Fuente: La Jornada Ángel Guerra Cabrera 31.10.21
La crisis del Covid-19 reveló muchas cosas que quizás no eran tan visibles anteriormente: crisis generalizada, del planeta, de la humanidad, de los lazos políticos. Nos ayudó a reubicar en un contexto más amplio nuestras reflexiones. No alcanza con decir que la pandemia expuso la importancia de la reproducción social, las estructuras de género, las disparidades raciales ni la exposición racializada a la infección y a la muerte.
Porque todo está basado en el sistema social existente, el capitalismo, raíz de todos estos problemas. Por la destrucción del planeta, la deforestación, la emisión de gases de efecto invernadero que generan el calentamiento global. El capitalismo hizo que los murciélagos estuvieran en contacto con los pangolines y los pangolines con nosotros. Fue como se transmitió el virus a los humanos.
Cuarenta años de neoliberalismo debilitaron las capacidades públicas para controlar la pandemia, que el mismo neoliberalismo creó. El neoliberalismo presiona a los Estados a desinvertir en salud pública, privatizar las cadenas de suministro y ponerlas en manos de las megacorporaciones, que no tienen interés en el bien común, solamente en la ganancia. Se ve claramente en la negativa a transferir las patentes y la tecnología para las vacunas.
Los populismos de izquierda no deberían constituir un punto final, sino una etapa de transición. La crisis actual no solamente es estructural, es de la hegemonía en general. Las personas empiezan a perder confianza en los partidos políticos, a pensar en alternativas y muchas veces gravitan hacia opciones muy nefastas, como populismos de derecha o lo que podemos llamar protofascismo. Los populismos de izquierda también son una alternativa a esto. Mi esperanza es que los populismos de izquierda se transformen en un punto de entrada para gente que decida pensar otra alternativa.
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