Dialéctica de la forma de valor por Hans Georg Backhaus

Fuente: https://elsudamericano.wordpress.com/2020/07/23/dialectica-de-la-forma-valor-por-hans-georg-backhaus/    

DIALÉCTICA DE LA FORMA VALOR por Hans Georg Backhaus

Beistrage zur marxistischen Erkenntnistheorie – Frankfort, 1969.1

L a Nación Trabajar hasta los 80

Un examen crítico de la literatura consagrada aEl Capital muestra que la teoría del valor trabajo no es allí expuesta o criticada más que de manera groseramente simplificada, es decir, a menudo, completamente deformada. Es así como, sobre todo en la interpretación positivista de Marx, resulta habitual identificar teoría marxista y teoría clásica del valor. Se puede ver en Schumpeter a un buen representante de esta tendencia –que comparte con muchos otros– cuando cuestiona la originalidad de la teoría del valor en Marx:

“Para entender verdaderamente su doctrina económica es necesario, en principio, darse cuenta de que él era, en tanto teórico, un alumno de Ricardo […] Su teoría del valor es la de Ricardo […] Los argumentos de Marx son, simplemente, menos pulidos, más prolijos y más “filosóficos”, en el peor sentido del término [.. .]2

Pero la interpretación “economista” no puede sino pasar por alto la intención crítica que subyace en la teoría marxista del valor: La “crítica de la economía política” se convierte en una “doctrina económica” entre otras. El análisis positivista conduce necesariamente a desmembrar la teoría de la sociedad de Marx para convertirla en un haz de hipótesis sociológicas y económicas o de “hechos observables”. Los argumentos que Bohm-Bawerk o Schumpeter intentan desacreditar como “juegos de prestidigitación dialécticos” o como “filosóficos” se hallan principalmente en el estudio de la forma de valor. Cuando se menciona su existencia, se da cuenta de ella sin comprenderla o sin comentarla. La incomprensión de los exegetas es tanto más sorprendente cuanto que Marx, Engels y Lenin han insistido reiteradamente acerca de la importancia eminente del análisis de la forma de valor. En el prólogo de El Capital, Marx señala explícitamente que su doctrina sobre la forma de valor no debe ser desestimada:

“Para la sociedad burguesa la forma de mercancía, adoptada por el producto del trabajo, o la forma de valor de la mercancía, es la forma celular económica. Al profano le parece que analizarla no es más que perderse en meras minucias y sutilezas […]. No obstante, hace más de dos mil años que la inteligencia humana [comprendida la escuela de Ricardo (H. G. B.)] procura en vano desentrañar su secreto…”3.

Esta cita muestra que Marx pretende, por primera vez en la historia de la teoría, haber dilucidado esta “forma problemática”.

Pero si este análisis de la forma de valor es percibido de manera incorrecta, ello no es debido solamente a cierto enceguecimiento de los comentaristas ante dicho problema. Casi no es posible comprender la insuficiencia de sus interpretaciones si no se tiene en cuenta, en principio, el hecho de que Marx no ha dejado una versión acabada de su teoría del valor trabajo. Aunque ya la había desarrollado en la Critica de la economía política, Marx se vio obligado a retomar ulteriormente, en tres oportunidades, el análisis de la forma de valor, dando de ella tres versiones diferentes:

“puesto que incluso algunas mentes agudas no captan perfectamente el problema; por consiguiente, debe haber allí algo que no funciona en la primera exposición, en particular en el análisis de la mercancía”.4

Marx da una segunda interpretación, completamente nueva, en la primera edición de El Capital. Pero cuando la obra aún se encontraba en prensa, Engels y Kugelmann llamaron la atención de Marx acerca de “la dificultad allí presente para comprender” el análisis de la forma de valor incitándolo así a agregar, como anexo, una tercera versión, de allí en adelante la más vulgarizada. Una cuarta versión, divergente todavía de las precedentes, fue elaborada para la segunda edición de El Capital. Pero como en esta cuarta y última versión las implicaciones dialécticas del problema de la forma de valor se desdibujan cada vez mas, y debido a que Marx, desde la primera edición, ha “vulgarizado tanto como le era posible […] el análisis de la sustancia del valor”, la interpretación de lo que Marx quería significar con las nociones de “sustancia del valor” y de “trabajo abstracto” debía suscitar considerables divergencias de opinión.5 Como consecuencia, la investigación marxiana reclama de manera apremiante que sea reconstruidas a partir de las interpretaciones más o menos fragmentarias y de las numerosas notas aisladas, diseminadas en otras obras, la teoría del valor en su totalidad.

En el prólogo a la primera edición de El Capital, Marx habla todavía explícitamente de “dialéctica” como de aquello que caracteriza su interpretación de la teoría del valor trabajo. Si las interpretaciones tradicionales ignoran sin excepción esta dialéctica, es preciso preguntarse si aquello “que no funciona” afecta solamente al análisis de la forma de valor, y no también a las dos primeras partes del primer capítulo. Lenin insiste sobre el carácter dialéctico del derrotero de Marx.

“No es posible entender por completo El Capital de Marx, y en particular su primer capítulo, sin haber estudiado a fondo y comprendido, toda la lógica de Hegel.”

Y concluye al respecto:

“Por consiguiente, ningún marxista ha comprendido a Marx medio siglo después de él.”6

¿“Un siglo después, ningún marxista ha comprendido a Marx”, o bien ocurre que Marx ha llevado tan lejos la vulgarización en las dos primeras partes del capítulo sobre la mercancía que resulta imposible captar como movimiento dialéctico la “deducción” del valor?

Se sabe que, en la primera parte, Marx procede a partir del hecho “empírico” del valor de cambio, al que caracteriza como “la forma de manifestación necesaria del valor, al que por de pronto, sin embargo, se ha de considerar independientemente de esa forma.” Este contenido, que debe ser considerado como el que “funda” el valor de cambio, es el valor. Pero en la prosecución del análisis, se deberá en principio considerar el valor independientemente de su forma. Ahora bien, después de este análisis de la esencia independiente de la apariencia, Marx, de manera absolutamente inmediata, sin que resulte posible descubrir allí ninguna necesidad interna, retorna al análisis de la apariencia:

“Habíamos partido, en realidad, del valor de cambio o de la relación de intercambio entre las mercancías, para descubrir el valor de las mismas, oculto en esa relación. Es menester, ahora, que volvamos a esa forma en que se manifiesta el valor.”

Empero, ¿en qué medida puede comprenderse este movimiento como expresión de aquel método que Marx caracteriza, en la Introducción a su Contribución a la crítica de la economía política, como ascendiendo “de lo abstracto a lo concreto”? La “reproducción de lo concreto”, que debe de allí en más presentarse como “totalidad enriquecida por numerosas determinaciones”, como “unidad de la diversidad”, no podría comprenderse más que sobre la base de las siguientes cuestiones: ¿cómo el valor deviene valor de cambio y precio? Me parece que el modo de exposición puesto en obra en El Capital no ilumina en absoluto el tema central del análisis de la forma de valor por parte de Marx, a saber, la pregunta: “¿Por qué este contenido adopta esta forma?” La insuficiencia del estudio de las mediaciones entre sustancia y forma de valor se expresa ya en aquello que puede descubrirse como una falla en el desarrollo del valor: ya no es posible distinguir para qué sería necesario el pasaje de la segunda a la tercera parte del primer capítulo. Por ello, lo que se graba en la memoria del lector es la idea, aparentemente fácil de entender, de la sustancia del valor y del doble carácter del trabajo, que se desarrollan en las dos primeras partes. Pero la tercera – consagrada a la forma de valor– casi no es comprendida, en general, más que como una prueba redundante o como un ornamento “dialéctico” de lo que ya ha sido inferido, por lo demás, en las dos primeras partes. El hecho de que “el objeto general” en tanto tal, es decir, el valor como valor, no pueda expresarse en absoluto, sino que “sólo aparece” más que bajo una forma deformada como “relación” entre dos valores de uso, se oculta a la comprensión del lector. Pero si no se puede captar la evolución valor de cambio-valor-forma de valor como “movimiento dialéctico que parte del ‘ser’ inmediato y llega a la ‘existencia mediatizada pasando por la ‘esencia’”, de modo tal que “la inmediatez, superada, es reencontrada en tanto que existencia mediatizada […]7 es posible comprender el origen de esas “interpretaciones dialécticas” que proceden de una caricatura de la dialéctica. El análisis marxiano de la mercancía se presenta entonces como un “salto” [inmediato (H. G. B.)] de lo simple a lo complejo, de la “sustancia a la apariencia”.8 Desde el punto de vista de la lógica formal, la esencia, a diferencia de la apariencia, puede ser definida como lo que hay de “general, típico y primordial”. Las mediaciones entre esencia y apariencia no pueden entonces ser construidas más que como movimiento pseudodialéctico de contradicciones pseudodialécticas:

