Fuente: La Jornada José Steingleser 26.05.21
Invitada por el Parlamento Europeo con motivo del Día de la Mujer, Nurit manifestó: “El llamado mundo libre tiene miedo del útero musulmán […]. La verdadera amenaza son el imperialismo estadunidense, la indiferencia y la complicidad europeas, y el régimen israelí racista y cruel” (8/3/05).
Añadió: “La violencia local infligida a las mujeres palestinas por el gobierno de Israel y el ejército israelí se ha extendido a todo el planeta […]. Es una violencia que casi nunca se aborda y que la mayoría de la gente en Europa y en Estados Unidos excusan con la boca pequeña”. Los temas de estudio de Nurit versan sobre el racismo en el sistema educativo israelí, con libros de texto dirigidos principalmente contra los palestinos.
Nurit responsabilizó a la opresión israelí sobre los palestinos, como causante indirecta de la muerte de su hija. Y en agosto de 2014, en entrevista con el periódico español Público, citó las palabras de Haneen Asharawi, miembro del Consejo Legislativo Palestino: Somos el único pueblo del planeta al que se le exige garantizar la seguridad de su ocupante, mientras Israel es el único país que llama a defenderse de sus víctimas
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En sintonía, la profesora de lingüística Tanya Reinhardt (Haifa 1943-Nueva York 2007), de quien Noam Chomsky expresó que su activismo no se limitaba a las palabras, sino también a la defensa de la integridad moral de la propia sociedad israelí.
“Para controlar Cisjordania –escribió Tanya– Israel debe controlar totalmente la franja de Gaza, convertida en una cárcel totalmente hermética, aislada del mundo […]. Para muchos palestinos, los primitivos cohetes Quassam son una respuesta a la guerra que Israel les ha declarado […]. La respuesta más lógica que Hamas propone desde hace tiempo es el alto al fuego total.”
Sin embargo, la opinión más elocuente de una ocupación que ha cumplido 73 años, sólo podía venir de sus propias entrañas. Me refiero a Shulamit Aloni (Tel Aviv, 1928), militante del movimiento sionista-socialista Hashomer Hatzair en su juventud, comando del Palmaj (unidad de élite del ejército sionista en la guerra de 1948) y ministro de Cultura durante el gobierno de Isaac Rabin (1974-77) hasta que renunció por disentir con la unión Estado-religión.
En una extensa entrevista concedida en abril de 2004 al periódico Yediot Aharonot (literal: Últimas Noticias, publicado en hebreo), y el de mayor circulación en Israel desde 1970, Shulami expresó:
“En este país hay gente que dice ‘no quiero saber, no leo los periódicos’ […]. Nosotros no aceptamos que los alemanes dijeran ‘no sabíamos’. Eso nos enfureció. Ellos sencillamente no querían saber. Estaban detrás de su führer y admiraban a su ejército. Entre nosotros pasa lo mismo. La gente no sabe y no quiere saber”.
Sigue: “Sí, saben que han de ser patriotas. ¿Y hay algo más patriótico que una guerra? Dicen: ‘Dios vendrá en nuestra ayuda’. Pero en el cinturón de los soldados nazis estaba escrito: ‘Dios está con nosotros’. Reina aquí una histeria patriótica y la gente ya no dice nada”.
Otro pasaje: Me horroriza nuestro desplome moral. Me horroriza nuestra arrogancia y la facilidad con la que matamos y asesinamos a palestinos. No puedo hallar descanso cuando veo el muro que estamos levantando. Robamos la tierra a gentes que viven en este lugar desde hace siglos y nos persuadimos de que somos nosotros las víctimas
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Más: “Somos violentos, nos mentimos a nosotros mismos, nuestra exaltación de la fuerza nos está minando. Nos consideramos una democracia cuando se domina a 3 millones de personas que no tienen voz […]. Somos responsables de la sangre judía derramada […]. Ellos ejercen el terror y nosotros se lo devolvemos centuplicado”.
Shulamit remata: “En este país, el Estado no tiene su ejército, sino que es el ejército el que tiene su Estado […]. La guerra actual no es una guerra de supervivencia, sino una guerra colonial […]. Yo me considero patriota, y ser patriota significa protestar contra la depravación moral que nos invade”. Shulami fue condecorada en 2000 con el Premio Israel por sus contribuciones a la sociedad y a su funeral, en 2014, acudieron miles de israelíes.
Nurid, Tanya, Shulami. Apenas tres de las muchas mujeres que en el supuesto Estado judío
empiezan a preguntarse si deben sentir orgullo frente al cadáver de sus hijos. O si en algún libro sagrado, la ética judía perdona que vuelvan a casa con la frente en alto, luego del litúrgico asesinato de niños, ancianos y mujeres palestinos.