Fuente: https://www.telesurtv.net/opinion/Bolton-teje-un-cuento-en-su-capitulo-de-Venezuela-20200629-0073.html?utm_source=planisys&utm_medium=NewsletterEspa%C3%B1ol&utm_campaign=NewsletterEspa%C3%B1ol&utm_content=43 Leonardo Flores 29 junio 2020
Desde el primer párrafo de «Venezuela Libre«, el noveno capítulo del próximo libro de John Bolton, “La Habitación donde sucedió” se hace evidente que el cuento de Bolton está lleno de invenciones, medias verdades, propaganda y ocasionalmente, algún elemento de verdad.
El capítulo es una trama de 35 páginas en la que el infame belicista culpa a todos en el gobierno de Trump por la desastrosa política hacia Venezuela, desde el secretario del Tesoro Steve Mnuchin, hasta los burócratas del Departamento de Estado y el secretario de Estado Mike Pompeo y, por supuesto, el presidente Trump. La crítica también se extiende al personaje de oposición Juan Guaidó y al presidente de Colombia Iván Duque. Están exentos de las críticas los dos arquitectos de la política: Mauricio Claver-Carone (elegido por Bolton como Director Principal del Consejo de Seguridad Nacional para el Hemisferio Occidental) y el propio Bolton.
Según Bolton, el presidente venezolano Nicolás Maduro sigue en el poder solo porque el gobierno de Trump no tenía la suficiente determinación de mantener la presión. Argumenta que las sanciones no fueron estrictas ni aplicadas rápidamente. Sin embargo, el gobierno de Trump bloqueó la capacidad de Venezuela para comerciar oro, congeló los activos de la compañía petrolera estatal PDVSA (incluida la subsidiaria estadounidense CITGO Petroleum), sancionó al Banco Central de Venezuela e impuso un embargo económico. Todo esto, entre noviembre de 2018 y agosto de 2019, durante el mandato de Bolton como asesor de seguridad nacional de Trump.
Cuatro transcendentales sanciones impuestas en menos de 10 meses y que paralizaron la economía venezolana, no describen a un gobierno que «vacilara y se tambaleara», como indica Bolton. No hubo nada de lento en la implementación de estas sanciones; fueron aplicadas en reacción a eventos dentro de Venezuela y diseñadas para causar el mayor daño económico posible. La sanción de la industria del oro se produjo cuando Venezuela comenzó a exportar oro a Turquía. Las sanciones de PDVSA pretendían ser una sentencia de muerte para la industria petrolera de Venezuela, evitando que CITGO refine su petróleo y envíe diluyentes para procesar el crudo pesado de Venezuela (también fueron destinadas a entregar CITGO y sus activos a Juan Guaidó). La sanción al Banco Central congeló los activos venezolanos en el extranjero, inmovilizándolos en el sistema financiero internacional e impidiendo la capacidad del país de importar bienes, incluyendo alimentos y medicamentos. El embargo económico de agosto de 2019 impidió que cualquier empresa estadounidense trabajara en Venezuela, se comparó con las sanciones «que enfrentan Corea del Norte, Irán, Siria y Cuba» y se anunció justo cuando el gobierno y la oposición venezolana estaban por entablar conversaciones en Bermuda.
La información más útil que surgió del capítulo «Venezuela Libre» es la afirmación hecha por Bolton indicando que, en enero de 2019, el entonces secretario de Relaciones Exteriores de Reino Unido, Jeremy Hunt, estaría «encantado de cooperar con acciones que [Reino Unido] pudiera tomar, por ejemplo, congelar los depósitos de oro venezolanos que se encuentran en el Banco de Inglaterra». Días después, el Banco de Inglaterra congeló más de $ 1.2 mil millones en oro perteneciente a Venezuela, a pesar de que se supone que es una institución independiente «libre de la influencia política diaria«. Esta revelación de Bolton probablemente se utilizará en la demanda del gobierno venezolano contra el Banco de Inglaterra. La demanda busca liberar el oro de Venezuela para transferirlo al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el cual comprará alimentos y suministros médicos para el país a fin de contrarrestar la pandemia de COVID-19. Bolton incluso expone una ventaja adicional en su macabra búsqueda de sanciones: «los bancos centrales y los banqueros privados no quieren buscar razones para estar en la lista negra de la Reserva Federal», lo que significa que dejarían de hacer negocios con Venezuela o congelarían sus activos. Este hecho, conocido entre los expertos en sanciones como «sobre cumplimiento», Bolton lo presenta como un componente y no como una falla, de su régimen de sanciones.