“Lo general no existe […] independientemente de las formas particulares de aparición. Está contenido como generalidad, invariancia” […].9 (!!!)

Incluso aquellos autores que pueden pretender “haber estudiado a fondo y comprendido toda la lógica de Hegel” no aportan ningún esclarecimiento acerca del modo en que estarían dialécticamente estructurados los conceptos fundamentales de la teoría del valor. El método dialéctico no puede contentarse con remontarse de la apariencia a la esencia; debe mostrar aún, a partir de allí, por qué la esencia aparece justamente de tal o cual forma. En lugar de concentrarse sobre la interpretación de los pasajes oscuros y aparentemente inexplicables, la exposición de estos marxistas “filosóficos” permanece la mayor parte del tiempo en el nivel de un simple informe.

Pero la ruptura entre las dos primeras partes del primer capítulo respecto de la tercera no hace sólo problemática la estructura metodológica de la teoría del valor, sino que, sobre todo, dificulta la comprensión de lo que Marx desarrolla con este “título un tanto enigmático”:10 “El carácter fetichista de la mercancía y su secreto”. Se sabe que tal es el título de la cuarta parte del primer capítulo. Es preciso hablar de una articulación no sistemática de las primeras partes, lo que obstaculiza la comprensión de la teoría del carácter fetiche, ya que este “secreto” no aguarda a la cuarta parte para aparecer, sino que ya se manifiesta desde la tercera, y debe ser descifrado en la exposición de las tres particularizaciones que asume la forma equivalente de valor. Que el contenido de la cuarta parte no sea comprensible más que en función de la tercera es algo que resalta ya en la articulación del anexo a la primera edición de 1867, presentada por Marx con el título “forma de valor”. Este anexo –concebido solamente como forma popularizada del análisis de la forma de valor – conlleva el análisis del fetichismo, no como exposición independiente sino solamente como “cuarta particularización” de la forma equivalente.

Esta coordinación hace manifiesto el hecho de que, por su contenido, la exposición del carácter fetiche –extendida y presentada en cuarto lugar en la segunda edición de El Capital– no puede ser comprendida más que como una porción de la tercera parte, de la que ha debido desprenderse. La eliminación que se halla en el origen de “la oscuridad del primer capítulo de El Capital sobre el valor”,11 se manifiestan sobre todo en los siguientes errores de interpretación:

Sartre reconoce el carácter fragmentario de la doctrina del fetichismo de la mercancía:

“La teoría del fetichismo, bosquejada por Marx, nunca fue completamente desarrollada.”

Verifica:

“la incomprensión total del marxismo respecto de otros pensamientos”. “Literalmente, no comprenden una palabra de lo que leen.”12

Semejante reproche podría también dirigirse a numerosos economistas marxistas si se considera su total incapacidad para comprender los textos de Marx. Su propia ceguera ante este problema es un ejemplo notorio de ese pensamiento cosificado que ellos reprochan con vigor a la economía subjetiva. Al hablar de “dialéctica” y de “reificación”, se imaginan por ello que se han liberado de la exigencia de “decir que el término de valor tiene un contenido en el que es preciso pensar”.13 Nociones como “sustancia” del valor, “realización”, “metamorfosis”, “apariencia”, son presentadas con el mismo desconocimiento de las categorías que Marx reprochaba a los representantes de la economía positivista.

1) Numerosos autores ignoran que la teoría del valor trabajo pretende explicar la moneda en tanto tal, e inaugurar así una teoría específica de la moneda. No es de extrañar entonces si esos intérpretes no exponen más que la teoría del valor y eliminan o corrigen la teoría de la moneda, y, por ello, son casi incapaces incluso de hacer comprensible la diferencia entre la teoría clásica y la teoría marxista del valor trabajo. No perciben que los conceptos fundamentales de la teoría del valor no pueden ser entendidos más que en la medida en que, por su parte, hacen comprensibles los conceptos fundamentales de la teoría de la moneda.14 La teoría del valor es interpretada adecuadamente cuando se concibe a la mercancía como convirtiéndose en moneda a través de un proceso de “transcrecimiento inmanente”. Esta interdependencia interna de la mercancía y del dinero impide aceptar la teoría marxista del valor y rechazar por completo al mismo tiempo la teoría de la moneda que le es solidaria. “La incultura y la incomprensión” implícitas al “relacionar accidentalmente de modo puramente reflexivo lo que está orgánicamente ligado” caracterizan la interpretación de la escuela marxista austríaca y expresan la incapacidad para comprender la teoría del valor como análisis de la forma de valor.

2) La interdependencia entre la teoría marxista del valor trabajo y el fenómeno de la reificación pasa desapercibida. Marx, en verdad, señala explícitamente en la cuarta parte que:

“El descubrimiento científico ulterior de que los productos del trabajo, en la medida en que son valores, constituyen meras expresiones, con el carácter de cosas, del trabajo humano empleado en su producción, inaugura una época en la historia de la evolución humana, pero en modo alguno desvanece la apariencia de objetividad que envuelve a los atributos sociales del trabajo […]. La determinación de las magnitudes de valor por el tiempo de trabajo, pues, es un misterio oculto bajo los movimientos manifiestos que afectan a los valores relativos de las mercancías. Su desciframiento borra la apariencia de que la determinación de las magnitudes de valor alcanzadas por los productos del trabajo es meramente fortuita, pero en modo alguno elimina su forma de cosa.15

Empero, esta declaración clara y neta no impide a numerosos autores asignar como objeto, justamente, a la teoría marxiana del fetichismo de la mercancía ese “misterio oculto bajo los movimientos manifiestos que afectan a los valores relativos de las mercancías”. Según dichas interpretaciones, el “misterio” de la cantidad de valor es lo que constituye el carácter “fantasmagórico” de la mercancía, y no el “misterio” de esta “apariencia de objetividad que envuelve a los atributos sociales del trabajo” o de esta “forma de cosa” que representa dicha cantidad como una relación de magnitud entre las cosas. Empero, entonces se torna posible develar, a partir de los descubrimientos de la teoría clásica del valor trabajo, la génesis de la reificación. Se comprueba una vez más que una exposición que aísle la teoría del valor no puede ya mostrar la diferencia esencial entre el análisis de Marx y el análisis clásico.

