El poder recupera: recuperémonos del poder. A 20 años de la crisis…

Fuente: https://periodicogatonegro.wordpress.com/2022/01/17/el-poder-recupera-recuperemonos-del-poder-a-veinte-anos-de-la-crisis-del-espectaculo-democratico/                                                   El poder recupera: recuperémonos del poder. A veinte años de la crisis del espectáculo democrático

Veinte años han pasado desde la última gran revuelta dentro del territorio aún dominado por el E$tado argentino. Veinte años desde las jornadas del 19 y 20 de diciembre del 2001 en donde la clase desposeída en general salió a las calles a luchar, interrumpiendo el normal funcionamiento del espectáculo democrático y sus negocios. El costo de dichas jornadas fue alto: 39 hermanxs asesinadxs por los sicarios estatales.

Las clases dominantes siempre se ven en la necesidad de recuperar —institucionalizar, ciudadanizar, estatizar, pacificar, democratizar y normalizar —las experiencias revolucionarias de lxs desposeídxs, las acciones subversivas que niegan las condiciones de miseria y explotación. Ese mecanismo de recuperación —que siempre sobrevuela sobre nosotrxs— ve al “argentinazo” como un hecho histórico valioso y útil para sus fines políticos. Por este motivo, este episodio fue y es tan importante para la burguesía peronista que se tomó la molestia de realizar un acto oficial en memoria de las personas asesinadas por el Estado durante aquellas jornadas de diciembre. Recuperar ideológicamente toda ruptura radical de la dominación es una necesidad ineludible para toda lógica de gobierno. En dicho acto, el presidente Alberto Fernández dijo:

Los argentinos salimos a quejarnos, y muchos de los que salimos a quejarnos terminaron su vida ese día, por la brutalidad del Estado, por la incapacidad del Estado de dar respuesta, y por algo que hay que desterrar de una vez y para siempre, eso que llamamos violencia institucional. El Estado no está para ser violento, está para hacer justicia, no para ser violento, y menos para ser violento con los que reclaman legítimamente por sus derechos. En verdad lo que uno tiene que hacer en el Estado cuando eso pasa es escuchar, no disparar tiros.1

Da rabia, mucha rabia, escuchar a nuestros verdugos mentirnos de forma tan descarada. Solo un cínico que sabe manejar los tiempos, los gestos, los silencios y el lenguaje de la política podría sentarse frente a los familiares de las personas asesinadas hace 20 años y decirles semejantes mentiras. En homenaje a esos sacrificios democráticos, los gobernantes han decidido colocar en la entrada de la Casa de Gobierno una placa con todos los nombres. El movimiento —como ya anticipamos— es conocido y se llama recuperación: rememorar desde el punto de vista de la clase dominante las batallas que atraviesan la historia de la lucha de clases, la historia contra el Capital y sus mercancías, la historia contra los Estados y sus leyes, la historia contra la civilización y sus devastaciones, la historia contra el patriarcado y sus mandatos. Recuperar en tanto moldear a conveniencia una interpretación que se adapte a los intereses que evitan y aplacan cualquier forma de desobediencia. Manosear la memoria rebelde para volverla una desmemoria sumisa. Así como la Iglesia Católica se vio obligada a mistificar a Jesús y colgarlo como trofeo de guerra frente a los ojos de los feligreses, el Estado democrático, hijo de la Iglesia, cuelga a sus propios mártires. Ejemplos hay muchos.

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A pesar de todo ese barniz democrático con el cual logran comprar a un sector amplio de la población, con palabras claves como “Derechos Humanos”, “libertad política” o “reclamos legítimos”, continuamos afirmando que el rol del Estado argentino y de todos los Estados del mundo fue, es y será continuar domesticando, acallando y asesinando al pueblo en nombre del progreso, de la economía, del trabajo, de la patria y de la democracia. Sea por medio de subsidios o balas de plomo, todo gobierno del mundo continuará exprimiendo y saqueando los territorios y cuerpos que en ellos habitan.

Solo basta echar un rápido vistazo a algunos hechos cercanos para comprobar que los dichos del presidente son una rotunda mentira. Estos últimos días Chubut se vio envuelta en enfrentamientos con los mercenarios estatales por la ley de zonificación minera. No solo el Estado no se puso a “escuchar” al pueblo, sino que convocó la sesión legislativa a espaldas del mismo para que este no pudiese presenciar la entrega del agua.

Diez días atrás, mientras la burguesía peronista festejaba el “Día de la democracia”, Luciano Olivera de 25 años era asesinado por el yuta Maximiliano Gonzáles de la localidad de Miramar. El 17 de noviembre, un mes atrás, Lucas González de 17 años era democráticamente acribillado por la policía en el barrio porteño de Barracas. La CORREPI ha publicado hace unos días el informe sobre la represión estatal en el 2021: 981 personas asesinadas por el Estado. Un asesinato cada 17 horas.

Esa es la democracia a la que nos piden que juremos lealtad y sumisión. El Estado presente. Jurar lealtad no solo a una simple forma de gobierno, sino a una de las mejores aliadas para la gestión del Capital, para la ciudadanización responsable, para la mercantilización de los vínculos, para la devastación de lo vivo; una de las mejores aliadas para la anestesia generalizada que niega lo que el Estado siempre fue, es y será: no un instrumento, sino el Capital organizado despojando, encerrando, envenenando, asesinando y oprimiendo civilizadamente.


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