Fuente: https://periodicogatonegro.wordpress.com/2021/09/11/el-estado-es-un-montaje-la-vida-que-ellxs-quieren/ La clase política pretende, una vez más, convencer a la población de que es como nosotres, de que pretende las mismas cosas, de que vive como nosotres, como personas comunes y corrientes. Y al parecer le sale bien, ya que la mayoría de las personas que nos rodean volverán a delegar sus vidas en esos rostros sonrientes y luminosos que nos muestran en las boletas, carteles, gigantografías y shows de televisión. Pero ¿realmente queremos la misma vida que quieren ellxs?
¿Dónde viven estos personajes que dicen que saben lo que necesitamos? ¿Dónde comen todos los días? ¿Limpian sus casas, sus platos, sus ropas? ¿Viajan en el mismo transporte público que nosotres?
La clase política junto a sus cómplices: empresarixs, terratenientes, curas, jueces, policías, nunca va a soltar sus privilegios, los cuales se sostienen gracias a la explotación del pueblo. Se sostiene gracias a que nos levantamos todos los días y vamos a trabajar, entregando nuestra vitalidad a cambio de un salario que nunca alcanza. Se sostienen gracias a las causas armadas que hacen que les pibis terminen en cana. Se sostiene gracias a las deudas que acumulamos mes a mes para pagar el alquiler o tan solo comprar comida. Deudas con el banco, deudas con amigues, con familiares, con prestamistas, con el Estado. Nos endeudamos, luego existimos.
Es por eso que siempre va a existir el gatillo fácil, los desalojos y las cárceles. Nunca va a cuestionar el accionar de su brazo armado y si lo hace es una cuestión estratégica en casos puntuales que pronto logra sacar de la memoria colectiva. Porque es ese brazo armado el que se mete dentro de los barrios y vigila a les pibis, tranza con los narcos, punteros, barras y patotas sindicales, y que gestiona la trata. Es la yuta la que cumple un papel fundamental en el sostenimiento y reproducción de los privilegios de quienes nos gobiernan.
Nunca nos van a decir que todo lo hacen por sus intereses, que las mejoras salariales, los bonos o cualquier medida económica que “ayude a las personas generando digno empleo”, es solo para fomentar el consumo y por ende aumentar sus ganancias.
Explotan la tierra para sacar de sus entrañas minerales y ponerles precio, envenenando el agua, contaminando el aire, condenando la vida. Hacen arder bosques enteros, selvas, animales, plantas, todo por sus negocios inmobiliarios. No son como nosotres y nunca van a serlo.
Miremos a nuestro alrededor y veamos quiénes nos ayudan en la cotidianidad. Somos nosotres, les vecines, les amigues, y no sus discursos armados por especialistas en marketing, sus asesores de imagen, sus mentiras, sus boletas, sus gigantografías, sus campañas, sus minutos de radio y televisión que no son más que la justificación del espectáculo democrático en el cual sobrevivimos. Espectáculo dictaminado por las inmutables órdenes del Estado/Capital, ese montaje que los verborrágicos defensores del orden mercantil quieren separar, pero que es indivisible por ser el Estado (formación política del Capital) la contracara del Capital (formación económica del Estado).
Negación, rechazo, descreimiento y odio ante tanta miseria planificada y tanta retórica endulzante. Volver a oír siempre será una opción. Siempre está latente el filoso susurro que les cortará el cuello: “Dejar de esperar es, de un modo u otro, entrar en la lógica insurreccional. Es volver a oír, en la voz de nuestros gobernantes, el ligero temblor de terror que nunca les abandona. Pues gobernar no ha sido nunca otra cosa que retrasar mediante mil subterfugios el momento en que el pueblo les colgará. Todo acto de gobierno es tan solo un modo de no perder el control sobre la población”.
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