Se puede caracterizar de la siguiente manera al método de exposición que pasa por alto la esencia del fetichismo de la mercancía. Estos autores se refieren a algunas frases tomadas del capítulo de El Capital consagrado al fetichismo, e interpretan sus conceptos, y a menudo sus mismos términos según el esquema de La Ideología Alemana, manuscrito en el cual Marx y Engels desconocían aun la importancia de la teoría del valor trabajo. La cita de referencia dice:

“A éstos [los productores], por ende, las relaciones sociales entre sus trabajos privados se les ponen de manifiesto como lo que son, vale decir, no como relaciones directamente sociales trabadas entre las personas mismas, en sus trabajos, sino por el contrario como relaciones propias de cosas entre las personas y relaciones sociales entre las cosas...16.

De esta cita, se retendrá solamente que las relaciones sociales se han “autonomizado” respecto de los hombres. Esta comprobación constituye toda la sustancia de los primeros escritos y, con el mote de “despersonalización” o de “alienación”, se ha convertido en un lugar común de la crítica conservadora de la civilización. Pero en la crítica de la economía política no se trata ya de contentarse con describir este estado de hecho, sino de analizar su génesis.

Una interpretación correcta del carácter fetiche debe por consiguiente articular y estudiar este texto de la siguiente manera:

  1. ¿Cómo está estructurada, para Marx, la “relación social entre las cosas”?

  2. ¿Por qué y en qué medida la “relación entre las cosas” no puede ser captada más que como “una simple envoltura bajo la cual se oculta una relación entre los hombres”?

De aquí se desprenden otras cuestiones:

a) Las “relaciones entre los hombres” son definidas como “relaciones entre trabajos privados” o también como “relación social de los productores con el trabajo global”. ¿Cómo deben entenderse las nociones de “relación” y de “trabajo global”?

b)¿Por qué precisa razón las “relaciones sociales” deben necesariamente “aparecer” como algo extraño a la conciencia?

c) ¿Qué es lo que constituye la realidad de esta apariencia, de qué manera esta apariencia es, ella misma, un momento de la realidad?

d) ¿Cómo debe entenderse la génesis de la objetividad abstracta del valor, de qué modo el sujeto se objetiva, se confronta a sí mismo como objeto? Este misterioso problema puede aun presentarse así: el valor de un producto se distingue del producto mismo como un pensamiento. Pero, por otra parte, el valor no es nunca sino valor de un producto, y aparece así como “forma ideal” de algo material. En tanto pensamiento, el valor es “inmanente” a la conciencia. Pero de ese modo la conciencia no conoce sin embargo su ser, al cual permanece confrontada como a un extraño. La realidad del producto del trabajo constituye ya un presupuesto. Lo problemático aquí es solamente el hecho de que los productos del trabajo tomen “una forma fantasmagórica distinta de su realidad”, y no la constitución del ens qua ens.

No nos ocuparemos aquí más que de la primera cuestión: ¿cómo describe Marx esa estructura que caracteriza como “relación social entre las cosas”? En principio, es menester recordar que los valores de uso toman súbitamente la forma de precio. En esta medida, resulta engañoso decir que la comparación de dos valores de uso instaura una “relación”: vestido y tela no tienen que ser comparados, puesto que ya lo son. La comparación se cumple porque ellos son cotejados con un tercer elemento, con el oro, y comparados indirectamente entre sí por ese medio. “La relación de valores es ya expresión de valor”. Pero este igualamiento no afecta entonces más que al contenido del valor, en tanto que, por lo que se refiere a la forma, existe desigualdad: uno de los productos deviene mercancía, el otro deviene dinero. La relación entre las cosas, la “relación en valor”, es, en tanto que “expresión del valor”, relación entre mercancía y dinero. Como precios, los productos no son:

más que cantidades diferentes del mismo objeto […], más que la representación de cantidades de oro de distinta magnitud”.17

En la medida en que las mercancías son ya:

“representadas por precios [… ] puedo compararlas, de hecho ya están comparadas. Pero para representar los valores mediante precios es necesario que el valor de las mercancías sea representado en dinero”.18

El problema implica la resolución de la pregunta:

“¿Cómo puedo en realidad representar una mercancía por otra, o representar unas mercancías como equivalentes?”

El contenido del análisis marxiano de la forma es la génesis del precio en tanto precio. A diferencia de la teoría clásica del valor trabajo, se reconoce por lo demás que el “paso” del valor al valor de cambio, o al precio plantea un problema:

“Una de las fallas fundamentales de la economía política clásica es que nunca logró desentrañar, partiendo del análisis de la mercancía y más específicamente del valor de la misma, la forma del valor, la forma misma que hace de él un valor de cambio…”. 19

Los ricardianos no se dan cuenta de que su tesis, según la cual el trabajo determina el valor de la mercancía, permanece exterior a la misma noción de valor: la razón determinante y el objeto determinado permanece aquí distintos y no conocen ninguna “interdependencia interna”. El trabajo, en su relación con el valor, aparece entonces como extraño cuando la cantidad de valor se determina en función de la cantidad de trabajo gastado. Así, la hipótesis básica de la economía clásica no es más que una afirmación, un “dogma metafísico”. Bailey, precursor de la teoría subjetivista del valor, había tocado, en su crítica de la escuela clásica, un punto sensible:

“Si las réplicas de los ricardianos a Bailey son groseras pero no convincentes, ello se debe sólo a que el propio Ricardo no brinda explicación alguna acerca de la conexión interna entre el valor y la forma del valor o valor de cambio…”.20

El “valor absoluto” de la escuela de Ricardo podía, a partir de este hecho, ser criticado por Bailey como “una propiedad de la mercancía, inherente”21 a ésta, como un “feliz hallazgo escolástico”

Bailey planteaba así la cuestión:

“Poseer un valor, transferir una parte del valor, la suma o el conjunto de los valores, etc.; no sé lo que eso quiere decir…”.22

Él anticipa la crítica del subjetivismo moderno cuando reprocha a Ricardo que:

“Es también completamente imposible que una cosa tenga valor en sí, independientemente de su relación con otra cosa […]. El valor de una mercancía debe tener su valor en alguna cosa […]. Resulta imposible determinar o expresar el valor de una mercancía si éste no es una cantidad dada de alguna otra mercancía…”.23

Para Bailey, valor y valor de cambio o precio son idénticos, y se definen como una relación puramente cuantitativa entre valores de uso. Por cierto, el valor no puede expresarse más que como “valor relativo”, como una relación entre las cosas. Sólo que:

“la mercancía no se enfrenta de manera simple al dinero, sino que su valor de cambio aparece en ella, idealmente, como dinero; en cuanto precio la mercancía es dinero ideal.”24

Así, la relación entre mercancía y dinero no es solamente cuantitativa sino también, de modo misterioso, cualitativamente estructurada: como mercancías, los productos son “cantidades ideales de dinero”, pero el dinero es “la realidad del precio de la mercancía”.25

El intento de Bailey, de reducir el valor a una relación puramente cuantitativa escamotea así los problemas de la equiparación mercancía-dinero.

“Puesto que él se encuentra con esto expresado en forma de monetary expression, no tiene necesidad de “captar” cómo esta expresión se torna posible [… ] y lo que ella expresa de hecho.”26

Marx critica la posición subjetivista de un modo cuya importancia fundamental para la crítica del positivismo moderno –principalmente el del análisis del lenguaje– sólo ha sido insuficientemente reconocida:

“Vemos allí ese tipo de crítica que tiende de buen grado a evacuar bajo sus charlatanerías, cómo productos de la reflexión o contradicción de la definición, las dificultades que residen en las determinaciones contradictorias de las cosas mismas […]. Por supuesto que la paradoja de la realidad se expresa también con una forma paradójica que va contra el common sense, el what vulgarians mean and believe to talk of. Las contradicciones suscitadas por el hecho de que […] el trabajo privado se presenta en su generalidad social […] residen en la cosa, y no en el modo en que se la expresa por medio de palabras.”27

Sin embargo, de su crítica minuciosa a Bailey es preciso retener que Marx toma en serio el “núcleo racional” de la crítica semántica. El “valor absoluto”, que no expresa sino su “propia cuota y cantidad”, por cierto constituye una “paradoja de la realidad” o una “mistificación no imaginaria, sino de una realidad prosaica […]”.28 En tanto “relación entre personas”, sólo es posible descifrarla después de que se haya develado la mediación del valor “absoluto” y “relativo”.

