Fuente: La Jornada/Juan Pablo Duch 08/08/2020
Tras deshacerse de sus principales rivales –Serguei Tijanovsky, bloguero opositor a quien se denegó el registro como candidato y ahora se encuentra en prisión por asistir a una manifestación de protesta; Víctor Babariko, banquero que acabó en la cárcel con su hijo, acusados de un delito que ellos consideran fabricado, y Valeri Tsepkalo, ex diplomático y empresario a quien también se impidió participar y tuvo que irse al exilio–, Lukashenko creyó que ya no tenía enfrente a nadie que pudiera disputarle la presidencia.
Y la arrogancia de Lukashenko se estrelló contra la dignidad de una joven mujer, Svetlana Tijanovskaya, que no dudó en tomar el relevo de su esposo encarcelado y que en un mitin reciente reunió a 10 por ciento del padrón como candidata unificada de la oposición, mientras el mandatario, con descalificativos sazonados con un machismo primitivo, llegó a afirmar que ninguna mujer tiene capacidad para gobernar Bielorrusia, sería un desastre
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Traductora y ama de casa que nunca imaginó que tendría que dedicarse a la política, Tija-novskaya concentra los anhelos de cambio de los bielorrusos y anunció que, en caso de ganar, dimitirá dentro de seis meses para convocar comicios, a diferencia de los actuales, limpios y transparentes.
Si el conteo de votos –y dos días antes de los comicios, la comisión electoral dijo que ya había ejercido su derecho a sufragar más de 22 por ciento del padrón– se va a basar en los mismos métodos con que Lukashenko se libró de sus principales rivales, nocabe duda que se proclamará vencedor.
Importa no tanto quién va a ganar, con reglas así sólo puede haber un triunfador, sino cuánto tiempo podrá mantenerse en el cargo, ya que es previsible que salgan a la calle decenas de miles de descontentos. De la magnitud de la protesta dependerá si Lukashenko lanza el ejército contra su pueblo o dimite.