Fuente: Portal Libertario OACA http://bibliotecaanarquistaculturayaccion.blogspot.com/ 10 Mar 2021 10:31 AM PST
Durante por lo menos tres cuartos de siglo, en España, el anarquismo fue una fuerza revolucionaria sin igual en ningún otro país del mundo. Allí se dieron todas las afirmaciones y contradicciones, las manifestaciones de solidaridad y traiciones, pasiones y razones, ferocidad y nobleza que mostramos los anarquistas. Acercarse a la rica historia del anarquismo español es beber en una fuente inagotable de buenos y malos ejemplos, de yerros y aciertos, es nutrirse con lo mejor y lo peor de nuestro ideario. En América sólo el anarquismo rioplatense se aproxima a la riqueza del anarquismo español y ellos deben ser siempre el lugar en donde buscar consejo.
¿Por qué fue así en España? España era un país atrasado, con un pésimo sistema educativo, de gobiernos muy débiles, con gran influencia religiosa, de grandes diferencias entre pobres y ricos en el que una gran mayoría de la población, especialmente campesina, estaba destinada a nacer, vivir y morir en la más abyecta miseria. Quizás por el temperamento español, quizás por la pasión de los españoles, quizás por el anacronismo de las estructuras o quizás por aquello que dice Bakunin sólo los que nada tienen que perder pueden convertirse en verdaderos revolucionarios. Pero el caso fue que desde que Fanelli introdujo las ideas anarquistas en 1868, el anarquismo español no hizo sino desarrollarse y conformar uno de los movimientos revolucionarios ejemplares para el mundo, al punto que Ricardo Mella dice conciente o inconcientemente, las doctrinas de Proudhon son el credo hasta el punto que, de una forma u otra, cada español lleva dentro de sí a un federalista y hasta la emperatriz Eugenia leia a Fourier y a los utopistas.
En el anarquismo español se dieron todas las corrientes anarquistas. El federalismo de Proudhon, que fue compartido por algunos republicanos liberales y asentó solidamente la idea de la comuna como base de la nueva organización social; la confianza de Bakunin en el potencial revolucionario de la gente, aunque sea ignorante y viva en la miseria; el optimismo de Kropotkin en la bondad fundamental del género humano, en su progreso, en las posibilidades que abre la educación, que encarnaron Ferrer y Anselmo Lorenzo, uno joven impresor que estuvo entre los primeros seguidores de Fanelli y que llegó a conocer a Marx y Engels.
Muchos años gastaron los primeros apóstoles de la Idea, como se la llamaba, reuniendo voluntades y tratando de organizar a campesinos, artesanos, obreros, siempre perseguidos por la dupla Estado-terratenientes, enarbolando contra ellos la bandera de que la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los propios trabajadores. En esa marcha, fueron muchas las huelgas, los presos, las torturas, muchas veces la vida en clandestinidad. La lista de héroes y traidores, de hechos notables y vergonzosos es interminable. Como la insurrección de Alcoy, en 1873, en donde una huelga en pos de las 8 horas de trabajo culminó con el incendio de las fábricas de papel, el asesinato del alcalde y en la que los anarquistas marcharon con las cabezas de los policías asesinados y que fue una verdadera señal de alarma de la fuerza del movimiento. Personajes como Sanchez Román, Salvochea o Lorenzo que marchaban por toda España difundiendo el ideal libertario, viviendo como monjes en su frugalidad, no fumaban, no bebían, no jugaban, honestos, inquebrantables. Los hubo fieles a una mujer, la compañera, como Lorenzo o solteros como Salvochea, que nunca pronunciaban la palabra Dios. Y también los hubo como Ferrer, con un encanto natural que lo hacía irresistible a las mujeres y a las que él tampoco se resistía.