El modo según el cual Marx afirma que los ricardianos se interesan exclusivamente en lo que determina la cantidad de valor vale también para la economía actual: “La forma del valor” le es “completamente indiferente”; a las categorías económicas “la conciencia burguesa de esa economía las tiene por una necesidad natural,”29

Según Marx, la razón de la eliminación de los problemas concernientes a la forma deben buscarse en el hecho de que la economía se atiene a las determinaciones de la lógica formal:

“No resulta sorprendente que los economistas, enteramente bajo la influencia de los intereses materiales, hayan desconocido la forma en la cual se expresa el valor relativo, en tanto que, antes de Hegel, los lógicos de profesión desconocían incluso el contenido formal de los paradigmas del juicio y de la conclusión.”30

El análisis de la estructura lógica de la forma de valor no debe ser separado del análisis de su contenido sociohistórico. Empero, la teoría clásica del valor trabajo no plantea la cuestión de la constitución sociohistórica de ese trabajo que se presenta como “constitutivo del valor”. La trasformación del trabajo en una forma que le es extraña no aparece reflejada.

“Súbitamente, Franklin juzga como economista: presenta, uniIateralmente el tiempo de trabajo como una medida de los valores. La trasformación de los productos reales en valor de cambió se entiende por sí sola..”31.

Así, la visión “economista” y “unilateral” que Marx condena reside en que la economía opera, como rama separada en la división del trabajo científico, sobre el terreno de objetos económicos ya constituidos.

“La economía política ha analizado, aunque de manera incompleta, el valor y la magnitud de valor, y descubierto el contenido oculto en esas formas. Sólo que nunca llegó siquiera, a plantear la pregunta de por qué ese contenido adopta dicha forma; de por qué […] el trabajo se representa en el valor […] del producto del trabajo…”32.

Los ricardianos de izquierda, que desarrollaban una teoría del “justo salario”, preguntaban, a partir de ella: “Si el tiempo de trabajo es la medida inmanente del valor, ¿por qué tomamos otra medida exterior?” Si el trabajo determinaba el valor de las mercancías, el cálculo del valor debería ser entendido como un “subterfugio”, y debería ser rechazado por su función de disimulación de la explotación. Los productos deberían ser medidos inmediatamente en unidades de trabajo, y sería preciso remplazar el dinero por certificados de trabajo. Ellos no preguntan por qué, en la producción de mercancías, el trabajo se expresa como valor de cambio de los productos, como:

“incorporado en esos productos […], como una cualidad que ellos poseen”33.

Marx ve la razón oculta de la existencia del cálculo del valor en una contradicción que caracteriza la esencia de la esfera de la producción: en la contradicción, de suma importancia para la teoría de la sociedad, entre trabajo privado y trabajo social. En la producción de mercancías el trabajo social no se verifica sino como trabajo social de productores privados; y esta contradicción fundamental se expresa en esta otra, que se desprende de aquélla: el intercambio de actividades y de productos debe pasar necesariamente por la mediación de un producto particular que sea al mismo tiempo general. A pesar de lo acertada que se torna su crítica de los socialistas utópicos, Marx mantiene también como realizable la superación del cálculo en valor, con la única condición de que en principio sea eliminada la producción de mercancías, es decir, la producción de individualidades aisladas para el mercado. Esta exigencia es una consecuencia obligada, una parte constitutiva sustancial, y no meramente accidental, de la teoría del valor de Marx. El sentido preciso de la “crítica de las categorías económicas” consiste justamente en que pondrá de manifiesto las condiciones sociales que tornan necesaria la existencia de la forma valor.

“El análisis de la forma existente del trabajo es al mismo tiempo un análisis de las condiciones previas, de las premisas de su abolición […]. Sus categorías [de Marx] son así simultáneamente negativas y positivas: presentan una situación negativa a la luz de su resolución positiva…”34.

El carácter histórico del análisis de la forma valor consiste justamente en que:

“ya bajo la forma más simple, la del valor, está analizado el carácter específicamente social, y en modo alguno absoluto, de la producción burguesa”.35

Además de la crítica subjetivista de Bailey y de la doctrina de la moneda-trabajo de los socialistas utópicos, las insuficiencias del análisis ricardiano respecto de la forma valor tuvieron aún como consecuencia que“la forma, la determinación particular del trabajo que crea el valor de cambio” no es analizada. Ricardo:

“por ello, no capta en absoluto la interdependencia entre la determinación del valor de cambio por el tiempo de trabajo y la necesidad de las mercancías, que permite pasar a la formación del dinero. De donde surge lo erróneo de su teoría monetaria […]. Pero en Ricardo esta falsa concepción del dinero reposa sobre el hecho de haber tenido en cuenta exclusivamente sólo la determinación cuantitativa del valor de cambio…”.36

La errónea teoría monetaria de Ricardo es la teoría de la cantidad, cuya crítica tiende al análisis de la forma de valor.

Así como es menester mantenerse en la idea arduamente adquirida de que la crítica de las categorías económicas de Marx trasciende el dominio de la economía como disciplina especializada, es conveniente comprender de qué manera el análisis de la forma valor –orientado sobre categorías filosóficas– tiene como función la de superar las antinomias de esta economía especializada. En la modificación de la cuarta de las Tesis sobre Feurbach, puede caracterizarse de este modo la crítica de Marx a Ricardo: éste parte del hecho de la auto alienación económica, del desdoblamiento del producto en algo diferente de si mismo, que es valor, cosa representada y cosa real. Su teoría consiste en disolver el valor en el trabajo. No percibe que lo esencial aún resta por hacer. Porque el hecho de que el producto se segregue de sí mismo e instaure más allá de la conciencia un reino independiente de categorías económicas no puede, justamente, explicarse más que a partir del desprendimiento de sí mismo y de la autocontradicción del trabajo social. Así, éste debe en principio ser comprendido en su contradicción; luego, ser revolucionado prácticamente por la eliminación de la contradicción. Dicho de otro modo: después de que se ha descubierto que el trabajo es el secreto del valor, hay que criticarlo teóricamente e invertirlo prácticamente. Metodológicamente, se trata aquí del problema ya examinado del pasaje de lo abstracto a lo concreto, del valor a la forma bajo la cual aquél se manifiesta.

Consideremos ahora el problema de la estructuración, de la relación cualitativa entre la mercancía y el dinero, aquello que, en otros términos, produce la “forma según la cual se expresa el valor relativo”. Tratándose de una moneda de oro, por ejemplo, 20 anas [Antigua medida de longitud, de aproximadamente un metro. (T)] de tela = x gramos de oro, o 20 anas de tela tienen el valor de x gramos de oro. Esta ecuación significa no sólo que el oro y la tela presentan un valor de la misma magnitud, sino también que se interrelacionan de modo singular: la tela es equiparada con el oro “en cantidad” y “en su esencia”; el valor de la tela puede expresarse, además de en el oro, en el valor de uso de cualquier otro producto, en cuanto vestido, por ejemplo.

“Su ser en cuanto valor emerge a la luz, se expresa en una relación en la cual otro tipo de mercancía, el vestido, es equiparado con ella, o vale como siéndole igual en su esencia…”37.

