Fuente: Umoya num. 98 – 1er trimestre 2020 Comité de Valladolid
A lo largo de la historia de África Subsahariana han existido multitud de movimientos sociales que han sido clave en muchos de los procesos de resistencia, lucha y cambio social en contextos muy variados. En contra de una creencia muy extendida en Europa, África se ha movido y se mueve.
Los movimientos sociales en África han surgido no solo como reacción a la presencia occidental en el continente —antiesclavistas, anticolonialistas, de liberación o por la independencia—, sino también como reacción frente a los abusos de poder de las propias élites locales: por la democracia, por los derechos civiles y humanos, por la paz y la justicia.
De los movimientos sociales anteriores a la colonización, poco sabemos, como consecuencia de que la historia la escriben los vencedores y lo que no interesa se oculta. No obstante, conocemos algunos movimientos de resistencia anteriores a la colonización.
Es el caso de la resistencia a la opresión en los emiratos Peul (siglos XVIII y XIX) en África Occidental, que se caracterizó por las protestas y luchas por intereses contrapuestos entre grupos de poder (ganaderos, comerciantes y agricultores).
Otro movimiento anterior a la colonización fue la Rebelión Menalamba (de mena = rojo y lamba = tela, pues los rebeldes manchaban sus ropas de rojo), en Madagascar (1890), contra el reino autóctono Imerina (1540-1897), que intentaba hacerse con el control de toda la isla mediante la violencia.
A finales del siglo XIX se consolida el colonialismo, especialmente violento a partir del año 1875, tras la Conferencia de Berlín (1884-1885) en la que se establece el reparto de África entre las potencias europeas. A partir de esa fecha se impuso el sistema económico europeo frente a los sistemas tradicionales africanos, lo que provocó la desvertebración de la sociedad agraria tradicional e impidió nuevas formas de organización social.
Con la dominación europea, comienza a desarrollarse el sentimiento anticolonial. Y desde entonces, los movimientos de resistencia se pueden contar por miles. Se manifiestan de muy distintas maneras, desde la lucha armada, a los movimientos de comunidades buscando nuevos espacios lejos de la dominación colonial. Podemos poner algunos ejemplos: Las resistencias y luchas en la Guerra de los cien años de África, en la colonia del Cabo (en neerlandés: Kaapkolonie) en el extremo sur de África, primero bajo control neerlandés (1652-1795), y luego británico (1795-1910). Se contabilizan nueve conflictos armados entre 1779 y 1880 por la resistencia del pueblo Xhosa a la colonización.
La Rebelión Mau Mau fue un movimiento insurreccional de rebeldes keniatas contra el gobierno colonial británico. El inicio de la revuelta tuvo lugar en el año 1952, extendiéndose ocho años, hasta 1960. El nombre Mau Mau, no era el que ellos se daban. Usaban otros como Muingi (El movimiento) o, simplemente «El KCA» desde la creación de la Asociación Central Kikuyu (Kikuyu Central Association) poco después del inicio de la revuelta. En este movimiento anticolonialista se referían a sí mismos como el «El ejército de la tierra y la libertad».
También hubo episodios genocidas como reacción de las autoridades coloniales a las resistencias locales. Es el caso de los genocidios de los pueblos herero y nama (1904-1908), perpetrados por el ejército alemán en África del Suroeste (actual Namibia).
Para constatar la voluntad genocida de los colonizadores, en los diarios y cartas de quien lideraba la ofensiva, el General Von Trotha, se puede leer:
«Creo que la nación herero como tal debe ser aniquilada o, si esto no es posible tácticamente, los hereros deben ser expulsados del país por medios operativos. (…) El movimiento constante de nuestras tropas nos permitirá localizar a los grupos reducidos de indígenas que se hayan trasladado hacia el oeste, para poderlos destruir gradualmente».
En nuestros días también han surgido revoluciones y protestas por la defensa de la paz, la democracia y los derechos humanos.
Por ejemplo, el Movimiento de Mujeres por la Paz en Liberia, liderado por Leymah Gbowee, que en 2002, tras 13 años de una sangrienta guerra civil, reunió a un grupo de mujeres en un mercado y, acompañadas por otra mujer, Asatu Bah-Kenneth, consiguió que lo que al principio eran unas decenas, al final se juntaran miles. Organizaron la llamada huelga de sexo, instando a las mujeres a no mantener relaciones sexuales hasta acabar con la guerra. Sus acciones llevaron la paz a su país en 2003. Esta acción de las mujeres de Liberia tiene su precedente en la obra de teatro clásico, Lisístrata, de Aristófanes.
También más recientemente, la «Revolución Burkinesa» (2014) se llevó a cabo sobre todo, aunque no exclusivamente, en las calles. Estuvo encabezada por partidos de la oposición y por movimientos de base como Le Balai Citoyen, el Mouvement Burkinabé des Droits de l’Homme et des Peuples y asociaciones de estudiantes. Las protestas en las calles no estuvieron motivadas únicamente porque el pueblo estuviera cansado del presidente Blaise Compaoré, sino también por el descontento nacional sobre la creciente desigualdad, la alta tasa de desempleo, la corrupción y el favoritismo.
Aún más reciente, es de reseñar la caída de Omar Al Bashir, presidente de Sudán. Las revueltas contra la subida de los productos básicos de diciembre de 2018 se extendieron para denunciar la inflación, los problemas económicos en general y la ausencia de libertad y democracia. Finalmente, el 11 de abril de 2019, los militares tomaron el poder, destituyendo y encarcelando a Omar Al Bashir, quien había gobernado con puño de hierro el país durante más de 30 años.
Las protestas estuvieron lideradas por Alianza para la Libertad y el Cambio, compuesta por médicos y universitarios y la Asociación de Profesionales de Sudán (AFP), que nació como organización obrera ante el control estatal de los sindicatos oficiales.
Como se puede ver, los pueblos africanos se han movido y se siguen moviendo por lograr una condiciones de vida más dignas. Están vivos, muy vivos.