El Departamento de Estado incluso se jactó de cuán duras fueron estas sanciones en una hoja de datos que posteriormente fue eliminada, pero si se hubieran aplicado de una vez, como presumiblemente Bolton quería, no hay razón para creer que esto hubiese provocado un cambio de gobierno. El gobierno de Maduro demostró su capacidad para adaptarse a las sanciones, evitando lo peor de COVID-19 y, a pesar de la devastación económica, mostrando un crecimiento económico en el cuarto trimestre de 2019.
Además de ser crueles, el resultado de las sanciones fue contrario a las expectativas de que la población se alzara contra el gobierno. Una encuesta encontró que el 82% de Venezuela rechaza las sanciones, e incluso el encuestador de oposición más prominente del país admitió que la mayoría de los venezolanos «rechaza firmemente las sanciones generales, económicas, petroleras y financieras que afectan a la población«. A riesgo de alabar a Bolton, al menos sigue siendo honesto sobre las sanciones. Si bien el Departamento de Estado y el del Tesoro insisten habitualmente en que las sanciones solo afectan a los miembros del gobierno venezolano, Bolton admite «el daño [que] causarían al pueblo venezolano».
No solo fueron las sanciones contraproducentes desde la perspectiva de la Casa Blanca. Las amenazas militares, los intentos de golpes de estado y las provocaciones también ayudaron a unir la base de Maduro. En su libro Bolton se queja de la fijación de Trump en amenazas militares y de sus llamados para que el Pentágono elaborara planes para una invasión, pero no es porque de repente el conocido halcón desarrollara algo de sensibilidad, sino más bien debido a la «inevitable oposición del Congreso» y su creencia de que el cambio de gobierno en Venezuela no requeriría tropas estadounidenses.
Bolton dedica una parte sustancial del capítulo a detallar los eventos del intento de golpe de Estado de Guaidó el 30 de abril, y sigue creyendo que estuvieron muy cerca de lograr sus objetivos ese día. Bolton y la Casa Blanca pensaron que habían convencido al ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, de desertar, junto con otras figuras clave, incluido el jefe de la Corte Suprema de Venezuela. No desertaron. En cambio, el golpe fracasó en cuestión de horas y todo lo que Guaidó logró hacer fue parecer un tonto cuando él y una docena de soldados tomaron brevemente el elevado de una autopista en Caracas. En los medios, Bolton insistió en que Padrino López traicionó a los golpistas en el último minuto, pero todo indica que Bolton cayó en una trampa, como lo expresó el presidente Trump en junio de 2019, cuando se informó, una vez más, que había perdido interés en Venezuela.
En dado caso, sí que cayó en la trampa de Fabiana Rosales, la esposa de Guaidó, quien apeló a la vanidad de Bolton al afirmar que el gobierno venezolano «tiembla cuando John Bolton comienza a tuitear». Bolton se jacta de sus tweets y acrobacias (como cuando mostró un bloc de notas donde tenía anotada la frase «5,000 tropas a Colombia» durante una conferencia de prensa), pero estos fueron utilizados como propaganda para solidificar la base del gobierno de Maduro. A saber, en enero de 2019, la milicia civil de Venezuela tenía menos de dos millones de miembros; hoy, esa misma milicia tiene más de cuatro millones alistados. Bolton, con sus constantes tuits sobre Venezuela y los funcionarios venezolanos, así como su historia de belicismo, logró más haciéndole creer a los venezolanos que Estados Unidos podría invadir, que las propias amenazas de Trump.