Pero lo más notable fue la recepción que tuvo el mensaje en los obreros y campesinos, principalmente en el Sur de España. Gracias a la acción de estos impulsores del anarquismo y a los cientos de octavillas y folletos que se publicaban, a las que los obreros leían en la noche, a la luz de las velas de las barracas y transmitían a los analfabetos Con ellos se inició el proceso de organización que tuvo un hito en 1911, cuando en Barcelona se fundó la Confederación Nacional del Trabajo, la CNT, aunque no pudo operar legalmente hasta 1914. Las huelgas que desató entre 1917 y 1923, al frente de sus 750.000 afiliados, constituyeron casi una guerra civil. En el seno de la confederación se debatían los modos de organizar al movimiento obrero, las relaciones con las otras asociaciones como la central socialista UGT, el enorme problema que planteó el triunfo de la Revolución Soviética y la posición a adoptar frente a ella, al par que se enfrentaban con los intereses patronales, sus fuerzas paramilitares y la represión estatal. Toda España se vio afectada por estas acciones, discusiones, pero en ninguna parte como en Barcelona.
En 1923 se instala la dictadura del Gral. Primo de Rivera, en cuyo manifiesto se lee: Liberar a España de los profesionales de la política, de las desdichas e inmoralidades que empezaron hace 30 años y amenazan a España con un fin próximo. Los militares han sido el único y débil freno y los que llevaron las costumbres a un ética sana. A la dictadura se adhirieron y pactaron los movimientos socialista y la UGT. Por eso decía que la historia de los movimientos anarquistas de España tanto enseñan, porque esta proclama no es muy diferente a la que escuchamos en los programas semanales de radio, TV e innumerables cadenas por parte de nuestro Iluminado, como lo creyó ser Primo de Rivera. La dictadura obligó a reconsiderar tácticas, objetivos y modos de organización que condujeron a la fundación de la FAI en 1927, que pasó a ser la fuerza impulsora del movimiento anarquista, moldeada en los lineamiento de la Alianza de la Democracia Social de Bakunin.
Durante la dictadura, las posibilidades de acción de los anarquistas se vieron muy reducida, aunque se pudieron mantener las organizaciones hasta la reposición de la República en 1931. Entonces se dieron nuevamente las discusiones internas ante la actitud a asumir en la nueva situación. Se enfrentaron dos posiciones que podemos resumir en estas palabras, que reflejan un dilema todavía vigente:
1.- Por un lado, quienes proponían insertarse en la república, apoyando la Asamblea constituyente a la que consideraron el producto de un acto revolucionario que directa o indirectamente merecía impulsarse
2.- Quienes nada esperaban de la Asamblea constituyente, concebida en la matriz de la sociedad capitalista y por tanto destinada a defender su hegemonía en el triple plano de lo político, lo jurídico y lo económico.
Esta discusión era la punta del iceberg, pues en el fondo se debatía la oportunidad de grandes cambios. Ante ellos estaba la alternativa; si era necesario una consolidación previa de las posiciones que se adquirían o la revolución debía avanzar paralelamente con el avance en todos los frentes, sin postergaciones. En la fracción que apoyaba el aclimatamiento a la legalidad, se enrolaban Pestaña, Peiró y otros militantes de la vieja guardia. Pestaña había sido uno de los primeros denunciantes de las desviaciones de la Revolución Soviética, luego de entrevistarse con Kropotkin. Buenventura Durruti, con Ascaso, Federica Montseny y García Olivier, representantes del romanticismo revolucionario, partidarios de la acción directa y opuestos a cualquier tipo de concesiones eran los jóvenes enrolados en la última. Buenventura Durruti era mecánico