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EE.UU.: Las tácticas de supresión del voto de los republicanos. Entrevista con Stacey Abrams
04/04/2021
Y cuando se presentó a gobernadora en 2018, Abrams convirtió la supresión del voto en centro de su campaña, poniendo de relieve el modo en que Norteamérica omite cumplir la promesa de su democracia al negarle el derecho a votar a muchos de sus ciudadanos que reúnen los requisitos para hacerlo.
Hoy han estallado muchas de esas cuestiones que Abrams ha ido suscitando y que se encuentran en el centro de la política norteamericana. El periodista Sam Levine, de The Guardian ha hablado con Abrams, de quien se espera de modo amplio que vuelva de nuevo a presentarse a gobernadora el año que viene, sobre este momento singularmente peligroso de la democracia norteamericana.
¿De qué manera lo que hoy vemos es semejante y distinto a lo que hemos visto en el pasado?
La arremetida coordinada de proyectos de ley para la supresión del voto no constituye la norma.
Lo que ha sucedido en los últimos quince años ha sido una progresión regular en la que hemos visto aprobar proyectos de ley en múltiples parlamentos de los estados durante ese tiempo. Y se trataba claramente de supresión del voto, pero como algo que va cociéndose poco a poco. Es esa terrible analogía de la rana en el agua cuando el agua empieza a hervir. A menos que te dediques a ello, o a menos que le prestes atención, con gente como yo que lo vigila, se trata de algo bastante invisible para un ojo no avezado el que la supresión del voto se haya ido propagando por todo el país, sobre todo más allá de los confines del sur.
Lo que resulta tan notable de este momento, lo que es tan desconcertante, es que no lo esconden. No se intenta fingir que la intención no sea restringir el voto. El lenguaje es distinto. Recurren al velo, recurren a la farsa del fraude electoral para justificar sus acciones. Su nuevo término técnico es integridad electoral. Pero se trata de una palabra o una frase risible. Se ha concebido basándose en algo que es todo menos una cuestón de integridad. La verdad de la cuestión es que no hay fraude en el voto. La verdad es que han sido las elecciones [de 2020] más seguras que hemos tenido.
Y por lo tanto, su integridad es en realidad insinceridad. Es una respuesta a la gran mentira, a la mentira injustificada, desacreditada y, por desgracia, manchada de sangre, del fraude electoral. Y están respondiendo a ella haciendo en realidad lo que buscaban los asaltantes [del Capitolio], haciendo lo que pedían los mentirosos.
En su opinión, ¿de qué modo se relaciona esto con la raza? ¿Asistiríamos a este tipo de restricciones si no hubiera esa clase de explosión en la participación de los votantes negros que vimos en las elecciones?
Bueno, yo diría que es algo inexorablemente ligado a la raza, pero quiero dejarlo de veras claro. Los votantes negros están en el centro del objetivo, pero lo que está ocurriendo en Arizona, lo que está sucediendo en Florida también es un ataque a los votantes latinos. Es un ataque contra la energía y el entusiasmo de los votantes indígenas norteamericanos. Es un ataque a los votantes asiáticos norteamericanos. Si bien los votantes negros están, por supuesto, en el centro debido a la animosidad histórica que parece existir hacia nuestra participación en las elecciones, aquí también se está atacando a otras comunidades de color. Y estamos viendo que esto se hace con una asiduidad y una atención al detalle que, como antes dijimos, no tiene parangón salvo cuando se miran las actuaciones de la época de Jim Crow [leyes decimonónicas para excluir del voto a la población negra en el Sur de los EE.UU.].
Y además, el corolario es que también se está atacando a la gente joven. Porque no se trata sólo del aumento de los votantes de color. Ha sido el aumento de la gente joven y la polinización cruzada de la gente joven de color lo que yo creo que está generando de modo deshonesto buena parte de esta ira.
Lo que estamos viendo son también proyectos de ley que están destinados a frustrar a la gente joven que entra en posesión del poder que acompaña a la fuerza generacional. Son la cohorte más grande y dieron señales de mostrar esa influencia en las elecciones de 2020. Y lo que estamos viendo ahora es una reacción a eso, una respuesta que los mete en el mismo saco de todos los demás votantes indeseables, y que se mueve primordialmente por razonedes de raza, de edad y de ingresos.
¿Qué implicaciones tendría para nuestra democracia que se aprobaran estas medidas y las ratificaran los tribunales?
Cumpliría la intención exacta de la supresión del voto, que es que excluimos de participar en cómo se traza el rumbo del país a ciudadanos con el debido derecho a ello.
Y no vamos a tener respuestas eficaces a los desafíos que perjudican a las comunidades de color. No vamos a abordar las crisis existenciales a las que nos enfrentamos como nación, como mundo. No vamos a oír diálogos en los órganos legislativos sobre la injusticia racial, sobre la acción climática, sobre la autonomía del cuerpo.
