Fuente: La Jornada Vilma Fuentes 21.06.22
chalecos amarillos, las personas a quienes no alcanza el dinero para terminar el mes y dar de comer a sus hijos.
En una palabra, la gente se cobra el quinquenio de un gobierno al servicio de los ricos, la sumisión a una administración europea decidida por la burocracia de Bruselas a las órdenes de Washington y la consecuente entrega de la soberanía nacional, la negación de la cultura francesa, la multitud de errores y contradicciones para enfrentar la pandemia, los evidentes proyectos de la privatización de la educación, del sistema hospitalario y los servicios médicos…En fin, una demasiado larga cuenta que los electores han decidido cobrarse como muestran los resultados de las elecciones legislativas del domingo. Cierto, Emmanuel Macron logró hacerse relegir presidente de Francia gracias al juego ilusionista del trampantojo. Ilusionismo óptico y auditivo para hacer pasar como medidas populares las decisiones que empobrecen más a los pobres y merman el poder adquisitivo de una clase media desfavorecida día tras día. Ilusionismo de promesas que se renovaron idénticas después de un quinquenio sin cumplirlas.
Los votantes le renovaron la elección como Presidente, pero sin darle la mayoría absoluta de diputados necesarios para dirigir la Asamblea de Naciones y hacer aprobar los proyectos. El problema, de paso, es que nadie pudo saber cuáles eran esos proyectos.
Ilusionismo siempre durante una campaña donde no hubo campaña. Dar la ilusión de dirigir toda Europa, de resolver la guerra en Ucrania, de enfrentar a Putin, para hacer creer en una agotadora multitud de ocupaciones internacionales (no faltó la fotografía de Macron con la barba crecida, sin tiempo ni para rasurarse) dignas de su altura, lejos de las inquietudes populares de la vida cotidiana. La com
, la comunicación ante todo. Ocuparse en dar la buena imagen políticamente correcta, en vez de cumplir las promesas, resolver los problemas y realizar los proyectos, palabras en lugar de actos.
Un quinquenio nacido muerto y una figura espectral de un Presidente usado y raído. Exigencias, del pueblo al Ejecutivo, de un verdadero y profundo cambio en su gestión de la vida nacional.
Primera vez en la Quinta República, originada por el general De Gaulle, que un presidente recién electo o relecto no obtiene la mayoría requerida en la Asamblea para gobernar.
Alguien puede preguntarse cuál es la lógica de los votantes que lo eligen presidente y le impiden llevar a cabo su programa, si programa hay. Ajuste de cuentas y desconfianza absoluta en Macron. Otorgarle un poder sin cortapisas era correr el grave riesgo de dejarlo seguir gobernando a su antojo. Ejemplos sobran: privatizaciones, aumento de la edad para obtener la jubilación y tantas medidas que no responden a las esperanzas de la población.
La nueva Asamblea elegida va a hacer muy difícil, si no imposible, el ejercicio del gobierno. Ninguna mayoría es posible sin obtener el apoyo de diputados que pertenece a la oposición. ¿Cómo hacer pasar reformas sin poder hacerlas aceptar por quienes votan?
Una recién elegida ha causado sensación. Se trata de una notable mujer que ejerce el empleo de sirvienta. Tanto más notable porque se expresa con la más grande naturalidad y confiesa que ni siquiera consigue pronunciar correctamente la palabra député
. Cuando se piensa que el presidente de esta Asamblea acaba de perder su propia relección, las cosas prometen mañanas llenas de sorpresas.
Hoy, los llamados a la renuncia de la primera ministra Elisabeth Borne se multiplican. ¿Qué va a hacer Emmanuel Macron? ¿Cómo logrará sobrevivir a la caída cuando no se es mago ni dios Júpiter? El rey quedó desnudo.