La tela en tanto valor de uso no puede ser representada por el oro. La tela es la tela, no el oro. Los productos no son “valor relativo” más que cuando los términos de la relación han sido equiparados con el oro “en su esencia” como valor, como “valor absoluto”. Como valor, la tela es igual al oro “como un huevo a otro huevo”. “En tanto valor, ella es dinero”; igualmente, como valor, la tela es oro.

“Todo el misticismo del mundo de las mercancías, toda la magia y la fantasmagoría que nimban los productos del trabajo fundados en la producción de mercancías”38 se expresa en el hecho paradójico de que la mercancía es a la vez ella misma y otra cosa: dinero. Es de ese modo identidad de la identidad y de la no identidad. La mercancía es en su esencia igual al dinero y sin embargo distinta de él. Se sabe que esta “unidad de la diversidad” está caracterizada por el término hegeliano del desdoblamiento. Esta noción dialéctica es utilizada por Marx para caracterizar la estructura de la equiparación mercancía-dinero: el intercambio de mercancía consuma:

“el desdoblamiento de la mercancía en mercancía y dinero [… ] la antítesis, latente en la naturaleza de la mercancía, entre valor de uso y valor”.39

La equiparación mercancía-dinero es la superación económica del teorema de la identidad. Es menester tener presente la diferencia estructural existente entre la “medida” del valor y la medida de una propiedad natural. Así, tomado como unidad de peso, un litro de agua es denominado kilogramo. Cierta cantidad de agua es definida como unidad de peso. Pero esto no significa en absoluto que el peso de una cosa “aparezca” y se “realice” en las mismas dimensiones espaciales que el agua. No es el agua en tanto agua lo que constituye la forma en la cual aparece el peso. La cosa como “representación” del peso no mantiene con el agua real una relación dialéctica, tal que la cosa en tanto peso sería idéntica al agua corno apariencia que ocupa tal espacio, y, al mismo tiempo, distinta de ella como un “algo” cualitativamente definido. La cosa no se desdobla dialécticamente, por ejemplo, en “portadora” de peso y de agua, no es al mismo tiempo ella misma y otra. Pero es así justamente como está constituida la relación entre la mercancía y el dinero. No es posible distinguir el valor de una mercancía respecto de su valor de uso más que expresándolo bajo la forma de otro valor de uso, lo que significa que:

“la mercancía, en su existencia inmediata como valor de uso, no es la forma adecuada del valor, [/es/] = [/a decir/] que lo es en cuanto algo materialmente distinto o que lo es en cuanto equiparada a otra cosa …”40.

La mercancía se convierte en “algo materialmente diferente” y, sin embargo, permanece siendo ella misma en esta transformación. En la expresión “20 varas de tela valen un vestido”, el valor de una cosa se expresa a través de otra. Esta expresión del valor induce una curiosa “inversión”: el traje “tal como es en sí mismo”, el traje como valor de uso, es considerado inmediatamente como valor:

“En el dinero, el valor de las cosas está separado de su sustancia […] Pero por un lado el valor de cambio permanece naturalmente a la vez como una cualidad inherente a las mercancías y como algo existente fuera de ellas […]. Es por ello que en el dinero el valor de cambio se le contrapone [a la mercancía] como algo distinto […]. Todas las propiedades de la mercancía en cuanto valor de cambio se presentan en el dinero como un objeto distinto de ella […]. El valor de cambio [… ] ha alcanzado una existencia independiente de ella [de la mercancía], una existencia que se ha vuelto autónoma en un material específico, en una mercancía específica…”41.

“La misteriosa ecuación de la tela y del vestido modifica la determinación económica del vestido. La tela, que se le equipara en tanto que valor, se diferencia sin embargo al mismo tiempo de él en cuanto objeto de uso, en tanto que el vestido deviene la forma en la cual aparece el valor de la tela, opuesto a su conformación en tanto tela […]. Como en cuanto valor ella posee la misma esencia que el vestido, la forma natural vestido, deviene forma en la cual se le aparece su propio valor […]42.

El dinero en tanto dinero es definido por Marx como una unidad estructurada de manera contradictoria: algo particular aparece inmediatamente como su propio contrario, en tanto generalidad.

“En lugar de sucumbir por su propia oposición, las determinaciones contradictorias de la mercancía se reflejan aquí la una en la otra […]. Es como si, al lado de los leones, de los tigres, de las liebres y de todos los demás animales reales, y distintos de ellos […], existiese también el animal, encarnación individual de todo el reino animal. Semejante individualidad, que comprende en sí misma a todas las especies realmente existentes de la misma cosa, es una generalidad como animal, dios, etc…”43.

Se plantea entonces la cuestión de saber si, a partir de allí, es posible también captar la esencia del valor.

Hemos descrito el “movimiento” de algo que posee la relevante particularidad de “transformarse”, de “desdoblarse”, de “expresarse”, de “mantenerse en cada oportunidad en el otro extremo”, de “apartarse de su forma natural” y de “realizarse”. Este “algo –que escapa a la percepción sensible– es “medido”, “transferido”, etc. El “vector” de ese devenir es un “objeto de pensamiento”, “objetividad abstracta sin otra cualidad ni contenido”. La irreflexividad de numerosos exegetas de la teoría del valor trabajo, que utilizan estas nociones sin pensarlo, y sin considerar jamás que su estatus lógico pueda plantear algún problema, torna comprensible la tendencia de la crítica semántica a rechazar los argumentos de los economistas marxistas como puro fetichismo verbal. Me parece, consiguientemente, que la economía marxista tiene como tarea urgente estudiar aquellos problemas que le plantean sus propios conceptos. Aquélla se impone sobre todo para los conceptos fundamentales de la teoría del valor.

Son precisamente dichos problemas los que han permitido a Simmel definir al valor como una categoría metafísica:

“Como tal, ella está […] más allá del dualismo del sujeto y del objeto…”44.

El valor es, por cierto, un objeto de pensamiento, pero no un “concepto” en el sentido de la lógica formal: resulta tan difícil descubrir aquí tanto una diferencia específica cuanto un género próximo. El valor no es una noción genérica, sino:

“una forma nocional de extensión lógica, totalmente diferente de la unidad distintiva de cualquier conjunto de elementos aislados…”45.

La referencia a la noción tradicional de dios muestra que Marx entiende “generalidad” como una unidad que contiene la totalidad de todas las determinaciones en su diversidad en sí. Pero esta determinación, que no caracteriza inmediatamente más que la esencia del dinero, ¿es igualmente válida para “el objeto general” valor? El valor no aparece sino como “unidad” con el valor de uso.

Esta “unidad” es denominada mercancía –“cosa sensible y suprasensible”–. En el sentido de la filosofía tradicional, una “cosa” puede ser algo material, pero también un “objeto trascendental”. La mercancía, en tanto se le atribuyen como propiedades un carácter sensible y otro suprasensible, de valor de uso y del valor, no es pensable. Estas propiedades no están englobadas por una tercera, que reuniría en una unidad, como con un broche, o elementos tomados en sí mismos.

Por el momento, la mercancía puede ser descrita de la siguiente manera. Supongamos una “relación” entre valores de uso. Empero, a las mercancías, en tanto valores de uso, “su existencia recíproca les es indiferente y, más bien, no mantienen relaciones entre sí”. Mas lo inmediato es también, ya, mediatizado. La relación de cada valor de uso consigo mismo en tanto que es otro aparece como relación inmediata de dos valores de uso idénticos a sí mismos. Se olvida que, en la equiparación de dos valores de uso, uno de ellos es colocado en situación de desigualdad respecto de sí mismo:

“Establezco una ecuación entre cada mercancía y un tercer elemento, o sea la pongo como no igual a sí misma…”46.