ferroviario, nacido en León el 14 de Julio de 1896, como a las 11 de la mañana. Su padre, Santiago, era socialista, su madre fue Anastasia Domingo y tuvo 8 hermanos. Se inició trabajando en León, donde ganaba 0,25 pesetas diarias, en los talleres Fernandez, luego en la Casa Albiñana, luego en los Ferrocarriles del Norte. Afiliado a la UGT, participó en 1917 en una serie de actos de sabotaje a los ferrocarriles, por lo que fue expulsado de las filas socialistas. Muy joven, se trasladó a Barcelona y allí fundó con Ascaso, García Olivier, García Vivancos, Liberto Callejas el grupo Los Solidarios, que fueron acusados en 1918 de asaltar el Banco de España en Gijón, donde robaron 675.000 pesetas. Se los vio integrando todo tipo de grupos de acción directa, desde asaltos a bancos, como los que realizó por toda América, adonde emigraron en 1925, luego de asaltar el Banco de Cataluña. Necesitados de 6 millones de pesetas, exigidas por un juez español para liberar a 126 compañeros presos, realizaron una serie de asaltos a bancos en México, Perú, Chile, Argentina y Uruguay para recolectar los fondos; el 14 de Julio de 1926 hacen un atentado, fallido, contra el rey Alfonso XIII, que los puso presos en París, ocupando la misma celda que María Antonieta. Tambien tienen un intento, logrado, de asesinar al Arzobispo Soldevila de Zaragosa, un influyente reaccionario que dirigía la represión local contra los obreros. La muerte de Soldevila dio lugar al nacimiento del Opus Dei, por el Secretario del Arzobispo. Otro miembro del grupo mató al ex – gobernador de Bilbao Durruti y Ascaso pasaron la mitad su vida entre la cárcel y el exilio, entrando y saliendo clandestinamente de España, perseguidos en toda Europa. En 1932, puesto preso con su amigo Ascaso y otros 120 compañeros luego de intentar fundar una comuna en Alto Llobregat, en Cataluña, son enviados a Africa. Ascaso escribe una carta donde dice: Nos vamos fuera…Irse, según el poeta, es morir un poco. Sin embargo, para nosotros, que no somos poetas, la partida ha sido siempre un anhelo de vida. Siempre al borde del camino, en un continuo peregrinar, como los judíos privados de una patria; al margen de una sociedad en la que no encontramos lugar donde vivir; pertenecientes a una clase explotada y sin sitio en la tierra; viajar es para nosotros, una prueba de vitalidad.
Ascaso, pequeño, moreno, hábil con la pistola, fue siempre la reflexión, el cálculo, el planificador. Durruti era robusto, de ojos negros, rápido en la acción pero controlado, capaz de resolver las situaciones más extremas con pasmosa frialdad, con una recia personalidad, verbo parco, firme en la palabra empeñada y emocional en alto grado. Siempre vivieron de su trabajo y de los millones de pesetas que robaron nunca se tomaron un centavo, al punto que en una oportunidad Durruti fue puesto preso durmiendo en el portal de una iglesia porque no tenia para pagar una habitación, a pesar de cargar en su bolsillo 50.000 pesetas, pero que eran para los compañeros. Cada vez que salían en libertad, Durruti y Ascaso acudían a una fábrica del Ramo del Agua, de la calle San Juan de Malta en Barcelona, donde siempre les daban trabajo. Hombres de acción, no desdenaron las letras y, orientados por Sebastián Fauré, fundaron en Francia la Enciclopedia Anarquista y Liberto Calleja fundó la Editorial Anarquista Internacional en Berlín. Ascaso tuvo dos hermanos, Domingo y Alejandro. Un primo de ellos, Joaquin Ascaso fue presidente del Consejo de Defensa de Aragon, pasó a Francia y luego a Venezuela, con acusaciones de haber robado una gran fortuna, lo que no parece ser cierto. En 1928, de los 14 miembros fundadores del grupo, 3 habían muerto, tres estaban exilados en Francia, uno preso en Burgos y otros dos en Madrid.
