Fuente: https://periodicogatonegro.wordpress.com/2020/04/26/creo-en-las-palabras/
Resulta difícil referirme a las tradiciones que me contienen, puedo decir que mis amigas son las palabras. Copulan mis creencias con la ternura del zapatismo para compartir la cosmovisión del mundo que lxs sostiene con profunda simpleza.
Coquetean mis gestos con la idea de la mamushka como vientre habitado de dolores de esta y otra generación, y otra más, y así sucesivamente, siempre una anterior. Oscilan en mí entusiasmos por un pasado común, una noche creí que en el cielo estrellado se contiene a nuestros antepasados como estrellas y lxs que vemos todxs es porque compartimos un pasado común… Resuenan en mi ardores de una madre que crió sola, “porque fue lo que le tocó”; “porque el otro no pudo”; “porque así son las cosas…”
Creo en las palabras, en su fuerza, en la capacidad de habitar la vida, de intencionar un nombre, de acariciar como pluma y golpear, sacudirnos como martillo.
Creo en las palabras porque nunca terminé de convencerme con la idea de dioses y diosas que puedan decirnos qué hacer, cómo vivir.
Por eso, creo en las palabras, en su fuego. Eso en eso creo, en el fuego, en el deseo que insiste y empuja, puja la vida a recrearse.
Creo en las palabras y en la exigencia que es la vida, como ese acto de afirmación en el que me encuentro en el decir, en el intentar decir, en el acto de delinear un pensamiento y compartirlo al universo.
Creo en las palabras porque tienen ese nose qué que las hace eternas, intensivas, infinitas.
Creo en las palabras, y me doy porrazos por eso. Porque no hay decir que pueda contener la existencia. Porque es ingenuo mi pensar que “si lo digo ocurre”, o que “si no lo digo no ocurrirá jamás”.
Creo en las palabras y en la poetisa que habita en mí y hace conjuros para atravesar tempestades, rituales de sahumos y sales para acallarmalestares, alquimia de sabores para alojar tristezas y sin sabores.
Creo en las palabras y los hechizos que generan, en su capacidad de encantamiento, magia brujeril que ejercen.
Creo en las palabras pero necesito decirlo mil veces para convencerme, para convencerte, para convencernos.
Creo en las palabras y ello no significa que no tambaleo.
Creo en las palabras y cuando me habita un profundo desánimo y confusión ellas auguran trazados de lo posible.
Creo en las palabra porque aunque a veces todo nos lleve a callar, decir una incomodidad como acto de rebeldía a la sumisión cotidiana es lo que de noche me permite dormir.
Creo en las palabras porque juego con ellas, porque juegan conmigo porque cuando escribo soy muchas y las encarnó sensiblemente a todas, las deletreo, las invoco y me entrego. Por eso, creo en las palabras.
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