Si la mercancía como valor de uso no es valor, esto sólo puede significar “que lo es en cuanto algo materialmente distinto o que lo es en cuanto equiparada a otra cosa”.47 Como “algo desigual respecto de sí mismo”, la cosa permanece idéntica a sí misma en la diferencia que ella conlleva en sí y que le es propia. Ella “se diferencia […] de sí misma en cuanto valor de uso…”48 y obtiene una identidad concreta. La “unidad” del valor y del valor de uso, la unidad en la autodiferenciación, toma la forma del desdoblamiento de la mercancía en mercancía y dinero.

“La antítesis, latente en la naturaleza de la mercancía, […] (se traduce) en una expresión exterior a esa antítesis…”49.

Al mismo tiempo sobreviene una “inversión”: el valor de la mercancía, que transforma en principio el oro en moneda, no aparece en la mercancía más que como cierta cantidad de oro ideal, es decir, como valor de cambio o precio.

“El movimiento mediador se desvanece en su propio resultado, no dejando tras sí huella alguna…”50.

Para Marx, a diferencia de la teoría clásica del valor-trabajo, el valor no es solamente lo que permite determinar la cantidad de valor, sino más bien, en su “movimiento mediador”, el factor constituyente que funda simultáneamente la relación como relación. El valor no es pues para Marx una sustancia intangible fijada en lo indiferenciado, sino algo que se desarrolla a través de las contradicciones: un sujeto:

“Pero si consideramos en sí misma a la circulación en su conjunto, tenemos que el mismo valor de cambio, el valor de cambio como sujeto, se pone ora como mercancía, ora como dinero, y que justamente el movimiento consiste en ponerse en esta doble determinación, y en conservarse en cada una de las formas como su contraria, en la mercancía como dinero y en el dinero como mercancía…”51.

Se comprenderá que el desdoblamiento de la mercancía en mercancía y en dinero, sólo se deja descifrar después de que se haya mostrado que esta relación antagónica entre cosas expresa una relación entre hombres, estructurada de manera igualmente antagónica. A la inversa, estas “relaciones sociales entre personas” deben ser definidas de tal modo que a partir de su estructura el antagonismo de la “relación entre cosas” se hace comprensible.

La cosa “sensible y suprasensible” define una realidad sui géneris que no podría reducirse a los aspectos tecnológicos ni fisiológicos del proceso de trabajo, ni al contenido de la conciencia o del inconciente de los hombres. La objetividad abstracta del valor es, para Marx, pura y simplemente una objetividad social. Debido a que esta dimensión de la realidad es a la vez subjetiva y objetiva, se diferencia de aquellas relaciones sociales que no son constituidas más que por un comercio conciente.

El análisis de la forma valor reviste una triple importancia para la teoría marxista de la sociedad: es el punto de unión de la sociología y de la teoría económica; inaugura la crítica de la ideología por parte de Marx y también una teoría específica del dinero, que funda el primado de la esfera de la producción sobre la esfera de la circulación y, por consiguiente, de las relaciones de producción sobre la “superestructura”:

“Las distintas formas del dinero pueden también corresponder mejor a la producción social en los distintos niveles; una puede eliminar inconvenientes para los cuales otra no está madura; pero mientras ellas sigan siendo forma del dinero […] ninguna puede suprimir las contradicciones inherentes a la relación del dinero: cuanto más, una forma puede representarlas de modo diferente que otra [… ] Una palanca puede vencer mejor que otra la resistencia de la materia inerte. Pero todas se basan en el hecho de que la resistencia permanece…”52.

La “resistencia” que se opone a una presentación racional del proceso material de reproducción es, para Marx, la objetividad abstracta. Una forma específica de la producción material –trabajo social de los productores privados– es lo que hace que, en el materialismo histórico, el proceso de producción y de reproducción sea definido como “base”, en tanto que las relaciones conscientes, por el contrario, no sean más que “superestructura”.

“En la medida en que los individuos no están subsumidos en una entidad comunitaria de origen natural, ni por otra parte, subsumen a ellos, como seres conscientemente colectivos, la entidad comunitaria, ésta debe existir frente a ellos –los sujetos independientes– como un ente que para esos sujetos es como una cosa, igualmente independiente, extrínseco, fortuito. Es ésta precisamente la condición para que esas personas privadas e independientes estén a la vez en una interconexión social…53.

Para Marx, el dinero no es un “mero signo”, sino simultáneamente apariencia y realidad: la interdependencia social objetivada de los individuos aislados:

“El dinero mismo es la comunidad, y no puede soportar otra superior a él…”54

“Para la teoría nominalista del dinero, por el contrario, ni el oro ni el dinero […] tienen valor intrínseco; sino que adquieren un valor ficticio en el seno del proceso de circulación, representando a las mercancías. Este proceso las transforma no en moneda, sino en valor..”]55.

Si se concibe el medio de circulación exclusivamente como “velo monetario” de la circulación de los productos, la circulación de la moneda no es más que un movimiento secundario. Según Marx, estos teóricos desconocen la esencia de la transformación del dinero y, como consecuencia, también la génesis de esta noción de dinero.

“El dinero es originalmente el representante de todos los valores; en la práctica las cosas se invierten y todos los productos y los trabajos reales devienen los representantes del dinero […] (Como precio) todos los productos […] devienen los representantes del dinero…”56

Queda por examinar si es posible descubrir alguna interdependencia entre la teoría nominalista del dinero y la teoría pluralista de la sociedad.

Apuntemos finalmente hacia una serie de problemas que, en verdad, han sido realmente percibidos por ciertos autores positivistas pero en modo alguno resueltos por ellos, y que en cambio es posible comprender a partir del análisis marxiano, mostrando de ese modo su actualidad. En lo referente a la economía no marxista, Jahn afirma de manera pertinente:

“Para ella, el capital es ora dinero, ora mercancía: tanto medio de producción como una suma de valor. Cada uno de los elementos permanece fijo en la forma en que aparece, aisladamente, sin que exista entre ellos ninguna relación interna […] Lo que, en la circulación del capital, se “procesa” no es ni el dinero, ni la mercancía, ni el medio de producción, ni el “trabajo”, sino el valor, que aparece alternativamente bajo la forma dinero, mercancía o medio de producción. Únicamente el valor es capaz de esta metamorfosis…”57

El capital es por una parte dinero y por la otra mercancía. Aparentemente, otra cosa más aun. Esto es justamente lo que resulta irritante. No es ni lo uno ni lo otro, y sin embargo es tanto lo uno como lo otro. “Algo evanescente”, se diría entonces. Para pensar este “algo” se está constreñido a pensar aquello que no podría ser pensado sobre la base de la teoría subjetiva del valor: el “valor absoluto”. Algo que en un momento dado toma la forma dinero –sin ser sin embargo idéntico a este dinero en tanto dinero– para retomar enseguida su forma de mercancía, es decir, de fuerza de trabajo. Este dilema parece no plantearse aún en el intercambio simple de mercancías: la mercancía aparece como cosa y se distingue como tal de aquella otra cosa que es el dinero. Aquí se cree que aún es posible prescindir del análisis de la “interdependencia interna” y del “movimiento interno”. En el caso del capital, en cambio, se ve obligado a construir una “suma abstracta de valor”, que no podría ser idéntica al dinero en tanto dinero, ya que ella debe no obstante poder “encarnarse” también en otros bienes de capital. “Todo capital cambia incesantemente de forma”58escribe Zwiedeneck empero, puede parecer extraño que partidarios de la economía subjetiva hablen de “cambio de forma”, al dar cuenta de la fórmula marxiana de la relación del capital D – M – D’, pero no puedan nombrar al sujeto que tiene la particularidad de cumplir este “cambio de forma”.

