El Destino Manifiesto Como Mito (Parte I)

Fuente: https://www.telesurtv.net/bloggers/El-Destino-Manifiesto-Como-Mito-Parte-I-20200820-0003.html?utm_source=planisys&utm_medium=NewsletterEspa%C3%B1ol&utm_campaign=NewsletterEspa%C3%B1ol&utm_content=35  Pablo Jofre Leal                                                                              20 agosto 2020

En el caso de Estados Unidos, este concepto de Destino Manifiesto aparece, por primera vez, en un artículo del periodista John O´Sullivan titulado “Anexión” (como apoyo teórico a la incorporación forzosa de Texas al joven Estado norteamericano) publicado en la Revista Democratic Review en la ciudad de Nueva York, el año 1845, donde afirma “El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente, asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino” Megalomanía que se amplia en el conflicto entre Estados Unidos y Gran Bretaña por Oregon donde O´Sullivan señala “…y esta demanda está basada en el derecho de nuestro destino manifiesto a poseer todo el continente que nos ha dado la Providencia para desarrollar nuestro gran cometido de libertad y autogobierno”. Enorme similitud entre la práctica del imperialismo y el sionismo.

El Destino Manifiesto Como Mito (Parte I)

La influencia del concepto y práctica del “Destino Manifiesto” se expresa a lo largo de la historia estadounidense: en su cultura popular, mass media, en el aparato político-militar. El ex presidente Theodore Roosevelt en el mensaje anual a la nación en el año 1904 expresó “Si una nación demuestra que sabe actuar con una eficacia razonable y con el sentido de las conveniencias en materia social y política, si mantiene el orden y respeta sus obligaciones, no tiene por qué temer una intervención de los Estados Unidos. La injusticia crónica o la importancia que resulta de un relajamiento general de las reglas de una sociedad civilizada, pueden exigir que, en consecuencia, en América o fuera de ella, la intervención de una nación civilizada y, en el hemisferio occidental, la adhesión de los Estados Unidos a la llamada Doctrina Monroe puede obligar a los Estados Unidos, aunque en contra de sus deseos, en casos flagrantes de injusticia o de impotencia, a ejercer un poder de policía internacional”.

Hablar de esta filosofía, es dar cuenta de uno de los mitos fundacionales de Estados Unidos, en que su cuerpo dirigente y con ello la influencia ejercida sobre su sociedad, se explica la manera en que entienden cuál es su lugar en el mundo y la forma en que se deben relacionar con el resto de los pueblos. Desde los llamados padres fundadores y las trece colonias hasta este año 2020, el Destino Manifiesto ha mantenido la idea, como eje central, que Dios eligió a los Estados Unidos para ser una nación superior en todos los ámbitos, principalmente: político, económico, militar, como estandarte de valores en el campo de la democracia, la vida social, la moral y otros elementos, que pueblan este mito profundamente supremacista y de corte ultranacionalista.

La manifestación más evidente de esta doctrina, en el caso de Estados Unidos, parece estar en el campo de la política, pero su esencia es profundamente religiosa y tiene su comprobación en el hecho, que los colonos ingleses en la Costa Este del territorio que sería Estados Unidos eran intensamente religiosos, puritanos (una rama del protestantismo) con una vía comunitaria y con expresiones en el campo de la política con apego a normas morales muy estrictas convencidos que ese “Nuevo Mundo” (América) era la “Tierra Prometida” donde cumplirían la misión encomendada por Dios. Es decir, un cometido para un “pueblo elegido” entre todos los pueblos del mundo.

“Con la independencia de Estados Unidos los colonos de origen inglés van a secularizar al máximo la doctrina, que acabará determinándose como lo que actualmente conocemos como Destino Manifiesto (o bien destino patente o evidente). Una de las principales justificaciones para el expansionismo estadounidense, se fundamenta en esta idea de origen religioso: los Estados Unidos deben civilizar a todas aquellas razas o naciones consideradas réprobas por su pobreza, por su situación de caos a cualquier nivel, por su incivilización o por representar un peligro para la seguridad de la nación norteamericana. Asimismo, el “self-made man” (“el hombre que se hace a sí mismo”) se convirtió en el modelo norteamericano porque representa al inmigrante que obtiene el éxito a través del trabajo duro, de la competencia con otros y, sobre todo, rindiéndole cuentas a Dios (1).