Cuando acordonas y sacas a comunidades enteras de la participación, no sólo silencias sus voces, también se congelan las medidas políticas que han permitido su participación en nuestra vida cívica a mayor escala.
Y aquí reside la cuestión ética mayor. Los hay que dicen: ‘Bueno, vale, esas comunidades salen perjudicadas, es una realidad sombría, no les vamos a mover con eso’. Pero como yo repito una y otra vez, cuando quiebras la democracia, la quiebras para todos. Porque aunque puedas empezar con las comunidades de color y la gente joven y los pobres, hay intersecciones en términos del diseño de políticas que afectan a los que quieren verse beneficiados en estos procesos. Y beneficiados por estas medidas políticas. No se van a detener simplemente en los votantes latinos pobres. Van a atacar a los votantes latinos acomodados que igual necesitan votar de modo distinto por su manera de ganarse la vida.
Cuando quiebras la maquinaria, la quiebras para todo el mundo. Y cuando pasa eso, la durabilidad de nuestra democrcia se ve inconmesurablemente dañada, dejándonos tan vulnerables a los régimenes autoritarios, tan vulnerables a los instintos mayoritarios y tan vulnerables al derrumbe de la democracia como cualquier otro Estado nacional.
El otro día le citaban a usted a propósito de la necesidad de que se hagan visibles las empresas y desempeñen un papel mayor a la hora de tomar postura contra varias de estas medidas en Georgia y en otros lugares. ¿Le ha decepcionado ver la débil reacción de las empresas?
Como alguien que ha trabajado en el parlamento del estado, soy muy consciente de la demora en comprometerse que suele darse en la comunidad empresarial. Y, por lo tanto, no me sorprende la actual reticencia a implicarse. Pero yo voy a desafiar la intención de seguir sin moverse.
Estamos obligados en este momento a pedir que se alcen todas las voces y a que se haga sonar la alarma, no sólo en las comunidades que se ven directamente amenazadas, sino en aquellas empresas que confían en la durabilidad de nuestra democracia.
Ese es mi argumento, el hecho de que de ese azote no puede escapar nadie. Sabemos que las consecuencias de una democracia inconexa, las consecuencias de una falta de participación cívica suponen tener una sociedad civil debilitada. Eso cuesto dinero. Cuando no te comprometes con la gente, cuando tienes la impresión de que te han dejado fuera de la participación, te faltan razones para confiar o para conformarte.
Y eso, para la comunidad empresarial, es un peligro para su cuenta de resultados, ver que crece la disconexión y que se asienta en leyes del estado que en lo esencial lo que le dicen a aquellas poblaciones en aumento es que ‘no son bienvenidas y por lo tanto no vamos a permitir su participación’. Porque si le dices a alguien que no es bienvenido, lo que va a asumir es que no tienes nada más que decirle.
Es peligroso que la comunidad empresarial se quede callada.
Tenemos un Tribunal Supremo conservador, vamos a experimentar otra ronda de “redistricting” [trazado discriminatorio de los distritos electorales] en aquellos estados en los que los republicanos tienen clara ventaja, dando luz verde al uso del “gerrymandering” [manipulación electoral] partidista. Y están las tácticas obstrucionistas en el Senado. Creo que mucha gente ve esto y le resulta muy difícil tener la esperanza de que se pueda arreglar, o de que haya una vía para poder remediarlo. Tengo curiosidad por saber qué ve usted al contemplar estas instituciones y qué debería pensar la gente sobre las mismas en tanto que obstáculos para alcanzar una democracia plena.
Empezaría con la que es la herramienta más eficiente, que son las tácticas obstruccionistas (“filibuster”).
Existe un argumento creíble que puede presentarse, y es que las excepciones que ya se han admitido respecto a las tácticas obstruccionistas deberían aplicarse para proteger la democracia.
Resulta inconcebible que, teniendo en cuenta la amenaza visible y continuada a nuestra democracia, que tuvo su más trágico ejemplo en el asalto al Congreso del 6 de enero, resulta inconcebible que no tratemos la protección de nuestra democracia como un bien absoluto que debería verse exento de la tradicional regla de las tácticas obstruccionistas.
Cualquier otro mecanismo llevará su tiempo. Cualquier otro mecanismo exigirá la inevitabilidad del cambio demográfico. Es esta una iniciativa que garantizará que, más que cien años de Jim Crow, que es a lo que hemos tenido que sobrevivir la última vez que el Congreso abdicó de su responsabilidad, que, más que cien años de inmovilidad, de parálisis y de ignominia, esta sea para nosotros una oportunidad de enderezarlo.
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Traducción:Lucas Antón