En Delfos estaba ubicado el famoso brujo mitológico llamado oráculo que expresaba la voluntad de Zeus. Era infalible, del Monte del Olimpo llegaban las señales que decidían el destino de los miserables mortales.

Pues bien, en América ha aparecido un nuevo oráculo, un tipo con rasgos de senilidad que desde el monte Olimpo de los poderes fácticos (imperio militar, financiero, mediático), le dicen lo que debe hacer.

Este oráculo que habita en la Casa Blanca llamado Joe Biden, le acaban de ordenar que diga que «América Latina no es el patio trasero de USA, sino un delantero y que perdonen los errores cometidos en trescientos años».

Se permite este octogenario oráculo de Washington llamar dictador al presidente venezolano Nicolás Maduro y sugerir que los gobiernos de Argentina y el nuevo de Chile, deben ser revisados, o supervisados.

Este oráculo oficiante de vicepresidente cuando Obama olvida su ración de fitina. El fue responsable de la invasión a Irak y a Kuwait. Firmó la orden ejecutiva contra Venezuela declarándola una «amenaza inusual y extraordinaria», orden que ha sido reeditada por él mismo, causa de males y desasosiego al heróico pueblo venezolano que nada le ha hecho a él.

Esta cosa que pretende erigirse en el oráculo postmoderno, irritable, enfermizo, esboza un nuevo giro en la política y geopolítica hacia América Latina. Mentira que ahora somos sus «amigos». Jamás lo fuimos. Los EE.UU no tienen amigos permanentes, tienen sí intereses permanentes.

Se aprovechan de nuestras materias primas. Se las roban en aras de una cooperación leonina. Nunca nos transfieren tecnología adecuada y actualizada. Sus bases militares viven día y noche apuntando, con el gatillo a punto como cualquier cowboy asechando como águilas voraces, carroñeras.

Un oráculo portando un nuevo vellocino de oro para engañar, someter, dominar a los pueblos que resisten y luchan con mortal dignidad. Este viejo oráculo pretende pasar por alto la estirpe de que están hechos nuestros pueblos. El barro con que fuimos forjados, esa fórmula no la conoce ni Mcdonalds ni la Kentucky Friend Chicken.

Somos un producto mágico, una mezcla de esta tierra libertaria de hombres como Atahualpa, Bolívar, Miranda, San Martín, Zapata, Villa, Sandino, Alí Primera, Sucre, Morzán, Che, Fidel, Chávez. Ellos y otros miles son los portadores de estos sueños que corren por nuestros caminos iluminándolo todo, alertando. Ellos son nuestros chamanes, cuidan de nuestra independencia. Son de aquí, de estas selvas y montes. Son reales, no bajaron del Olimpo. Son nuestros padres y ejemplos a seguir.

La nueva geopolítica de América Latina y del Caribe la escribiremos nosotros, sin oráculos de laboratorio. La dibujaremos en este espectro real maravilloso que nos describe Alejo Carpentier y demostraremos que nuestro reino sí es de este mundo.