Fuente: La Jornada Juan Pablo Duch 19.06.21
Nueva fase
La reunión de los presidentes –más breve de lo previsto, sin comida ni brindis de buenas intenciones, sin compromisos asumidos por ninguno ni conferencia de prensa conjunta– significó un respiro en que se podrá ver si Moscú y Washington, en un plazo de tres a seis meses, son capaces de consolidar una nueva fase de su deteriorada relación, que se podría llamar de confrontación controlable
, la cual presupone intentar un avance donde se pueda y excluir que la tensión –exacerbada por acciones irresponsables, gestos inamistosos, injerencias indebidas y comportamientos imprevisibles– ponga al mundo al borde de una hecatombe nuclear.
Cuando Putin y Biden se dieron la mano en Ginebra, una parte considerable de sus arsenales nucleares, como sucede las 24 horas de cada día, estaba lista para recibir la orden de destruir con miles de misiles Estados Unidos y Rusia. Por eso, es relevante que los presidentes hayan aceptado ratificar, mediante una declaración conjunta de apenas tres párrafos, la tesis fundamental de que no puede haber vencedor en una guerra nuclear y ésta nunca debe iniciarse
, formulada por Mijail Gorbachov y Ronald Reagan a mediados de los años 80 del siglo pasado.
Esta cumbre sirvió para marcar las líneas rojas que, desde el respeto del oponente, Rusia y Estados Unidos no deben rebasar, a riesgo de recibir una respuesta contundente, lo que hizo posible el regreso de los respectivos embajadores a Moscú y Washington para comenzar a fijar las nuevas reglas del juego que devuelvan las relaciones diplomáticas a lo que podríamos denominar normalidad
.
Logrado esto, queda aún un largo camino para negociar las múltiples discrepancias y lo único seguro es que la etapa de confrontación controlable
durará mientras el Kremlin y la Casa Blanca no hagan concesiones recíprocas.