Fuente: https://literafricas.com/2021/08/02/escritores-duales-la-faceta-artistica-de-los-autores-africanos/
Cuando leemos un libro visionamos una historia, las palabras van tejiendo las imágenes que se cuelan en nuestro cerebro para ir dando forma a la narración. En su última novela, Maaza Mengiste, recurre a las fotografías para adentrarnos en los bastidores del relato. No son pocos los escritores que adoran esta manera de plasmar momentos (Teju Cole o Armand Gauz, que firma en Flickr bajo el seudónimo de Gauzorro, por ejemplo). Al final el encaje de ojo y letra es natural, se comprende.
La pintura, también y a menudo, ha tomado como inspiración algunas obras literarias. En este sentido, en los últimos tiempos, han destacado diversos artistas que han querido verter a través del pincel lo que les suscitaba la lectura. Entre otros, la artista nigeriana Njideka Akunyili Crosby interpretando la obra del ghanés Ayi Kwei Armah The Beautyful Ones Are Not Yet Born en una serie de cuadros o Victor Ekpor con sus maravillosas portadas para Americanah o Todo se desmorona.
Dando un paso más allá algunos escritores son críticos de arte, tal es el caso de Emmanuel Iduma o del angoleño Adriano Mixinge. Sin embargo, también ocurre que esta faceta artística toma el protagonismo total y se convierte en parte dual de muchos escritores.
Las pinturas del autor de Los caballos de Dios, Mahi Binebine, forman parte de la colección permanente del Museo Guggenheim de Nueva York. Además de ser un escritor reconocido, tanto sus cuadros como sus esculturas nos muestran otras maneras de expresión del escritor. Imágenes y palabras pueblan su universo.
Binebine muestra en muchas de sus obras el dolor ante la injusticia. Su arte habla y denuncia. Escritura y pintura van a la par para gritar ante lo que no se puede callar. No en vano, el escritor ha sido noticia en fechas recientes porque ha rechazado el Premio Mediterráneo concedido por su última novela, La calle del perdón, recientemente publicada en castellano, ya que no ha querido estrechar la mano ni recibir un cheque del nuevo alcalde de Perpignan, Louis Alliot, un antiguo compañero de Le Pen.
Del mismo modo, la costamarfileña Veronique Tadjo ya nos deleitó con sus ilustraciones para La canción de la vida. Calificadas de estilo “naif”, son muy vitales, con tonos muy brillantes que reclaman la atención e invitan a soñar. Su padre, Michèle Tadjo, fue una gran coleccionista de arte africano tradicional lo que se percibe en sus láminas cuajadas de máscaras y leyendas. Ella misma bautiza su obra pictórica bajo el rótulo de “realismo mágico”, pintando seres y lugares llenos de luz e imaginación. De su trabajo, han afirmado, a veces recuerda el “exotismo” de Gauguin, la estatuaria africana tradicional o una pintura expresionista más apegada a representar emociones que a la estética de las formas.
Por último,Mohamed Mrabet nacido en Tánger en 1936 ha tenido muchas vidas y todo ese trasiego también lo ha querido volcar en los lienzos. El niño que se escapó de casa a los doce años, además de contar historias que asombraron al mismísimo Paul Bowles, es un reconocido artista cuyas obras forman parte de colecciones muy prestigiosas como la de Peggy Guggenheim. Sin embargo, su trabajo pictórico impactante, vibrante e imaginativo, no ha sido muy conocido ya que él “se contentaba con vender cuadros a amigos, artistas o intelectuales que pasaban por su ciudad como William Burroughs o Henry Miller”.
Portada: Captura youtube obra de Mohamed Mrabet