Argentina: Recordando a Santiago, recuperando la vida

Fuente: https://periodicogatonegro.wordpress.com/2021/07/31/recordando-a-santiago-recuperando-la-vida/                           

Ya pasaron más de cuatro años desde que conocí a Santiago en persona. Recuerdo que fue una tarde fresca de junio o julio del 2017 en la reciente biblioteca de Avellaneda. La misma la habíamos levantado con mucho esfuerzo luego de okupar una panadería abandonada y el Brujo había pasado a conocerla.

“Me dicen Lechuga, el lechu”, me dijo con una sonrisa. Yo me reí y le pregunté a qué se debía el apodo. “Es por el pelo. Me dicen que la parte de atrás crece como una lechuga” fue su respuesta. Durante el trato que tuve ese día siempre se mostró amistoso y risueño, daba la sensación de ser un compañero sumamente cálido y agradable. Estaba muy manija contando que había estado viajando mucho por el territorio dominado por el Estado de $hile, principalmente acompañando el conflicto de las salmoneras de dicho territorio. “Voy a volver y seguir viajando”, me dijo dejando en claro su nomadismo anarquista.

Poco tiempo después llegaría el maldito 1° de agosto y la noticia de su desaparición nos golpearía en la cara. Tardé unos días en avivarme de que se trataba de la misma persona que se me presentó como “el Lechuga”, ya que muches le llamaban “el Brujo”. “Che, desaparecieron al Brujo”, decían. Yo pensaba que no lo conocía, hasta que vi una foto y entendí que se trataba de la misma persona. Desde aquel día no volví a ser el mismo. Saber en teoría que el Estado desaparece es una cosa. Que desaparezcan a una persona que conociste y con la cual compartías ideales y prácticas es otra. A partir de ese día mis convicciones y mi desprecio hacia este sistema inmundo tomaron más fuerza.

Y no fui el único. La desaparición del Brujo fue una chispa que hizo que les compañeres saliéramos a la calle. Muches de les compas que conozco hoy en día y con los cuales comparto la vida, los conocí en asambleas activando por la aparición de Santiago. Nunca voy a olvidar las acciones que comenzaron desde la triste noticia. La bronca pudo ser organizada. Comenzaron los cortes de calles, ataques a instituciones, asambleas en las plazas, escritos, propagandas, afichadas y acción. Movimiento.

Las marchas pacíficas de los partidos políticos eran interrumpidas por “lxs infiltradxs”, compañeres ingobernables que atacaron bancos, edificios gubernamentales, sedes de fuerzas represivas del Estado, no solo acá, sino en varios territorios. La solidaridad se extendía. Los bloques negros incomodaban la pasividad del espectáculo democrático. Variadas acciones se darían en distintos lugares del territorio dominado por el Estado argen$ino. “El brujo fue la chispa”, “Izquierda yuta”, “Aparición sin vida de Patricia Bullrich”, “La naturaleza exige venganza”, “Que la rabia se desborde”, decían algunas paredes. Aún no pudimos cambiar el mundo, pero al menos pudimos hacer el duelo a nuestra manera, como a Santiago, creemos, le hubiese gustado.

El anarquismo, con todas nuestras limitaciones, pero con genuina bronca, volvía a aparecer un poco más en la escena. Se hablaba de “lxs infiltrados”, Kri$tina llamaba a entregarlos a la policía y la ciudadanía responsable cumpliría la orden. Todavía recuerdo cuando un amigo de toda la vida, militante de Patria Grande que hoy integra el Frente de TodEs, me dijo que no había que salir a las calles, que la desaparición era una provocación de “la derecha”, que solamente les daríamos argumentos para que el gobierno macrista saliera a reprimir y victimizarse. Obviamente, las elecciones legislativas se encontraban a la vuelta de la esquina. Yo me pregunto. ¿por qué mundo pelean estas personas? ¿Cómo una desaparición estatal en un contexto de lucha territorial puede ser solo una “provocación”? Frente a la muerte cotidiana y estructural del sistema que dicen querer cambiar, frente al despojo de una vida, ¿lo único que se puede hacer es seguir la línea amarilla que el mismo sistema define? Si la institucionalidad anula el deseo mismo de rebelión, de destrucción creativa, la represión ya opera dentro nuestro y sucede antes. ¿Acaso queda algo de sangre en un cuerpo que ha sido completamente colonizado por el pacifismo democrático mercantil? Si algún día no vuelvo, rompan todo.

Por último, me gustaría agregar que en su momento no tenía muy en claro la importancia de acompañar la lucha mapuche por la recuperación de sus tierras ancestrales. Pero con el tiempo he entendido que “la gente de la tierra” ha sido uno de los pocos pueblos que ha sido capaz de resistir (con sus obvias limitaciones) la colonización mercantil de sus tradiciones y cultura. Han pasado cinco largos siglos desde que comenzara el proceso de invasión y despojo del capitalismo sobre el territorio “americano”, y miles de tribus e incluso imperios han caído bajo las botas del Progreso y la civilización. Sin embargo, una parte del pueblo mapuche continúa mostrando una ferocidad y resistencia inusitada, como por ejemplo el Movimiento Mapuche Autónomo del Puelmapu o la Coordinadora Arauco-Malleco. Esta resistencia es la evidencia empírica de que han existido otras formas de entablar relaciones sociales entre las personas y lo que nos rodea, y por eso es tan importante para el sistema eliminarlos. Son la prueba material y viva de que hubieron vidas antes del Estado/Capital. Comprender que la humanidad lleva viviendo en la tierra hace mucho tiempo y que nos falta mucho para comprendernos es lo que podemos aprender de su lucha. Este sistema se ha caracterizado por destruir todas las formas de vida que se le opusieron. Si no puede cooptar y mercantilizar, las destruye. Ningún otro sistema patriarcal de opresión ha sido capaz de homogeneizar la cultura a nivel planetario. La globalización es el movimiento por el cual las vidas cotidianas del mundo son mercantilizadas. Su mejor arma siempre ha sido de tildar de “locura”, “herejía”, “terrorismo”, “barbarie” o “salvajismo” a todos los pueblos y personas que se negaron a sucumbir a sus relaciones sociales alienadas y destructivas. 

¿Cuál es nuestra tradición? ¿Qué historia recordar? ¿Quién define las fechas en los calendarios? ¿Qué comunidad nos une si no es la del Capital y su vacío? ¿Hacia dónde podemos mirar en el pasado para inspirarnos y darnos fuerzas para proyectar un futuro distinto? ¿Cómo redimir las interminables muertes de las generaciones anteriores que se apilan tras el cortejo de los Césares, a su vez que construimos un presente y futuro mejor para las generaciones actuales y venideras? Santiago y la lucha del pueblo mapuche nos pueden dar algunas pistas.


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