Fuente: La Jornada Ángel Guerra Cabrera 09.05.21
Lozano: Hay dos ejes articuladores del movimiento. Uno, la comunicación instantánea que tienen los jóvenes. Los de otra generación estamos en la tercera línea y somos sobre todo mujeres llevando el agua y los medicamentos. El otro eje, los jóvenes: son quienes han vivido de manera directa las consecuencias económicas y emocionales de la pandemia: el encierro, el desempleo de sus padres, el de ellos, situaciones de salud mental por el estrés y la pobreza. Esto retoma lo que vivimos en 2019, como en Chile, Perú, Ecuador, un despertar de las consecuencias del modelo neoliberal de pauperización y exterminio, que se ahondan con el virus. Como decía una de las consignas: no nos importa hasta perder la vida porque ya nos han quitado tanto que nos quitaron el miedo. Vemos imágenes de una guerra literal: helicópteros disparando, ráfagas de metralla, gases lacrimógenos y tanques ocupando calles.
La represión fue muy fuerte el 29 y el 30 de abril, y el primero de mayo hubo una marcha histórica: más de un millón de personas sólo en Cali. Los organizadores llaman a una movilización virtual y la gente no hace caso y sale a la calle, y hay múltiples puntos de bloqueo por toda la ciudad. Las movilizaciones lograron tener una resonancia mundial instantánea gracias a los medios de comunicación alternativos y a las redes. Para los medios privados no está pasando nada o hablan de vandalismo. Se dice de 31 personas asesinadas, pero hay más de 90 desaparecidas que fueron asesinadas y sus cuerpos no aparecen. Varias mujeres han denunciado violencia sexual de la policía y hay cientos de heridos (https://cutt.ly/GbU9OGj).
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