El coste de la monarquía va más allá de lo económico

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La monarquía no sólo nos ha costado dinero. Los continuos episodios y atropellos del emérito y sus familiares a la sociedad española provocan un sentimiento republicano cada vez mayor.

El origen de la actual monarquía y la razón por la que ahora se encuentra en la posición en la que está se conoce especialmente bien: el dictador y su afán por mantener el statu quo del momento le llevó a dejar al actual emérito a cargo del Estado. Al trabajador de Don Juan Carlos, durante años, se le ha atribuido todo tipo de méritos y hazañas de elevada dificultad, tales como hacerse cargo de la pacífica transición que, por lo que fuera, dejaba a unos peor parados que a otros teniendo en cuenta los casi cuarenta años de dictadura que los españoles habían soportado. No obstante, a pesar de no tenerlas todas consigo, tal y como admitía Adolfo Suarez en una entrevista al decir que los sondeos indicaban que los españoles preferían una república, el Rey sacó fuerzas de donde apenas tenía de tanto trabajar y logró construir un imperio. El problema es que fue suyo y no del resto de españoles.

Un repaso de los episodios más vergonzosos de la monarquía

Echando la vista atrás, el coste de la monarquía, además de los millones que por algún despiste se han quedado por el camino, nos ha salido un poco cara para la poca gracia que nos hace a algunos de nosotros. Más allá de que todavía mantengamos un sistema medieval que transmite el cargo por consanguinidad y la jefatura del Estado no sea electa, cosa que a algunos les parecen minucias, las vergüenzas que hemos pasado con un señor que caza elefantes, entre otras muchas actividades lúdicas y que parecen costumbre dentro de la familia, no deberían ser parte de la labor que el dictador les encomendó.

La cacería de elefantes de Botswana, uno de los episodios más famosos de Don Juan Carlos en el que pedía disculpas después de romperse la cadera mientras mataba por placer a un pobre animal, se producía también cuando, por destino o mala suerte, su yerno Iñaki Urdangarín afectaba a la imagen de la Casa Real —y por tanto a la de España— desde hacía ya un año por su imputación en el caso Noos. Además, una semana antes, su nieto Froilán, otro conocido por sus proezas, también protagonizaba un incidente con una escopeta en el que se disparaba un pie.

Paco Campos / EFE

Conforme el tiempo ha ido pasando y los casos de corrupción se han ido destapando, muchos de nosotros hemos perdido la esperanza en que nuevos casos dejen de aparecer en algún momento. Cada cierto tiempo encontramos otra cuenta más en un paraíso fiscal, alguien que pretende tirar de la manta o una huida del país acompañada por el propio gobierno y con el beneplácito de la derecha. De hecho, ahora que las navidades se acercan, qué menos que volver a España para contar sus andaduras por Oriente a la familia después de quince meses de más vacaciones mientras el resto tenemos que aguantar la jornada laboral más dura de Felipe VI elaborando su mensaje de navidad.

Independientemente de su huida, las inyecciones de las que hablaba Villarejo hace escasos días por «su exceso de libido», las numerosas cuentas en Suiza y paraísos fiscales, su relación con Arabia Saudí y demás regímenes totalitarios, el despilfarro de toda una familia cuyo deporte estrella es hacerse cada vez más ricos, las polémicas con Corina y los 76 millones de dólares regalados y la herencia franquista que porta toda su figura y quienes les rodean, la vergüenza que a nivel internacional provocan es lo que quizá más nos cuesta. Algo imposible de tasar pero que, desde luego, deja al país en una situación de indigencia democrática que obliga a mirar al suelo cada vez que algún extranjero comenta el tema. Especialmente ahora, que años después de la «modélica transición» y de la que tanto se habló, ha quedado en evidencia que lo que en su día se celebró como un proceso pacífico era, en realidad, el mantenimiento de un régimen con una careta distinta.

Además, la inmunidad de la que goza el jefe del Estado juega un importante papel en todo ello y quienes casualmente están en el poder y se dicen de izquierdas no parecen muy motivados a la hora de acabar con lo que precisamente permite este tipo de prácticas. Sin el apoyo institucional y la complicidad de buena parte de la sociedad civil que permite el ninguneo de toda la monarquía, tantos casos seguidos de evasión fiscal y demás ilegalidades no serían posibles porque existiría una oposición acorde a los atropellos cometidos contra España. La patria de la que dicen sentirse orgullosos no es otra que el dinero.

Politólogo. Cofundador y coordinador de equipo de The Health Impact.

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