Fuente: https://sinpermiso.info/textos/el-imperativo-de-la-esperanza-100-anos-de-paulo-freire
Paolo Vittoria
26/09/2021
En realidad, las pintorescas expresiones utilizadas por el ex militar son indicativas de los esfuerzos desesperados de reduccionismo, que tratan de buscar un chivo expiatorio con la intención de desviar la atención de la escandalosa serie de desastres que su gobierno ha perpetrado. Sin tener culpa alguna, Freire es presentado como causante de todos los «males», especialmente los de la escuela y la universidad.
Por un lado, ridiculizar al sector público de la educación es útil para abrir el campo a las formas menos escrupulosas de la iniciativa privada; por otro lado, calificar a un educador humilde y profundamente sensible como Paulo Freire de fanático –de energúmeno, literalmente de loco, obsesionado, hasta poseído –sirve de llamada de atención a un importante número de grupos –no del todo moderados ellos mismos- que se sienten inquietantemente atraídos por las situaciones de caza de brujas.
Hace unas décadas, Freire utilizó una expresión que podría ser adecuada para describir la mentalidad que se desprende del relato de sus actuales acusadores: la «conciencia ingenua» que «muestra cierta simplicidad, tiende a una interpretación fácil de los problemas, aborda las cuestiones con ingenuidad, no profundiza en la causalidad del hecho mismo». Además, advertía de cómo la conciencia ingenua podía degenerar en una dimensión masificada o fanática, algo que podemos encontrar actualmente en el mundo de las “fake news”, del sectarismo, del poder de la falsedad explotado por la extrema derecha a través de discursos en los que lo tenue de la relación causa-efecto, y la consiguiente ausencia de comprensión, resultan persuasivos para quienes no tienen la voluntad o la intención de entender los fenómenos en profundidad.
Por otro lado, la llamada de Paulo Freire a la necesidad existencial, al imperativo incluso, de la esperanza, resuena hasta mucho más fuerte que el más ferviente llamamiento sentimental y sigue siendo capaz de infundir miedo: porque la esperanza no es una actitud romántica, sino la raíz concreta de un método basado en la denuncia de las condiciones de opresión y en la consiguiente organización política destinada a superarlas.
Esa acción reflexiva y transformadora conduce a interpretaciones de sentido, a lecturas del mundo, a puntos de vista hasta ahora inéditos. Paulo Freire no habría tenido que exiliarse con la dictadura militar si su método de alfabetización, insertado en un sistema político-educativo más amplio, no hubiera sido un verdadero generador de transformación en la historia: «La esperanza, como necesidad ontológica, debe estar anclada en la práctica».
No es casualidad que en todas las iniciativas para la celebración de los 100 años (en Italia han participado la Red de Cooperación Educativa, la Fundación Basso, Popoli in Arte, el Instituto Paulo Freire, la Red Freire-Boal, Educazione Aperta, la Sociedad Italiana de Pedagogía) se haga constante referencia al verbo “esperançar”, que significa la práctica de la esperanza, una acción, más que el deseo de un resultado en sí mismo. Su pensamiento todavía puede infundir miedo, porque encuentra una correspondencia real en las experiencias de los movimientos populares, tanto rurales como urbanos, de las comunidades de base, de las mujeres campesinas y de los trabajadores de ambos sexos, los cuales, en el marco de un proceso político de educación popular, están construyendo algo que todavía no existe, pero que puede crearse: lo posible sin precedentes.
Al mismo tiempo, en los encuentros, debates y publicaciones con motivo del centenario, ha surgido con fuerza la idea de que reencontrarse con Freire no sólo significa mirar hacia atrás, hacia su época: «No quiero que me sigan, quiero que me reinventen», decía el educador brasileño. Sus experiencias marcan un camino concreto de investigación y superación histórica de un modelo que él mismo denominó «modelo bancario» de educación, que no sólo sigue siendo dominante, sino que incluso se ha fortalecido con el avance del capitalismo. Un sistema en el que las personas no están acostumbradas a dialogar, y en el que acaban por perder la capacidad de preguntar, encontrándose sin querer en una profunda crisis generada por la aceptación pasiva de una realidad empobrecida por la falta de interés en otros puntos de vista.
En la actualidad, la educación se describe en términos de «créditos» que se deben y que son debidos, términos que son muy adecuados para el sistema financiero, pero que no lo son tanto para un contexto educativo: las escuelas y las universidades se definen como «agencias de formación»; palabras como «eficiencia», «productividad», «recursos humanos» o «prescindibilidad» se utilizan en el día a día.
En el ámbito de la pedagogía crítica, inspirada en el pensamiento de Freire, crece la voluntad de superar las tendencias tecnocráticas de los modelos educativos para abrir caminos a una cultura política y educativa capaz de ir más allá del capitalismo, de desenmascarar sus lados ocultos y destructivos.
Se entiende que no hay esperanza fuera de una lucha política que cree formas de vida en clara oposición al sistema dominante: agroecología, enfoques cooperativos del trabajo, lucha contra las grandes corporaciones y mafias, políticas de acogida y de solidaridad capaces de reinterpretar el fenómeno de la migración, redes de información permanente, teatro del oprimido, ecofeminismo.
Todas ellas son realidades y prácticas políticas que van a contracorriente, identificando su centro de gravedad en la movilización y la imaginación política, porque «cuando ya no hay espacio para la utopía, para los sueños, para la elección, para la decisión, para la espera, todo en la lucha -que sólo ocurre cuando hay esperanza-, entonces ya no hay espacio para la educación. Sólo para la formación».
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Traducción:Lucas Antón