Entre los años 1931 al 36, en que será declarada la guerra, hubo numerosos episodios en donde se anticipaban los papeles que se jugarían durante la contienda. Así, en Sevilla en el 32 hubo una huelga general y levantamiento ante el intento del Gral Sanjurjo de adueñarse del poder; en el 33 algaradas en Barcelona; levantamientos campesinos en Andalucía. El más conocido de estos levantamientos campesinos fue el de Casas Viejas, un pequeño pueblo cerca de Jerez, desesperadamente pobre, afectado por enfermedades, del que era dueño el Duque de Medina Sidonia. Su gente era anarquista de tradición y, encabezados por Curro Cruz, Seisdedos, declaró en Enero que el pueblo se convertía en comuna. Cuando llegó la represión, nada pudo hacerse a pesar de la valiente resistencia, pero que ayudó a poner en evidencia que poco o nada podía esperarse de la República. En el 33, Durruti lanzó la consigna de no votar por las elecciones a las Cortes constituyentes. En el 34, hubo una huelga general en Zaragosa que duró 33 días y Durruti, que estaba preso, planeó el robo de los expedientes, razón por la cual tuvieron que ser puestos en libertad
En los años anteriores al 36 el clima que se vivía era revolucionario, de agitación incesante, esporádicos estallidos de violencia, intentos una y otra vez de establecer comunas, dentro de una conducta a no negociar principios ni dar concesiones, mientras que los dirigentes entraban una y otra vez en la cárcel. Pero, paralelamente se debatía en miles de reuniones, asambleas y congresos la manera de organizar la sociedad luego de la revolución. Los registros de estas reuniones son una fuente inagotable de alternativas de solución a todo tipo de problemas, desde los mas grandes hasta los más pequeños. Así, por ejemplo, se discutía que, tal como se recomendaba un cambio de aires cuando uno estaba enfermo, cuando se sufría mal de amores, esa enfermedad ciega y obstinada, seria conveniente recomendar un cambio de comuna. Se borraba la distinción entre trabajo manual y trabajo intelectual y se proyectaban extensas campañas de alfabetización, de sanidad, de organización del comercio sin dinero, y todo lo que Ud. pueda imaginar que afecta a vida de un colectivo, etc..
El levantamiento de Franco en Julio de 1936 dio comienzo a la guerra civil, uno de los acontecimientos que ha dado lugar a mayor cantidad de estudios entre todos los historiadores, más que a las guerras mundiales y a la misma revolución sovietica, lo que habla bien a las claras que fue una de esas guerras en que no estaba solamente en juego un cambio de poder sino que se estaba a las puertas de una de las más importantes revoluciones de la historia de occidente. Para los anarquistas fue el momento no sólo de enfrentarse a la reacción, sino también de iniciar la revolución tanto tiempo anhelada y a la que llevaban tantos años y sacrificios preparando. El resultado de aspectos tan importantes en juego fue una lucha sangrienta y sin cuartel.
Apenas iniciada la contienda, cayó Francisco Ascaso, el compañero de Durruti, en la toma de los cuarteles de Barcelona, concretamente en la fortaleza de Ataranzanas, al frente de un grupo de metalúrgicos que integraba junto con Durruti. Controlados los militares al cabo de 36 horas de feroces combates, con los grupos dominantes en fuga, el siguiente paso fue controlar al clero, cuyos templos habían sido fortalezas en la lucha contra los obreros. Logrado esto, se inició un período en Barcelona auténticamente revolucionario, popularmente entusiasta, con todo el color anarquista y una oportunidad para poner en práctica los modelos tantas veces debatidos. En esos días, y en las luchas por venir, Durruti iba tener un papel fulgurante.
La revolución tenía que enfrentarse no sólo al enemigo representado por Franco y los militares, sino también a las otras organizaciones políticas y sindicales, como socialistas y comunistas, a la burguesía y a sus propias debilidades. Mientras tanto, Durruti enarbolaba el haremos la guerra y la revolución, aunque en torno a esta posición se dieron grandes discusiones, puesto que para muchos la guerra obligaba a postergar la revolución. A pesar de ello, en Cataluña la revolución logró poner en marcha muchos de los planes previstos, logrando despertar la admiración de todo el mundo, al menos de los que no se consideraban prejuiciadamente sus enemigos. Los sindicatos se hicieron cargo de la fábricas, los servicios públicos estaban a cargo de los trabajadores, los pequeños comerciantes se organizaban en sindicatos y asociaciones, se cerraron los burdeles (Un anarquista no debe comprar un beso, debe merecerlo), las funciones policiales las ejercía patrullas de ciudadanos trataban de controlar a los incontrolables, se organizaron granjas colectivas, siempre tratando de evitar la violencia interna, al par que se luchaba en el frente.
