El alto costo de la mala comida

Fuente: La Jornada                                                                    Silvia Ribeiro*                                                                                 31.07.21

Por cada peso que pagamos por comida industrializada, pagamos otros dos pesos más por los daños a la salud y al ambiente que provoca el sistema agroalimentario industrial. Es un dato tremendo que en el Grupo ETC estimamos a nivel global y revelamos desde 2017 en publicaciones y videos didácticos (https://tinyurl.com/6bwaa997).

Ahora, la conservadora Fundación Rockefeller publica un informe basado en amplios datos estadísticos, que confirma esta relación con análisis de la realidad en Estados Unidos. ( True cost of Food, julio 2021, https://tinyurl.com/ezj93vva).

En ese país, la población gasta anualmente 1.1 billones (es decir 1.1 millones de millones) de dólares en comida. Sobre eso, los gastos generados por la producción, distribución y venta de comida industrial en atención a la salud, daños ambientales, erosión de suelos, contaminación de agua, deforestación, destrucción de la biodiversidad y emisión de gases causantes del cambio climático, así como costos sociales por trabajo infantil, salarios de hambre, enfermedades ocupacionales y falta de beneficios laborales, suman 2.1 billones de dólares adicionales. Costos que son pagados por el erario, es decir por la propia población.

De ese total de 2.1 billones de dólares anuales de gastos que genera la cadena agroindustrial, los de atención a la salud, daños ambientales y a la biodiversidad son 99 por ciento.

Es un subsidio mayúsculo e invisible a las empresas trasnacionales que dominan la cadena agroalimentaria industrial para seguir produciendo alimentos industriales y transgénicos, con glifosato y otros agrotóxicos, para seguir con grandes criaderos de cerdos, pollos y vacas que provocan epidemias, deforestación, contaminación de aguas y destrucción de biodiversidad en los campos, para seguir con la producción de alimentos ultraprocesados y con exceso de grasas, sal y azúcares, que las empresas llenan de conservantes, texturizantes, colorantes, saborizantes y otros químicos para que soporten largos transportes y mayor tiempo sin mostrar pudrición en supermercados y para engañar con sabores artificiales y adictivos a los consumidores.

Además de dar cuantiosas ganancias a las trasnacionales, el sistema agroalimentario industrial, está estrechamente ligado a las enfermedades que son las principales causas de muerte en el mundo. Un informe de la OMS publicado en diciembre 2020, muestra que de las 10 principales causas de defunción en el mundo siete son enfermedades no trasmisibles (o sea, no contagiosas). Las principales son enfermedades cardiovasculares causadas, por ejemplo, por exceso de colesterol, hipertensión, varios tipos de cáncer principalmente digestivos y enfermedades renales. Destaca la OMS la entrada de la diabetes a la lista de las 10 principales causas de muerte, dolencia que aumentó en 70 por ciento a escala global entre los años 2000 y 2019, y en 80 por ciento como causa de muerte entre los hombres (https://tinyurl.com/4xkz9yya). Todo esto en el contexto de una pandemia global de obesidad, desnutrición y malnutrición que sufre más de la mitad de la población mundial.

Solamente 24 por ciento de las principales causas de muerte a escala global son enfermedades contagiosas y de ellas, más de dos terceras partes son de origen zoonótico, la mayoría originadas a partir de la cría industrial confinada de animales, como por ejemplo la gripe aviar y la gripe porcina (H1N1).

Justamente una de las cosas que esta pandemia ha puesto sobre la mesa es la estrecha conexión que existe entre la alimentación y las enfermedades. La gran mayoría de los casos graves y de muerte con Covid-19, han sido personas con comorbilidades como obesidad, diabetes, hipertensión, problemas cardiacos, colesterol alto y otras afecciones cardiovasculares, además de edad avanzada y problemas respiratorios.

Las pocas décadas en las que se ha globalizado el consumo de comida industrializada han llevado a una crisis de los sistemas inmunológicos de la gente y los animales, que nos ha dejado muy debilitados frente a nuevas enfermedades infecciosas.

Esta situación es aún peor en México. En 2019, El Poder del Consumidor reportó que 88.8 por ciento de las defunciones fueron por problemas de salud, con un alto porcentaje de obesidad, diabetes, hipertensión. México es donde más se vende comida ultraprocesada y refrescos azucarados en América Latina (https://tinyurl.com/nhv6yvbk).

Un tema que no es individual, sino sistémico y se debe encarar como tal. El sistema alimentario agroindustrial, desde las semillas al plato, es un generador de enfermedad y es causa mayor de destrucción ambiental, pero pese a ello, subvencionamos a las empresas que lo dominan pagando el triple del costo de la comida.

Es el mismo tipo de empresas que ahora están en juicio contra el decreto oficial que instruye a buscar alternativas al glifosato, para defender su derecho a seguir poniendo veneno en nuestros alimentos. Por la salud de la gente y de la naturaleza, tenemos que sacarlas de nuestra comida, recuperar un sistema alimentario sano, sin químicos, basado en la producción campesina, mercados locales y diversos, con comida que alimente en lugar de enfermar.

* Investigadora del Grupo ETC

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