Fuente: La Jornada/Bernardo Barranco 22.01.2020
En 2013 Benedicto XVI anunció su retiro valiente. Anciano, enfermo y deprimido se reconoce rebasado por las intrigas, escándalos y luchas de poder palaciegas en una institución que se desmembraba. Anunció que se retiraría, se recluía en silencio y pregonó que no intervendría en la gestión de la Iglesia. Por ello causó conmoción la noticia reciente de que el Papa emérito publicó un libro, junto al cardenal Robert Sarah, ligado a las ideas ultraderechistas de Marcel Lefebvre, donde defiende radicalmente el celibato y se opone a la ordenación de hombres casados. Esto en reacción a la propuesta de ordenar sacerdotes casados aprobada en el pasado Sínodo de la Amazonia para ciertos lugares del mundo y de manera extraordinaria. Era claro el temor de que el reformista Francisco lo podría aprobar en la exhortación apostólica que redacta y será publicada en breve.
Ante el inusual atrevimiento de Ratzinger, los focos rojos se encendieron en Roma. Los adelantos editoriales publicados en París por Le Figaro no dejaron duda. Titulado Des profondeurs de nos coeurs (Desde lo profundo de nuestros corazones), en los forros del libro se lee: Desde su renuncia en febrero de 2013, la palabra del Papa emérito ha sido rara. Ha cultivado el silencio, protegido por las paredes del monasterio Mater Ecclesiae, en los jardines del Vaticano. Ahora, excepcionalmente, en compañía del cardenal Sarah, su gran amigo, decidió escribir sobre el tema más difícil para la Iglesia: el futuro de los sacerdotes, la definición justa del sacerdocio católico y la defensa del celibato
.
El contenido del libro no tiene grandes novedades. Defiende el celibato con argumentos tradicionales y dogmáticos. Lastima el desprecio al ejercicio sinodal sudamericano. Lo caricaturizan de una manera casi despectiva como un sínodo extraño de los medios que prevaleció sobre el sínodo real
. Las reacciones no se hacen esperar y de manera tosca, Benedicto XVI se retracta. Primero se filtró a algunos medios que Ratzinger no había escrito a cuatro manos con Sarah el libro ni visto la portada. Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, respondió mostrando las cartas en que el pontífice emérito lo autorizaba para publicar un texto sobre el celibato sacerdotal que le había entregado. En seguida, el secretario personal del Papa emérito, el arzobispo Georg Gänswein, llamó a Sarah para pedirle a nombre de Ratzinger que los editores quitaran a Benedicto XVI como coautor del volumen. Así se hará en las próximas ediciones, porque la primera llegó a las librerías de Francia.
El mundo se le vino encima a Benedicto XVI, de 92 años, un anciano aparentemente manipulado por los ultraconservadores enemigos de las reformas de Francisco. Otros demandan legislar la inédita figura de un Papa emérito e imponer canónicamente su silencio y acotar toda intervención en el gobierno de la Iglesia. Dónde queda el papel de la disidencia dentro de la Iglesia, máxime cuando Ratzinger es uno de los más connotados intelectuales de Europa. Por supuesto que tiene el derecho de decir lo que quiera, tuiteó el jesuita estadunidense James Martin, pero dada su posición inédita, algunos podrían interpretar como un magisterio paralelo, que podría llevar a la desunión de la Iglesia
. Algunos críticos le reprochan su frase: silere non oposum (no puedo guardar silencio) retomado de San Agustín. ¿Por qué Ratzinger cuando fue prefecto guardó silencio sobre los abusos sexuales a menores por cientos de sacerdotes? Flota la pregunta sobre legislar el rol de un papa emérito: ¿debe y tiene un papel al opinar o debe ser un mudo de piedra?
No hay un supuesto libro bomba
. Sí, la percepción de una Iglesia envuelta en el caos. Sin duda, el episodio vuelve estremecer la percepción de una Iglesia fracturada. Las tensiones se recrudecen y la rebeldía conservadora asecha con virulencia bajo una atmósfera de tintes cismáticos. La imagen de la Iglesia sigue siendo dañada, desde hace lustros, por las luchas de poder intestinas e iniciativas innobles para dirimir conflictos internos y ventilarlos con deshonestidad en los medios. Para agudos analistas, no sólo se trata de presionar a Bergoglio por el celibato sino por la anunciada reforma de la curia. Bombardear a Francisco para debilitarlo y reblandecer su ímpetu reformista que afectaría una curia habituada a los privilegios, envuelta en la metástasis de la corrupción. Limitar la actuación internacional de un pontífice que se ha enfrentado a empresas y naciones en temas de ecología, migración y derechos humanos, es una apetitosa oferta para políticos.
Grupos fácticos seculares y religiosos quieren polarizar la relación entre Benedicto XVI y Francisco cuando en realidad sus diferencias no son antagónicas. Hay diferencias, pero continuidad entre ambos actores de una misma Iglesia que se resiste a transformarse. Las dolencias de Ratzinger son las mismas de la Iglesia: vejez, salud precaria y rebasamiento cultural de una sociedad moderna.