Fuente: Iniciativa Debate/Domingo Sanz
¿Recuerda usted aquellos tiempos en los que, junto a Fernando Simón, aparecían tres uniformados del máximo nivel en las ruedas de prensa de cada día?
Pues no hace ni un mes que desaparecieron. Fue el 25 de abril. Por cierto, que qué bonitos son los claveles y que emocionante su recuerdo, disculpe el cariño hacia otros compañeros de armas.
Pero no solo nos olvidamos de hechos aislados, sino también de las concatenaciones entre acontecimientos.
Apartados los militares de las pantallas del Mando Único, tardó muy poco en ver la luz una operación de promoción de Robles para sustituir a Pedro Sánchez en La Moncloa que hasta la propia ministra tuvo que negar, aunque pareció que lo hacía “tres veces”, como aquel, y no seré yo quien diga que el hijo de María, la virgen, y Pedro Sánchez se parezcan en algo. Pero lo cierto es que Margarita se dejó querer demasiado durante lo que no era sino una insinuación orquestada por la derecha de toda la vida, que para ayudar a neutralizarla batió récord de lecturas un extraordinario artículo de Esther Palomera.
Y otro detalle también relacionado, y del que solo podemos percatarnos si buscamos por algún rincón de nuestra memoria que aún esté libre de coronavirus, es que los estimuladores de golpes de estado de los de verdad, como los que Margarita Lee numera con detalle en su muy divulgado artículo del 17 de mayo, solo han salido a la calle a montar ruido contra el gobierno cuando las fuerzas armadas han tenido que abandonar la primera línea de fuego mediático en la lucha contra la pandemia.
Les da lo mismo, a los Abascal, Cayetana, Ayuso y a otros que también animan, pero no tan personalmente, que ayer, día 21 de mayo, fueran 482 y 52, respectivamente, los nuevos infectados y muertos por la pandemia mientras que, en las 24 horas anteriores a la fecha en la que el Mando Único decidió acabar con los informes en directo de la Operación Balmis, los infectados hubieran sido 6.740 y 367 los muertos. Es decir, catorce y siete veces más. O, lo que es lo mismo, que hayamos mejorado en las mismas proporciones desde que la prensa perdió impagables ocasiones de informar de meteduras de pata y las redes cantidad de chistes para sobrellevar los confinamientos.
Pero a los animadores de las caceroladas les importan un bledo las víctimas, porque de nuevo huelen a sangre fresca de gobierno rojo con las heridas del hambre que se va adueñando del noticiero de cada día.
Son gentes que siguen sin aprender a no gobernar cuando las urnas les dan la espalda, tal como sus antepasados no aceptaron perder las elecciones de un febrero aún republicano y que hoy promueven la protesta colectiva, tienen todo el derecho, solo faltaría, aunque debería investigarse si mientras, entre ambientes de su confianza pero armados, están cultivando con disimulo la especie de que retirar a los generales del telediario no fue sino una derrota ordenada por este gobierno formado, gritan cada día más, por los enemigos de la única España que tienen en sus cabezas.
¿Por cierto, señor Casado, tiene algo que ver el “no” del PP a la prórroga del Estado de Alarma” con esa ausencia de militares en las ruedas de prensa? Es que son dos hechos reales que también han coincidido bastante.
El gobierno debe reaccionar inmediatamente.
Sánchez, Robles mediante, tiene que ordenar a los militares que se movilicen para aportar todos sus recursos, humanos y materiales, y que se pongan a disposición de la Cruz Roja, de Cáritas, de muchas asociaciones vecinales y de otras ONG para sumarse a los voluntarios y voluntarias que están dando la cara y todo lo que tienen para que las nuevas víctimas puedan seguir cantando el “Resistiré” también durante esta otra pandemia, un mal que se extiende en silencio porque da vergüenza y tampoco se cura en hospitales. Son la pobreza y el hambre sin contemplaciones.
Un dolor al que nunca llamarán “guerra” porque no interesa.
Quiero saber que los jefes militares están pidiendo al gobierno salir a la calle para ayudar a los cientos de miles, quizás millones, que necesitan que alguien les salve en nombre del mismo Estado al que han estado pagando sus impuestos, también para mantener al Ejército. Para informar de su intervención en esta lucha por la vida no me importa que regresen a las ruedas de prensa.
Y también estoy convencido de algo más. Ya sé que no es la solución real, pero evitar males mayores es necesario cuando estamos en peligro.
Si los militares se implican contra el hambre que se extiende, desaparecerá de las calles ese otro “ejército” que las recorre, mirada solo al frente y ruido, mientras una señora busca y rebusca, hasta donde puede, entre la basura.
Seguro que usted se lo imagina perfectamente.