Fuente: Umoya num. 98 – 1er trimestre 2020
El trabajo agrícola en África recae sobre los hombros de las mujeres. Pese a los graves problemas a los que se enfrentan, ellas son las responsables de alimentar al continente y, a pesar de las dificultades, les sobra inventiva para adaptarse a los cambios. Sin embargo, este enorme trabajo no está valorado por lo que urge visibilizarlo y valorarlo.
Las mujeres desempeñan un papel protagonista, crucial en el sector agrícola africano, ya que cerca del 62% de la población femenina trabaja en él. Las mujeres realizan la mayor parte de los labores agrícolas, pues son las encargadas de producir, procesar y comercializar la mayoría de los alimentos. Su trabajo en la agricultura es primordial, no en vano son las encargadas de salvaguardar la biodiversidad agrícola a través de la conservación de las semillas autóctonas. Sin embargo, apenas se las tiene en cuenta en la toma de decisiones, en la adopción de programas de investigación o en el establecimiento de políticas adecuadas a sus necesidades. Se podría decir que casi son invisibles.
A esto hay que añadir los graves problemas que afectan a la agricultura africana como son el acaparamiento de tierras y agua, la lucha de las semillas autóctonas frente a las industriales o los efectos del cambio climático, entre otros. Los modelos climáticos aún no son capaces de ofrecer una visión detallada de los impactos sobre el sector primario, sin embargo, algunas investigaciones predicen que el cambio climático causará estaciones de crecimiento más cortas, reducirá la fertilidad de los suelos, traerá nuevas plagas y enfermedades y disminuirán los rendimientos de los cultivos. Asimismo se prevé una caída en la productividad animal y una reducción en las tierras agrícolas y de pastoreo en grandes áreas de África.
Tales impactos ya se han evidenciado con las inundaciones y ciclones del pasado año en Malaui, Mozambique y Zimbabue o en la sequía que comenzó en Somalia y Somalilandia en junio de 2019. Como señala La Vía Campesina de África del Sur y Oriental: «Mientras que la discusión acerca del cambio climático a nivel global se centra a menudo en predecir las consecuencias futuras y la amenaza constatada del aumento de las migraciones, sus efectos ya son experiencias vividas por los campesinos y mujeres rurales, la gente sin tierra y las comunidades originarias de África, quienes sienten el impacto del cambio climático todos los días». Tanto es así que Naciones Unidas predice que África en 2050 podría producir apenas el 13% de sus necesidades alimentarias .
Para revertir esta tendencia y que África tenga la capacidad de alimentarse a sí misma en los próximos años los agricultores, pero sobre todo las agricultoras, son un ejemplo a seguir. Ya están usando métodos agroecológicos para fortalecer su resiliencia ante fenómenos extremos y mitigar sus efectos. Ejemplo de esto lo encontramos en Malí donde COFERSA, la Convergencia de las mujeres rurales para la soberanía alimentaria, trabaja para apoyar a las agricultoras tanto en la promoción y la producción agroecológica, como en la conservación de semillas locales. Esta organización posee 20 hectáreas de tierra donde capacita regularmente a las agricultoras. Las variedades locales se mantienen en barriles, calabazas y graneros de acuerdo con técnicas ancestrales de conservación para luego ponerlas a disposición de los productores malienses.
En otra parte de África, en Uganda, mientras el gobierno desarrolla leyes que niegan el derecho de los agricultores a intercambiar y vender sus semillas, las mujeres están liderando la lucha para proteger la sagrada biodiversidad africana.
En Abidjan (Costa de Marfil) se reunieron el pasado noviembre representantes de comunidades agrarias bajo el lema «ganar la lucha contra la corrupción en el sector de la tierra, un camino sostenible para África». Allí se pusieron de manifiesto varias iniciativas en Camerún, Botsuana, Uganda y Zimbabue, que demuestran cómo las comunidades africanas han encontrado soluciones al acaparamiento de tierras y cómo se han organizado para llevar a cabo actividades destinadas a restaurar la productividad de los suelos para diferentes actividades. Como se puede ver, las mujeres que trabajan el campo gritan para tener acceso suficiente y apropiado a la tierra, al agua y a los bancos de peces y semillas. Las agricultoras demandan un conjunto de políticas y programas que las apoyen y aseguren que el alimento llega donde se necesita. Parece sencillo, pero su grito no se escucha, estas medidas básicas hacia la soberanía alimentaria, precisamente, son las que no se están adoptando.
Por eso, con los ejemplos anteriores y otros muchos que se están poniendo en práctica, las mujeres están emprendiendo diferentes acciones para promover un cambio: están participando en campañas para comer alimentos de origen local, luchando contra el acaparamiento de tierras por parte de las corporaciones o contra la entrada de alimentos importados, como la leche en polvo proveniente de Europa, que destruye la producción nacional. Su objetivo es avanzar en la soberanía alimentaria y, al hacerlo, afrontar de manera efectiva la crisis climática.
Las mujeres tienen mucho que aportar. Ellas son la cara viva de la resiliencia en África y están cambiando la forma de hacer agricultura. Sus ideas y vivencias, su saber hacer, puede ayudar a encontrar soluciones prácticas a los problemas a los que se enfrentan todos los agricultores africanos, especialmente el del cambio climático. Si se consigue una verdadera revolución agrícola en pos de la soberanía, seguro que estará liderada por mujeres.
Visibilizar su trabajo es honrar la memoria de tantas y tantas heroínas anónimas que trabajan cada día por alimentar al mundo y enfriar el planeta.