Fuente: https://www.telesurtv.net/bloggers/Atacar-Gaza-sosten-de-Netanyahu-20210528-0002.html?utm_source=planisys&utm_medium=NewsletterEspa%C3%B1ol&utm_campaign=NewsletterEspa%C3%B1ol&utm_content=33 Rubén Montedónico 28 mayo 2021
“(…) no hay nada que me haga deducir que son los elegidos”; carta manuscrita por Albert Einstein, judío alemán, físico, en 1954.
En 1948 la ONU finalizó el proceso de partición del dominio inglés de Palestina. Como corolario de la II Guerra surgió el país Israel -menos el territorio de Jerusalén (al-Quds) fuera de cualquier apropiación por un Estado-. Las naciones árabes -que se sintieron traicionadas por EE.UU.- perdieron la guerra que desataron contra Israel y solventaron el porvenir del Estado adjudicado a los judíos y la idealidad sionista mayoritaria.
A partir de 1956 la presencia, coparticipación y ayuda estadunidense a Tel Aviv fue tan notoria que se menciona a este sitio como portaviones terrestre de la potencia americana.
Cuando se habla de discriminación hay que señalar un primer escalón judaico interior constituido por los procedentes o herederos de europeos del centro, los ashkenazis, sobre los de origen mediterráneo: los sefardíes. Un segundo escalón del que forman parte los dos anteriores grupos contra los llegados de Etiopía (negros), conocidos como herederos de Dan y llamados peyorativamente falashas, habitan en su mayoría periferias en Tel Aviv y Haifa: son tan discriminados que sus donaciones de sangre fueron desechadas por la sospecha de que podrían trasmitir el HIV.
Estos cerca de 200.00 de origen etíope, de los cuales la mitad se encuentra por debajo de la línea de pobreza, son los únicos migrantes a los que se sometió a un baño para ser considerados judíos (no pude averiguar si cuando se dijo que era ritual no tenía la finalidad adicional de revisión y limpieza). Esto ocurre dentro del conjunto de la población judía, pero no acaba la discriminación ahí: sólo resta imaginar cómo le irá a los palestinos musulmanes -14 por favor de la población total del país-: viven lo que muchos se animan hoy a describir como permanente apartheid.
Ante los dramáticos acontecimientos que sucedieron en Gaza, recordamos las palabras del mayor referente de no violencia -Mahatma Gandhi- aludiendo a los palestinos musulmanes: “(…) según los cánones del bien y del mal, nada se puede decir en contra de la resistencia árabe contra la opresión”. Años después, la señora ucraniana Mabovich -en 1947-48 visitante habitual a los integrantes de la comisión de partición de Palestina- afirmará en Israel, siendo Golda Meir: “¿Cómo vamos a devolver los territorios ocupados? (…) No hay tal cosa llamada palestinos”.
El improvisado corresponsal de guerra argentino -Marcelo Figueras-, reporteando la segunda Intifada (2000) señala: “El Estado de Israel tiene derecho de existir pero su política hacia el pueblo palestino es criminal, un apartheid de manual. (…) El muro que levantaron después de aquella Intifada (2ª) está pensado para tornar imposible la vida cotidiana: su traza se mete adrede entre los palestinos y sus lugares de trabajo, o sus escuelas, o el hogar de sus padres, de modo de obligarlos a atravesar un checkpoint militar -y por ende una nueva humillación a cada rato- (…) lo que está haciendo ahora no es defenderse”, su violencia no será el ejercicio de un derecho sino una reafirmación de supremacía.
Un historiador uruguayo -Carlos Machado (2015)- comentará: “Es horrible cometer un error que cuesta tantas vidas. Es peor cometerlo una y otra vez” ¿Error?
Se está ante lo que se asemeja a una enorme conspiración mundial, un ocultamiento de la situación diaria que por décadas viven los palestinos -uno de los pueblos semitas- sobre todo por las grandes potencias, detentadoras de información privilegiada -civil y militar- proporcionada por sus satélites, sistemas de interferencia de comunicaciones, espionaje, medios informativos en general.
Yasser Abu Jamei, director general del Programa Comunitario de Salud Mental de Gaza, médico psiquiatra, escribió en el británico The Independent: “Todo país civilizado debe reconocernos. Nuestras condiciones de vida bajo el sitio son una afrenta a la dignidad humana. Yo digo a mis hijos y a mis pacientes que los palestinos tenemos derecho a vivir como cualquier otro pueblo en el mundo: en paz, con dignidad y con pleno disfrute de nuestros derechos. Llegará el día, les digo. Y tengo que creerlo: después de todo soy padre y no puedo soportar que mis hijos sigan viviendo así”.
De forma previa describiría: “Y vemos que Jerusalén Oriental -con sus sitios más sagrados, para musulmanes y cristianos por igual-, está bajo amenaza constante, y que los colonos se adueñan de hogares y barrios palestinos. En fechas recientes comenzaron a atacar Sheikh Jarrah, tratando de arrebatar más hogares de familias palestinas. Todo el mundo lo vio. Nadie intervino”.
Con Netanyahu como premier, Israel se apropió de Jerusalén y allí estableció su capital. Y cada vez que durante su mandato el país o el primer ministro enfrentaron una crisis, estrechan el cerco contra Gaza y lanzan operaciones militares y civiles territorialmente expansivas. Frente a un nuevo momento que se visualiza como de crisis, al no poder conformar Gobierno, amenazado por sus consecutivos e ilegales actos que lo beneficiaron y le pueden deparar sentencias de cárcel, intenta insuflar miedo a la población sobre otra Intifada y ataca Gaza, para que lo tengan finalmente como héroe protector de Israel, lo que supondría presión contra el Poder Judicial.
Supera en crueldad al asesino Ariel Sharon, que ordenó las masacres de Sabra y Chatila (Líbano, 1982). Sin duda Netanyahu, cuya invulnerabilidad, al igual que la defensiva Cúpula de Acero, estarán en juego, seguirá alentando la guerra en “defensa propia”. De EE.UU. no es dable esperar nada tras la absolución e impunidad al saudita asesino del periodista Khashoggi en Turquía.
El pasado 20 de mayo, palestinos, Hamas e israelíes acordaron un improvisado cese el fuego, hasta que Israel tenga nuevas crisis y pretextos.
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