Fuente: La Jornada Juan Pablo Duch 22.05.21
Estos son los ejemplos más recientes. El primero: dos países de Asia central, Tayikistán y Kirguistán, que se disputan el agua del río Isfar, que cruza sus territorios y llega hasta el enclave tayiko de Voruj en suelo kirguís, durante casi tres semanas estuvieron enfrascados en combates y bombardeos que –ya con cerca de 50 muertos y más de 200 heridos– terminaron sólo cuando intervino la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), que encabeza Rusia y de la cual son miembros ambos y otras tres repúblicas ex soviéticas.
Aceptaron sentarse de nuevo a negociar la demarcación de los 472 kilómetros sin especificar de sus 976 kilómetros de frontera. Lo malo es que la cartografía disponible no ayuda: unos argumentan su derecho con mapas de los años 20, y los otros, de los años 50 del siglo pasado.
El segundo ejemplo: Armenia y Azerbaiyán, que a finales del año pasado estuvieron 44 días en guerra por el enclave de Nagorno-Karabaj, que concluyó con la victoria azerí al recuperar 70 por ciento de la zona que controlaban los armenios, volvieron estar al borde de una nueva conflagración cuando el ejército azerí, según denunció Yereván, incursionó 3 kilómetros y medio en territorio armenio para rodear el estratégico lago Negro en el linde de ambos países, arguyendo que le pertenece, de acuerdo con un mapa del Estado Mayor del ejército soviético.
Rusia ejerció de mediador y –al declinar el Kremlin la solicitud de ayuda militar ante lo que Yereván llamó agresión de Bakú con base en el acuerdo de amistad, cooperación y asistencia mutua de 1997, igual que hizo la OTSC–, logró que Armenia y Azerbaiyán se muestren dispuestos a negociar la demarcación de sus fronteras, muy complejo proceso que, si fracasa, puede hacer saltar por los aires el alto el fuego pactado en noviembre anterior.