No es posible resolver los problemas de la forma valor si se ignoran la solución y la exposición que al respecto ha dado Marx. Se verifica, en efecto, que los críticos de la teoría del valor trabajo comprueban en la ocasión, desde una perspectiva autocrítica, su incapacidad para resolver, justamente, los problemas que constituyen el objeto de análisis de la forma valor, y que ellos ignoran.

El desconocimiento de la interrelación existente entre la teoría objetiva del valor, que acaba de ser examinada y que es rechazada como “dogma metafísico”, y los problemas cualitativos del valor, presentados en los parágrafos siguientes, se expresa de manera ejemplar en la obra de Joan Robinson: Doctrina de la ciencia económica. La autora no se da cuenta de que, cuando se interroga sobre la cualidad de cantidades económicas y acerca de la esencia de conceptos económicos fundamentales, describe justamente aquel complejo de problemas en torno de los cuales gira el pensamiento de Marx:

“Siempre es posible construir modelos donde aparezcan cantidades de “capital” sin precisar de ninguna manera de que puede allí haber una cantidad. Del mismo modo que se elude generalmente el problema de otorgar un contenido práctico a ese concepto operativo dibujando un diagrama, se escamotea del problema de dar un sentido a la cantidad de “capital” trasponiéndolo algebraicamente. Sea C el capital y A C la inversión […] Pero ¿qué es C? ¿Qué significa? Capital, evidentemente. Es preciso por cierto que esto tenga un sentido; vamos pues a proseguir el análisis sin deslomarnos sobre las argucias mentirosas de los pedantes que desean saber todo lo que eso significa…”59

Joan Robinson revela la situación paradójica del economista moderno, que por una parte desarrolla métodos matemáticos complejos para calcular los movimientos de precios y del dinero pero que, por otra parte, ha olvidado pensar aquello que bien puede constituir el objeto de sus cálculos. Sin embargo, de mantenerse en el modo de pensar de Joan Robinson, la cuestión que ella opone a la economía moderna –“cantidad de que?”– no puede ser caracterizada, desde su propio punto de vista, más que como metafísica. Puesto que es justamente esta problemática la que constituye el objeto de las tesis de Marx: esa interrogación acerca de la génesis del valor y de su “particularidad sobrenatural” o, lo que viene a ser lo mismo, sobre la “sustancia” del valor. La manera positivista de eliminar los problemas cualitativos –“dinero y tasa de interés, como bienes y poder de compra, se revelan como nociones inasibles cuando pretendemos fundarlas realmente”60– resalta en ese formalismo que Joan Robinson comenta en estos términos:

“Los representantes modernos de la economía neoclásica se refugian en manipulaciones matemáticas cada vez más complejas, y se escandalizan cada vez más cuando se los interroga respecto del contenido presumible de dichas manipulaciones…”61

Cuando exposiciones de la teoría moderna del dinero que sientan autoridad se contentan con definir al dinero como “medio general de cambio”, permanece planteada la cuestión de lo que constituye toda la diferencia entre un medio de cambio particular y ese medio de cambio general, entre la mercancía y el dinero. Solamente después de que se ha captado la relación entre los dos como unidad en la diversidad, que desaparece simultáneamente ese “espectro” que obliga al pensamiento de los economistas a hacer del dinero una “noción inasible”.

El punto de vista, en sí mismo trivial, que quisiera que la relación existente entre mercancía y dinero no pudiese ser captada más que como relación social, pero no como relación entre cosas, es asimismo adelantado por representantes de la economía subjetiva. Al partir de la idea de que el valor subjetivo no tiene como contenido sino una relación psíquica entre un sujeto y un objeto, Amonn remarca de modo característico que:

“En la noción de “valor de cambio objetivo” se expresa una relación de naturaleza objetiva que es diferente de aquélla en su esencia: es una relación social…”62

Esta convicción desvía necesariamente el análisis de la economía hacia la sociología. Las relaciones sociales son, para Amonn, “hechos de conciencia” y “relaciones de voluntad”, como el Estado, la familia, la amistad, etcétera.

“Capital, dinero, empresa, son hechos sociales del mismo género…”63

Para él, el capital es “la potencia social impersonal […] concentrada y abstracta”, y el empresario, el “que detenta el poder de decisión individual concentrado y abstracto”. Es evidente que esta noción no basta, como lo pretende, para analizar sociológicamente las categorías económicas. Hablar de “poder de decisión abstracto” es solamente dar otro nombre a esa realidad económica que debe ser explicada en cuanto relación social: el poder de compra. La descripción tautológica de categorías económicas conduce a Amonn a entender el capital, al igual que la amistad y la familia, como puros y simples “hechos de conciencia” y “relaciones sociales”. Empero, él mismo niega dicha definición cuando establece que el poder de decisión abstracto es un poder “ligado a bienes reales, pero sin embargo esencialmente diferentes de ellos”. Y es que esta “ligazón” con bienes materiales distingue cualitativamente el poder de decisión abstracto respecto de otras relaciones sociales tales como la amistad o la familia. Este “algo” que está ligado a bienes reales, siendo al mismo tiempo completamente distinto, plantea un problema que se hurta a la comprensión de la teoría positivista del comportamiento: la forma materialista de la síntesis.

Una teoría sociológica que intenta deducir las relaciones sociales de una “relación con el otro” consciente entre diversos individuos, y hace de la “reflexividad” o de la “intencionalidad” rasgos constitutivos característicos de los comportamientos sociales, está ya condenada al fracaso por el solo hecho de que las categorías económicas no podrían ser reducidas a contenidos de la conciencia o del inconciente.

“[Para los productores] su “mind”, su conciencia, puede muy bien no saber nada de absoluto acerca del modo en que es determinado in fact el valor de sus mercancías, o sus productos como valores; esto bien puede ser inexistente para ellos. Están insertos en relaciones que determinan su “mind” sin que tengan necesidad de saberlo. Cada cual puede usar el dinero como dinero sin saber lo que es el dinero. Las categorías económicas se reflejan en la conciencia de manera sumamente deformada…”64

* * *

NOTAS:

