Comuna de París: 150 años viva en la memoria

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Comuna de París: 150 años viva en la memoria

París, Francia. 18 de marzo de 1871. El descontento popular desde el fracaso francés en la guerra franco-prusiana, la cual internacionalistas de ambos países trataron de evitar, está en su punto culmine. Adolph Thiers, presidente provisional de la Tercera República Francesa, que había negociado el armisticio con el canciller alemán Otto Von Bismarck semanas antes, ordenó al ejército recuperar los cañones almacenados en los parques de artillería en los barrios de Montmartre y Belleville. Con las mujeres a la cabeza, el pueblo parisino y la Guardia Nacional, se interpusieron

Los generales de Versalles ordenaron a sus soldados disparar sobre la multitud, pero sus subordinados, desobedeciendo la orden del gobierno y sumándose a la voluntad popular, los bajaron de sus caballos y los fusilaron. Esa fue la chispa que encendió la pólvora. Comenzaba así la primera revolución de la clase trabajadora, la que encendió la llama de la esperanza y la lucha de les explotadxs y desposeidxs, la de quienes ya no querían restauración de la monarquía ni república, una de las causas de discusión y escisión entre socialistas y anarquistas en la Primera Internacional. Ese 18 de marzo, hace 150 años, nacía la Comuna de París.

De corta vida, apena dos meses entre la huida del gobierno provisional a Versalles y el trágico desenlace, la Comuna vio acciones y medidas transformadoras (algunas más socialdemócratas y reformistas, otras más revolucionarias) como ningún pueblo de Europa occidental antes entre las cuales estaban: remisión de las rentas, abolición del trabajo nocturno en toda panadería de la ciudad, eliminación de los intereses de las deudas, el derecho de lxs obrerxs a tomar posesión de la industrias abandonadas por los dueños, pensiones para viudas de miembros de la Guardia Nacional, separación de la Iglesia del Estado, estatizando los inmuebles religiosos y creando la educación laica, y la quema de la guillotina, símbolo del terror y despotismo, frente a la estatua de Voltaire. Las asambleas locales, conformadas por un amplio arco de sectores revolucionarios, echaron mano a la obra comunera y crearon orfanatos donde pusieron a niñxs de la Comuna bajo su tutela, repartiendo comida gratis, ropa y útiles escolares. Los viejos cargos abandonados por el gobierno de Thiers fueron tomados por el pueblo de París. Asimismo, cayeron numerosos símbolos de la opresión y el imperialismo, entre ellos la columna Vendome, el Palacio de las Tullerías, y el Palacio Real, entre la digna rabia y furia de París contra Versalles, la acción de les propies comuneres y el resultado de los combates en las calles.

Pero las fuerzas de la reacción, empecinadas y obstinadas en conciliar con los vencedores de la guerra, de la cual Francia misma tuvo un papel preponderante en su propio fracaso, decidieron que era preferible masacrar a su propio pueblo que rebelarse contra el Imperio Prusiano. Una constante que se repetiría en revoluciones futuras; el pánico y miedo de la burguesía a la revolución más que a la conquista por el enemigo externo. El periódico Versailles, L’Officiel, había dado la señal para la matanza:

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