problema está en que, cuando en determinadas zonas hay aviso de posibles conflictos, es necesario un control. La mayoría de los que salen a la calle en bandas son jóvenes, y da mucho miedo porque reciben tanta información —sobre todo, mala información— que meten a todos los extranjeros en un mismo saco. Lo que es totalmente inaceptable es ir con la violencia por delante, no tiene justificación. Si todo se resolviera con palizas no solo perderíamos nuestra humanidad, sino absolutamente todo lo que nos diferencia del resto de animales: si perdemos esto, ¿qué nos queda?

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