Una diferencia fundamental entre esta idea de Destino Manifiesto con el ideal sionista, que surge a fines del siglo XIX en Europa radica en que esta última idelogía, forjada en los salones políticos de multimillonarios ingleses imbuidos de apetitos de expansión imperial, aprovecharon para ello ciertas ideas religiosas ancladas, aparentemente, en el judaismo. Eran, en realidad, personeros ligados al imperialismo británico, ateos, convencidos de ejercer un dominio político y para eso explotaron el vínculo con el judaismo para generar una doctrina centrada en un apócrifo Destino Manifiesto, endulcorado con ideas tales como hacer de Palestina un falso hogar nacional judío. Volver a Sión, sostenian estos mercaderes de una política de colonización forzosa. Una idea basada en falsedades, de alentar  una “aliá” un retorno a Sión convocada por una creencia mitológica, ya que Palestina era “una tierra sin pueblo (invisibilizando al existente pueblo palestino) para un pueblo (judío) sin tierra”. Una falsedad que forma parte de los mitos fundacionales del que sería, a partir del año 1948 el nacimiento de la entidad denominada Israel.

En el caso de Estados Unidos, a fines de 1945, coincidiendo con el término de la Segunda Guerra Mundial (SGM), este país del norte del continente americano, concentraba las tres cuartas partes del capital invertido en el mundo, y las dos terceras partes de su capacidad industrial, mostrándose, con esta “carta de presentación” como un país frente al cual nadie podría, aparentemente, oponerse y poner freno a sus afanes de riqueza «El pueblo norteamericano era más rico y estaba mejor alimentado que los pueblos europeos, superándolo por el doble en la renta per cápita. Y al mismo tiempo eran la primera potencia militar del mundo expresado en su presencia mundial» (2).

Dotados de armamento nuclear, que usaron en dos ocasiones  contra las ciudades de Hiroshima y nagasaki el 6 y el 8 de agosto del año 1945, mantendrían ese monopolio hasta que la URSS pudo poner en funcionamiento su propio arsenal atómico. Su participación en el conflicto mundial y la subsiguiente conformación del mapa de dominación mundial hicieron imposible volver a esa política de Aislacionismo que había marcado gran parte de la historia de las relaciones internacionales estadounidense. Claro está que hablamos del plano exterior a América pues en este continente sus intervenciones se manifestaron también el siglo XIX en México – conquistando los actuales estados de California, Utah, Nevada, Arizona y Nuevo México – y derivado de su guerra oportunista contra España el año 1898 significó la adquisición de loas territorios  ultramarinos de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas. Y en la primera mitad del sigo XX se expresó en sus invasiones y apoyo a golpes de estado y dictaduras en Cuba, Nicaragua y El Salvador. Todo ello encuadrado en la llamada Doctrina Monroe, que era el destino reservado por la política estadounidense a los pueblos de América.

En tanto que los restantes participantes de la contienda mundial entre los años 1939-1945 habían quedado exhaustos y deshechos en sus infraestructuras económicas, el gigante norteamericano se presentaba al mundo como uno de los referentes, capaz de enfrentar a otro de los grandes vencedores de la SGM: la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La guerra significó un enorme y productivo negocio para los Estados Unidos, que incrementó sus ingresos por venta de productos, en todas las ramas de la economía en proporciones colosales. Pero, sobre todo, consolidó una industria que es el pivote de su economía, hasta el día de hoy: la industria militar a través del fortalecimiento del llamado complejo militar-industrial, que signa  la estrecha relación entre el mundo político, las empresas de la industria privada, las empresas públicas y el mundo militar.

A fines de la SGM, sólo los Estados Unidos parecían ser los llamados a dominar el mundo, a encabezar a lo que suelen denominar “el mundo libre” aunque éste se encuentre bajo la influencia de Washington. Es la expresión de esta idea del Destino Manifiesto de Estados Unidos, que el análisis del periodista e historiador Allman T.D en su libro “Unmanifest destiny: Mayhem and illusion in American foreign policy–from the Monroe doctrine to Reagan’s war in El Salvador” (1984) reseña con claridad en su texto “Unmanifest destiny” consignando que el vacío de poder que se produjo en gran gran parte del mundo, fundamentalmente por la división y la debilidad Europea, además de la expansión principalmente ideológica y territorial de los soviéticos hacían necesario replantearse la manera de hacer política exterior, en un país, donde hasta entonces la situación de dominio no pasaba por una presencia territorial en forma exclusiva. No en balde es el inicio de la conformación de una red de bases militares en el mundo que conforma hoy un número de 800 bases en los cinco continentes.