La lucha no estaba cargo de un ejército como tal sino de los famosos cuerpos de milicianos, formado por grupos de militantes armados, independientes entre sí, ostentando sus propias enseñas y sus propios mandos, compensando todas las dificultades e inconvenientes con un inmenso fervor revolucionario. En esta lucha se destacó Durruti, que organizó la primera y más famosa columna anarquista que partió de Barcelona para intentar reconquistar Zaragoza. En la marcha, como lo hizo Mackno en Rusia, promovía la revolución, la reorganización de la sociedad y colaboraba en la organización de otras columnas. Entrevistado dijo, a propósito de la destrucción que dejaba a su paso, :si destruimos, también somos capaces de construir. Fuimos nosotros los que construimos en España, en América, y en todas partes, palacios y ciudades. Nosotros, los trabajdores, podemos construir ciudades mejores todavía: no nos asustan las ruinas. Vamos a convertirnos en los herederos de la tierra. La burguesía puede hacer saltar por los aires y arruinar su mundo antes de abandonar el escenario de la historia. Pero nosotros llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones.
Cuando, en 1936, la situación en Madrid llegó a un punto desesperado, se logró convencer a la columna de Durruti, de unos 3000 hombres, que abandonara el frente de Aragón y marchara a la defensa de la capital. Durruti recelaba de las fuerzas que defendían Madrid, donde la influencia anarquista no era ni de lejos tan intensa como en Barcelona y se había mostrado reticente cuando buscó armas para su columna. También Zaragosa era casi una obsesión, por haber sido el corazón del anarquismo aragonés, lugar de famosos congresos, y lugar clave por ser punto de encuentro de vías de comunicación. Pero el enemigo lo sabía y por eso Zaragosa era un cementerio erizado de ametralladoreas y cañones.
La Columna Durruti llegó a Madrid el 14 de Noviembre de 1936, conformada por 4000 hombres. Alineadas en las alturas de la Ciudad Universitaria, entraron en combate el día 16, y fue diezmada por la artillería de Franco. Pero no tuvo Durruti oportunidad de revancha pues tres días después, el 19 de Noviembre, cayó abatido por una bala que nunca se supo bien si fue disparada desde el frente enemigo o desde las filas de los defensores mo anarquistas, en circunstancias confusas. El carro en que marchaba se detuvo en el Pabellón de Odontología de la ciudad Universitaria, en pleno descampado, haciendo un blanco fácil para cualquiera. Falleció a las 4 de la mañana del día 20 en el Hotel Ritz, en cuyos sótanos estaba el Hospital de las Milicias Confederales de Cataluña destacadas en Madrid. Para ese momento su columna había perdido más de 2500 hombres en los enfrentamientos. Al enterarse de su muerte, la mayoría de los sobrevivientes regresaron con el cadáver del compañero, para reintegrarse al frente Aragón. Sólo permanecieron 300 en Madrid, en lo que consideraron habia sido una trampa. El entierro en Barcelona permitió una de las últimas grandes reuniones del anarquismo, con más de 200.000 asistentes que acompañaron los restos del más reputado de los héroes anarquistas, que no fueron pocos. Tenía 40 años y dejó una esposa, Emiliana Morín, francesa, y una hija, Colette Durruti Morin, nacida el 4 de Diciembre de 1931.
Siendo un adolescente, luego de leer una biografia de Buenaventura Durruti, decidi acercarme al anarquismo siguiendo el ejemplo de este hombre que llevaba un mundo nuevo en su corazon, tratando de contribuir a forjarlo. Luego de muchos años, le sigo agradeciendo y, aunque no lo hayamos logrado, sera siempre fuente de inspiración para intentarlo.
Alfredo D. Vallota
Fuente: http://