Ambazonia, la guera separatista que desgarra CamerúnEsta división

Fuente: Umoya num. 97 4º trimestre 2019                                              Raquel Estacio, Comité de Valladolid

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La palabra ‘independentismo’ está de moda en España. Durante los últimos meses, este término político ha copado portadas, telediarios, debates familiares y discusiones de bar. Esta difícil situación, que supera la capacidad de nuestros políticos, no es única. Ni mucho menos. Históricamente, los nacionalismos y los intentos de independencia han permanecido a lo largo y ancho del mundo.
El 1 de octubre de 2017, el mismo día en el que España estaba pendiente del referéndum catalán, un grupo de independentistas cameruneses de habla inglesa anunciaba una declaración de independencia, proclamando un nuevo estado independiente: la República de Ambazonia. Los ciudadanos de esa zona de Camerún llevan años alegando que el gobierno los ha marginado y abandonado. Esta crisis política ha supuesto un conflicto armado entre los grupos independentistas y el ejército de Camerún, que se ha saldado ya con más de 530.000 desplazados internos, más de 35.000 refugiados en Nigeria y alrededor de 3.000 muertos.

Actualmente, la República de Camerún está presidida por Paul Biya, de 86 años y en el poder desde 1982, y que ganó las últimas elecciones bajo sospechas de fraude. Sus gobiernos se caracterizan por unos elevados índices de corrupción y, ahora, por una fuerte militarización.
Pero para poder entender la situación de la Ambazonia, la región anglófona de Camerún, es necesario remontarse unos años atrás.
En el siglo XV, los portugueses exploraron la costa occidental de África y a partir de ese momento los comerciantes negreros de Portugal se aprovecharon durante siglos de los esclavos de la zona. En 1884, el imperio alemán estableció un protectorado sobre Camerún. La colonización por parte de los germanos no fue nada fácil, ya que tuvieron que enfrentarse a la resistencia de los pueblos ‘bulu’, ‘maka’ o ‘lamibé fula’, que ancestralmente habitaban la región.
Pero, tras el final de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Alemania fue despojada de todas sus posesiones coloniales en África y dichos territorios fueron repartidos entre las potencias vencedoras. En 1919, Camerún fue asignado a Francia y Reino Unido, originando un Camerún francés y un Camerún británico. Esta división fue apoyada por la Sociedad de Naciones en 1922, y posteriormente por la ONU.
Varias décadas después, en 1960, el Camerún francés anunció su independencia de Francia, y al año siguiente, los territorios del Camerún británico celebraron un plebiscito para emanciparse, ofreciendo la opción de o bien unirse al ya independizado Camerún francés o bien unirse a Nigeria. Como resultado, la parte sur del Camerún británico decidió aliarse a la República de Camerún, pero la parte del norte escogió adherirse a Nigeria. Esta decisión llevó a los ciudadanos de habla anglófona del antiguo sur del Camerún británico (20% de la población del país) a sentirse marginados política y económicamente por parte del gobierno, ocupado por la mayoría francófona.
La desilusión de la población de este territorio se volvió insostenible en 2016, cuando una serie de agravios sectoriales se transformaron en demandas políticas, desencadenando huelgas, disturbios y represiones por parte del estado. Esta situación provocó que una mayoría de la población de la región exigiera un nuevo estatus político de carácter federal sin excluir la secesión de la región.
En 2017, las principales figuras del movimiento fueron arrestadas y empezaron a extender la idea de la lucha armada como única vía para conseguir la independencia. Ese mismo año, el gobierno cortó el acceso a internet en la región de mayoría anglófona durante un periodo de tres meses, provocando huelgas generales y boicots escolares.

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Poco antes del 1 de octubre, que es la fecha en la que se celebra el Día de la Unificación camerunesa, el gobierno desplegó los cuerpos de seguridad e impuso un control de la circulación, además de cortar todo acceso a las redes sociales. Esta violenta respuesta del poder ante las movilizaciones originó nuevos movimientos y el mencionado 1 de octubre el bando separatista proclamó la independencia de una nueva región: Ambazonia. Aquel día, las represiones del gobierno central dejaron decenas de muertes y un sentimiento de no retorno en la población oprimida.
A día de hoy, esta guerra, además de muertos, refugiados y desplazados, ha dejado a 600.000 niños sin poder estudiar debido al boicot escolar del que antes hablábamos. El 80% de las escuelas se han visto obligadas a cerrar y 74 han sido destruidas. Cualquier niño que se acerque a un centro educativo corre peligro de muerte. El responsable de la educación básica en el noroeste del país ha afirmado que la asistencia a la escuela ha disminuido de 422.000 en 2017 a 5.500 niños.
Por supuesto, el presidente camerunés, Paul Biya, no piensa dialogar con los líderes independentistas. Desde su reelección los ataques han aumentado, asesinando a medio centenar de personas, según los propios medios cameruneses.
Según Amnistía Internacional, 400 personas han perdido la vida durante el último año en las regiones anglófonas del país. Sin embargo, testimonios recogidos por RTVE.es defienden que las cifras ascienden a más de 3.000 muertos.
Una de las consecuencias del silencio informativo es esta: la ignorancia. No existen datos oficiales ni información veraz de lo que está ocurriendo en Camerún y, en caso de que haya, no se publican. El gobierno camerunés mata, tortura y comete abusos de todo tipo contra la población, y Occidente permanece impasible. Es nuestra responsabilidad, un deber como ciudadanos del mundo, salir de la irreal zona de confort informativo en la que nos encontramos, investigar sobre lo que ocurre lejos de nuestras fronteras y más allá de nuestro continente. Quitarnos la venda de los ojos y desaprender lo aprendido. Admitir que existe una realidad desconocida para nosotros. Las cosas no cambian por no prestarlas atención, siguen ahí, y también sus consecuencias.

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