Efectivamente, una de las consecuencias más importantes derivadas al término de la SGM, desde el punto de vista de la nueva correlación de fuerzas surgidas tras esta contienda, fue el paso de Estados Unidos de ser una Potencia, importante pero no de alcance global,  a convertirse en una superpotencia en todos los ámbitos y regiones del planeta. Consolidando la filosofía que anima este país del llamado destino manifiesto. El problema radicaba en que los norteamericanos carecían de visión de lo que significaba su nuevo papel, por lo que transformaron el anticomunismo dentro y fuera de sus fronteras en una ideología, en una manera de enfocar las relaciones internacionales a partir de un objetivo que les parecía planteado: Ser el adalid de la democracia, los defensores de la libertad individual y colectiva de los pueblos, los cruzados en la lucha contra el peor de los regímenes, aquel que negaba la posibilidad de la libre empresa y el libre mercado.

Un modo de vida basado en la voluntad de la mayoría, y que se distingue por poseer instituciones libres, gobierno representativo, elecciones libres, garantías a la libertad individual, libertad de expresión y de religión» Ideas  amplificadas universalmente a pesar que gran parte de ellas le son negadas, en su propio suelo, a millones de negros, latinos y otras minorias, que suelen  y con menores posibilidades de ascenso social. Tras ese enemigo se escudó una política exterior, que durante 45 años mantuvo las banderas del anticomunismo, hasta el colapso del campo socialista.

Tras ese derrumbe de su enemigo por casi medio siglo, Estados unidos y su complejo militar-industrial se dieron a la tarea de buscar nuevos enemigos, necesarios para mantener en actividad la industria de la guerra. Estados Unidos necesitaba encontrar “Estados canallas” “Estados parias” “Enemigos  de la libertad” . Quoien busca encuentra afirma la máxima popular y Washington lo encontró  ahora disfrazado del mundo del islam, narcotráfico, mafias internacionales, crimen organizado, explosión demográfico, inmigrantes, terrorismo. La mirada de este Destino Manifiesto requiere establecer el vínculo entre lo que se denomina, el carácter nacional del pueblo estadounidense y su política exterior, sobre todo en uno de esos componentes: el Pragmatismo, a la hora de resolver el juego internacional que se iba presentando. Tal es el caso de la intervención en la Guerra de Corea, que muestra a unos Estados Unidos que ha abandonado ya la política de colaboración con la URSS, un enemigo ya declarado tanto en los discursos de Churchill en Fulton, como en la propia orientación programática exterior de los EE.UU a partir del llamado Artículo X de George Kennann, base de la política de contención al comunismo.

Los Estados Unidos, terminada la SGM, abandonaron deliberadamente la política de colaboración con la ex URSS, rechazando la noción de esferas de influencia en Europa Oriental, y trató de imponer su concepto de democracia estadounidense, con el fin de aumentar así su propio poder político y económico. Al profundizar en la lectura del libro de TD Allman nos podemos dar cuenta, que no estamos tan lejos de lo acertado de nuestro planteamiento, toda vez que tanto Allamn como otros autores de la corriente revisonistas, citan constantemente a Kennan y sus continuos exámenes del famoso telegrama largo, como una de las pruebas que da cuenta de nuestra afirmación que la esencia de la Guerra Fría tuvo en su desarrollo una suerte de permanente equivocación, falsas interpretaciones, errores de cálculos tanto de soviéticos como de Estadounidenses acerca de las intenciones del contrario.

Allman cree ver en la actitud  de los soviéticos, debilitados por la devastación de la guerra y preocupados por su seguridad intramuros, un temor de que Estados Unidos se empeñara en una política de dominación ideológica y militar – cuestión que a la luz de la historia no estaba tan lejos de lo que realmente sucedió – Por otro lado, los USA y sus aliados creían ver en la URSS, una especie de Leviatán que pretendía la ruina del capitalismo y la imposición del comunismo en todo el continente. No es raro entonces que en 1947, Truman, al mismo tiempo que solicitaba fondos al Congreso para ayudar a Grecia y Turquía de la «Amenaza Comunista » declarara que los Estados Unidos ayudaría a todo aquel que estuviera sujeto a las presiones de los comunistas fueran ellas internas o externas. Esta política junto con la idea de contener a la URSS revistió la forma del conocido Plan Marshall para la reconstrucción económica de Europa.

1. http://sepiensa.org.mx/contenidos/historia_mundo/siglo_xx/eua/destino_man/des_man1a.htm
2. Adams Willi Paul. » Los Estados Unidos de América «. Siglo Veintiuno editores. Madrid, España. 1992

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