Fuente: LaJornada/Ángel Guerra Cabrera 06.02.2020
Tump y toda su pandilla son mentirosos contumaces que han logrado superar cualquier marca de mendacidad establecida en otro gobierno anterior, no obstante que la mentira haya sido siempre un recurso habitual de los políticos en Washington. Eso ya lo sabemos. Pero al escuchar este discurso uno no podía salir de su asombro, pues difícilmente nadie, en ese o en otro podio importante de la política mundial, haya mentido tanto y de una forma tan cínica e hipócrita como el presidente de Estados Unidos en esta ocasión. En un país con millones de pobres y desamparados, derechos sociales básicos desmantelados, sindicatos terriblemente disminuidos, infraestructura en condiciones críticas y creciente y escandalosa desigualdad social comparable a la existente en 1929, un Trump drogado por el narcisismo y la demagogia habló de sus muy grandes realizaciones en materia de salario, empleo, salud y educación que, como sabe cualquier persona medianamente informada, nada tienen que ver con la realidad. Un ocasional buen viento económico no puede ocultar tamaña tragedia social. Aunque no sorprenda, fue muy insistente el tono antimigrante e irrefrenablemente xenófobo del discurso, una especie de adoración al dios muro, apuntalado con cifras inventadas que probarían el carácter criminal de quienes llegan a la barrera procedentes del sur: principalmente los latinos. Por loco que parezca, este discurso le acomoda muy bien al votante de Trump. Son los pollos sin cabeza de Braschi. Enajenados pues, si hablamos con corrección política. La enajenación es, sin duda, el peor crimen del sistema capitalista contra los seres humanos.
En un gesto que subraya su adhesión a la doctrina Monroe, Trump cargó contra Cuba, Venezuela y Nicaragua: Conforme restauramos el liderazgo de Estados Unidos en el mundo, seguimos apoyando la libertad de nuestro hemisferio. Es por eso que mi gobierno revocó las políticas fallidas de la administración anterior sobre Cuba. Estamos apoyando las esperanzas de cubanos, nicaragüenses y venezolanos para restaurar la democracia
. Miente una vez más al decir que restaura
el liderazgo de Estados Unidos, cuando éste nunca antes había rodado tan bajo ante pueblos y gobiernos como en su mandato. Miente también al decir que apoya la libertad en nuestro hemisferio
cuando sus amigos más cercanos son el fascista Bolsonaro, el represor Piñera, los gobiernos narcoparamilitares de Iván Duque y Juan Orlando Hernández, el odiado y corrupto presidente haitiano Jovenel Moïse y la asesina dictadora y candidata presidencial de Bolivia, todos repudiados por sus pueblos. Miente también cuando invoca esperanzas de pueblos, pues lo único que le interesa a Trump es Trump. Resultaría grotesco siempre escuchar a un estadista presumir de los asesinatos que ordena. El hecho de ser presidente, así sea de un país poderoso como Estados Unidos, no autoriza a nadie a vulnerar la ley a su antojo, aunque algo de eso se esté desprendiendo de la defensa que los republicanos han hecho de su líder en las sesiones del impeachment. Pero sinceramente, es repudiable ver a este hombre, tan vulgar además, exhibir como trofeo la cabeza de un combatiente por la liberación de los pueblos del Medio Oriente como el general iraní Suleimani.
El colmo del espectáculo electorero del martes fue la presencia de Juan Guaidó, recibido al día siguiente en la Casa Blanca. Pero es todo lo que puede hacer Washington por él, ya que las acciones golpistas y terroristas no han logrado derrocar a Maduro y, al contrario, la revolución bolivariana y chavista se ha fortalecido ostensiblemente.
No hay cómo tener buenos amigos cuando se vive casi en las fauces del monstruo. Tras las bravatas de Trump, nada más auspicioso que la visita del canciller de Rusia, Serguei Lavrov, a Cuba, México y Venezuela. América Latina unida es lo que Rusia desea, reza una declaración oficial de Moscú.
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