Fuente: https://www.telesurtv.net/opinion/El-companero-Diego-20211006-0029.html?utm_source=planisys&utm_medium=NewsletterEspa%C3%B1ol&utm_campaign=NewsletterEspa%C3%B1ol&utm_content=37 Carlos Prigollini 06.10.21
El jugador que jamás olvidó sus orígenes, fiel a sus principios, amable con los millones de admiradores.
Estamos en una etapa histórica dónde la apariencia o media mentira pueden valer más que la verdad. Mientras la política se frivoliza y sus actores se convierten en personajes de la farándula, observamos que el fútbol – lo más importante de lo menos importante – se politiza cada día más.
El día de hoy se cumplen nueve meses de la ida de Diego Maradona. Denominado por periodistas deportivos, intelectuales, escritores y admiradores directos como un «barrilete cósmico», «hito de la historia del fútbol mundial», o «el más humano de los Dioses», Diego fue no solamente todo eso, sino también un tipo en el que muchos de nosotros nos podíamos reconocer.
Su ex preparador físico Fernando Signorini sostenía que «Diego es muy culto por vivencia propia y por roce y trato con infinitas personalidades, a diferencia de aquellos académicos que recibieron cultura en sus casas de estudios».
Desde el periodismo, quienes militamos la verdad, lejos, muy lejos del periodismo mediático dedicado al amarillismo en nombre de «que se deben a sus televidentes, radio escuchas o lectores», creemos que encontramos en la figura de Diego al personaje que fue más que un mito pasional, un verdadero compañero capaz de decir las verdades y denuncias que muchos omiten por complacencia, cobardía o corrupción.
El jugador que jamás olvidó sus orígenes, fiel a sus principios, amable con los millones de admiradores, festejaba el gol con los hinchas porqué el jamás dejó de considerarse un hincha más de fútbol.
Sus afinidades con las políticas del Che y Fidel las llevó a cabo cuando enfrentó a los burócratas de la FIFA, al igual que sus duras críticas contra los presidentes del Barcelona y el Nápoli. También criticó con absoluto conocimiento de causa al ex presidente Mauricio Macri a quién denominó saqueador y fabricante de pobres.
Amigo de Fidel Castro, Hugo Chávez y Evo Morales, y más allá de críticas despiadadas de los mercenarios con micrófono, supo mantener gran empatía con la camorra napolitana, los gitanos de Sevilla y las barras bravas de Boca Juniors.
Me viene a la memoria los mediodías calurosos de México ’86 y Diego Maradona me parece hoy un personaje de ficción, un verdadero genio que con su prodigiosa zurda paseara sus gambetas para consagrar el segundo campeonato mundial de su país para beneplácito no sólo del pueblo argentino, sino para todos los amantes del fútbol.
Finalmente, el pasado 25 de noviembre del 2020 (el mismo día que murió el comandante Fidel Castro, su gran amigo) llegó la triste noticia.
Hoy, a nueve meses de su partida, y después de 35 años de haber visto la máxima expresión del fútbol, que era la felicidad de los más pobres, de aquellos que por una hora y media olvidaban el hambre y las necesidades gracias a los malabarismos y la efectividad del Diez, puedo arribar a la conclusión que ese ser políticamente incorrecto, sensible a las causas populares, transformado en un irreverente y contestatario al poder de turno, no era sólo el mejor jugador del mundo. Era un compañero nuestro. Era simplemente, el compañero Diego.
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