1 Contributions á la théorie marxiste de la connaissance – Alfred Schmidt editor, Suhrkamp Verlag, Traducción de Oscar Terán
2 J. Schumpeter, Kapitalismus, Sozialismus una Demokratie, Berna, pp.44, 46 y 47.
3 Karl Marx, El Capital, Siglo XXI, México, 1975, t. I, p. 6. Todas las citas de El Capital remiten a esta edición.
4 Marx-Engels, Briefe über Das Kapital, Berlín, 1954, p. 132
5 Véanse sobre este punto las contribuciones de O. Leadle y H. Schílar en el debate sobre los problemas de las relaciones mercancía-dinero en un sistema socialista. “Ware-Geld-Beziehung im Sozialismus”, Wirtsckaftswissenschaften, año IX, Berlín, 1961
6 Lenin, Cahiers sur la dialectique de Hegels col. Idees, Gallimard, París, 1967. p. 241
7 H. Marcuse, “Zur Begriff des Wesens”, Zeitschrift für Sozialforschung, año V, núm. 1, 1936, pp. 21 y ss.
8 R. Banfi, “Probleme und Scheinprobleme bei Marx und im Marxismus” Folgen einer Tkeorie, Frankfort del Meno, 1967, p. 172
9 W. Jahn, Die Marxische Wert-und Mehrwertlekre ím Zerrspiegel bürgerlicher Oekononien, Berlín, 1968, p. 116 y s.
10 W. Jahn, Die Marxische Wert-und Mehrwertlekre ím Zerrspiegel bürgerlicher Oekononien, Berlín, 1968, p. 116 y s.
11 F. Petry, Der Soziaie Gehalt des Marxschen Werttheorie, Jena, 1916, p. 16
12 “Question de méthode”, Critique de la raison dialectique, NRF, 1960, p. 55, 34 y 35, nota 1
13 Marx, Theorien über den Mekrwert, 3a. parte, Berlín, 1962, p. 144 [Nosotros abreviaremos: Theorien] T.
14 La interdependencia de la teoría del valor y de la teoría del dinero es formulada con suma claridad por Wygodski: “Marx consideraba la comprensión de la categoría dinero como criterio para saber si se ha entendido efectivamente la esencia del valor.” . Die Geschichte einer grossen Entdeckung, Berlín, 1967, p. 54.
15 Marx, El Capital, op. cit., t. I, pp. 91-92.
16 Ibíd., p. 89.
17 Marx, Contribution, op. cit. 3a pp. 299 y 323
18 Marx, Theorien, op. cit., 3a. parte, p. 162
19 Ibíd., p. 1023 nota
20 Marx, El Capital, op cit., t. I, p. 98, nota.
21 Citado en Marx, Theorien, op. cit., p. 140. Ibíd.
22 Ibíd., p. 130.
23 Ibíd., pp. 141, 145.
24 ibíd., p. 189.
25 ibíd., p. 189.
26 Marx, Theorien, op. cit., p. 156.
27 Ibíd.3 pp. 130, 135.
28 Marx, Contribution, op. cit., p. 302.
29 Marx, El Capital, op cit., vol. I, pp. 98-99.
30 Marx-Engels, Studienausgabe H, ed. I. Fetscher, Frankfort del Meno, 1966, p. 274.
31 Marx, Contribution, op, cit., pp. 614-615.
32 Marx, El Capital, op. cit., t. I, pp. 97-98.
33 Marx, Critique du Programme de Gotha, op. cit., I, p. 1418.
34 H. Marcuse, Raison et revolution, ed. Minuit, 1968, p. 343.
35 Marx-Engels, Lettres sur “Le Capital”, Berlín, 1954, p. 100.
36 Marx, Theorien, op. cit., 2a. parte, pp. 155, 500.
37 Marx-Engels, Kleine okonomische Schrijten, Berlín, 1955, p. 266.
38 Marx, El Capital, Op. cit, v. 1. p. 93.
39 Ibíd., p. 106.
40 Marx, Elementos, op. cit. vol. 2, pp. 342-343.
41 Ibíd., vol. 1, pp. 75, 76-77, 70 y 121.
42 Marx-Engels, Studienausgaben, op. cit. pp. 227, 228.
43 Ibíd., pp. 229, 234.
44 G. Simmel, Philosophie des Geldes, Berlín, 1958, p. 24.
45 Th. Adorno, Sociologica ir, Frankfort del Meno, 1962, p. 217.
46 Marx, Elementos, op. cit., vol. 1, p. 68.
47 Ibíd., vol. 2, p. 343.
48 Marx-Engels, Studiendusgaben, op. cit., p. 226 (subrayado por Marx).
49 Marx, El Capital, op. cit., vol. I, p. 106.
50 Ibíd., vol. i, p. 113.
51 Marx, Elementos, op, cit., vol. I, p. 206.
52 Ibíd., vol. 1, p. 46.
53 Ibíd., vol. 3, p. 171.
54 Ibíd., vol. 1, p. 157.
55 Marx, Contributions, op. cit,, p. 247.
56 Marx, Elementos, op. cit.3 vol. 1, p. 75.
57 W. Jahn, op. cit. p. 332 y ss. Jahn descuida, sin embargo, otorgarle toda la atención que merece a la argumentación de Eric Preiser, que no define al capital más que como capital monetario. No es la menor de las preocupaciones de Preiser la de eliminar la noción de “metamorfosis”. “Me parece poco interesante caracterizar como metamorfosis del capital esta simple situación, u oscurecerla mediante otras imágenes. El dinero no puede transformarse en mercancía, la vida económica no es una representación de ilusionistas. “Budung und Verteilung des Volkseinkommens, Gotinga, 1963, p. 106.) La idea de que la paradoja en la expresión manifiesta una paradoja de la realidad permanece como una pura convicción tranquilizante mientras la teoría marxista no pueda mostrar cómo se constituyen las relaciones sociales mismas que se presentan necesariamente como metamorfosis de la mercancía y del dinero. Se puede obviamente dudar de que la opinión de escuela actualmente dominante en economía sea capaz de soportar la eliminación, en cada disciplina particular, de la noción de capital real o de capital productivo. Schneider se suma a la opinión de Preiser, según la cual es posible describir exactamente los procesos económicos pertinentes sin utilizar la noción de capital. Sin embargo, en su exposición de la teoría del desarrollo, las nociones poco antes negadas de “capital productivo” y de “stock de capital” reaparecen, al igual que el ave Fénix renace de sus propias cenizas.
58 Swiedeneck-Südenhorts, Allgemeine Volkwirtschaftslehre, Berlín, 1932, p. 102.
59 J. Robinson, Doktrinen der Wirtschaftswissenschaft, Munich, 1965
60 Ibíd. p. 109. La teoría nominalista de la moneda debería ocuparse de ese fenómeno notable que hace que “los nombres atribuidos a determinadas partes ponderables alícuotas del oro (metal precioso), gracias a un proceso inexplicable se comportaban de manera autónoma frente a la sustancia cuyos nombres eran”. (Marx, Elementos, op. cit., vol. 2, p. 348.) A diferencia de los fundadores de la teoría no metalista de la moneda, a quienes aún irritaba este “impenetrable proceso”; las obras modernas sobre la teoría de la moneda no juzgan jamás a este problema digno de ser siquiera mencionado. Knapp declara simplemente: “sería seguramente difícil dar una verdadera definición del medio de pago”. (Citado en K. Elster, Die Siecle des Geldes, Jena, 1923, p. 4.) Siguiendo a su alumno Elster, creía “poder considerar la noción de medio de pago, que no llega a definir, como una de esas nociones primeras, originarias, que no pueden ser definidas de otro modo” (K. Elster, op. cit., pp. 4 y 5). Elster mismo habla del problema de la economía, “del cual no cree que pueda ser resuelto […] Las relaciones psíquicas internas del hombre respecto de los objetos de la economía, de la utilidad, en cuanto placer, a la que tiende la economía […] esos fenómenos psíquicos no permiten nunca y en ningún caso arribar a una egresión cifrada. Pertenecen a dos mundos completamente distintos: el valor y el número, es decir, el precio”. Los representantes de la teoría subjetiva del valor se enfrentan aquí “con uno de esos problemas que escapan a las nociones humanas”(K. Elster, t>p. cit. p. 52 y ss.)
61 ibíd., p. 156.
62 A. Amonn, Volkswitschafftlicke Grandbegriffe und Grundprobleme, Berna, 1944, p. 134.
63 A. Amonn, Objekt und Grandbegriff der Nationalokonomie, Berna, 1911, p. 409 y ss. Las recientes tentativas por elaborar una “teoría social de la moneda” (Gerloff) o por constituir “la economía como sociología” (Albert) no van más allá de la posición de Amonn. Según Albert, “la interpretación sociológica de los problemas de los precios […] conduce del análisis del valor al análisis del poder [ ] El fenómeno del poder se convierte así en el problema central de una economía comprendida como parte integrante de la sociología”. H. Albert, Marktsoziologie und Entscheidungslogik, Neuwied, 1965, p. 496.
64 Marx, Theorien, op. cit., 3a. parte, p. 164.

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