La arrogancia de Bolton se conoce desde hace mucho tiempo, pero lo más sorprendente del capítulo de Venezuela es su pobre análisis de la situación y su ignorancia (¿deliberada?) de los hechos. Profundizar en todas las mentiras y declaraciones erróneas de Bolton tomaría otras mil palabras, pero aquí hay tres ejemplos de muchos más. Él escribe que el presidente Maduro fue «resguardado bajo la más estricta seguridad durante varios días … [y] permaneció invisible, no salió en público» después del golpe del 30 de abril. Sin embargo, la foto de arriba muestra a Maduro dirigiéndose a decenas, si no a cientos, de miles de simpatizantes el 1ro de mayo. Afirma que simpatizantes del gobierno quemaron camiones de ayuda humanitaria el 23 de febrero, a pesar de los numerosos informes han demostrado que fue la misma oposición la que quemó la ayuda. Cita el Daily Mail al afirmar que el presidente de la Asamblea Nacional Constituyente Diosdado Cabello envió a sus hijos a China el 23 de febrero, pero aparecieron en vivo en Caracas en la televisión venezolana cuatro días después.
La Casa Blanca está atrapada en una cámara de resonancia, creyendo la misma propaganda que siembra en los principales medios de comunicación. Irónicamente, el propagandista en jefe Trump, como lo cita Bolton, parece ser el que está más cerca de salir de la burbuja. Estas son algunas de las citas de Trump en el capítulo «Venezuela Libre» de Bolton:
– Maduro es «demasiado inteligente y fuerte» para caer.
– «No me gusta dónde estamos … Todo el ejército está detrás de él … Siempre he dicho que Maduro era un duro. Este niño [Guaidó], nadie ha oído hablar de él».
– Sobre Guaidó: «No tiene lo necesario… Aléjate un poco; no te involucres demasiado».
Por supuesto, Trump no es inmune a la propaganda, alegando que Venezuela «es realmente parte de los Estados Unidos», una conclusión natural de la querida Doctrina Monroe de Bolton.
Irónicamente, el mejor análisis de la situación en Venezuela en el libro “La habitación donde sucedió” proviene del presidente ruso Vladimir Putin, el cual Bolton rechaza como «una brillante exhibición de propaganda al estilo soviético». Putin concluye que la política de la Casa Blanca ha fortalecido al presidente Maduro, ofreciendo las manifestaciones masivas del 1ro de mayo en apoyo del gobierno de Maduro como evidencia. Aparentemente, el presidente ruso fue la única persona que le ofreció a Trump una perspectiva alternativa sobre Venezuela.
Probablemente la mayor conclusión del capítulo «Venezuela Libre» de Bolton, es que él y otros en el gobierno disuadieron a Trump de entablar un diálogo con el gobierno venezolano. Desafortunadamente, incluso con Bolton fuera de la Casa Blanca, otros actores continúan influenciando a Trump de la misma manera. El 19 de junio, en una entrevista de Axios, Trump expresó su disposición a reunirse con el presidente Maduro y una vez más expresó escepticismo sobre Guaidó. Se retractó de sus comentarios el día después de su publicación, luego de la presión de los medios, los políticos de Florida y el candidato presidencial Joe Biden, quienes previsiblemente trataron de atacar por la derecha a Trump. Como dijo Bolton, «el apoyo en ambos lados del pasillo para [la] línea dura en Venezuela fue casi uniforme». Independientemente de quién gane en noviembre, parece haber poca esperanza de levantar las crueles sanciones, si hasta sugerir un diálogo es tabú en la política estadounidense.
Sin embargo, en Venezuela hay una sensación de esperanza de que la razón prevalecerá, ya que los moderados comienzan a separarse de la oposición de línea dura, negocian con el gobierno y se preparan para las próximas elecciones legislativas. El libro de Bolton, y su tiempo en el cargo, demuestran que Estados Unidos, por más que lo intente, ya no es capaz de imponer su voluntad. Con suerte, tanto ese capítulo de la historia como la carrera de Bolton finalmente han llegado a su fin.
Publicado originalmente en Code Pink
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