Fuente: Umoya num 105 4º trimestre 2021 E. T. Comité de Logroño.
La huella hidríca y la justicia climática
La huella hídrica es un indicador de uso de agua que tiene en cuenta tanto el uso directo como el indirecto por parte de un consumidor o productor. La huella hídrica de un individuo, comunidad o comercio se define por el volumen total de agua dulce que se utiliza para producir los bienes y servicios consumidos”, explica Water Footprint Network (Red para la Huella Hídrica).
El concepto de huella hídrica suele incluir en general el agua dulce utilizada, ya sea porque es consumida durante el proceso,
porque se evapora, o porque es contaminada. Así, para conseguir un filete de carne de unos 300 gramos se necesita más de 4.500 litros de agua. Un kilo de azúcar supone unos 1.800 litros y uno de arroz son 2.500 litros.
En España, se calcula así que la huella hídrica de una persona es de 6.700 litros diarios, la mayoría de ellos consumidos de forma indirecta a través de alimentos u otros productos. En cambio, una persona de Senegal o Uganda solo consume 3.000 litros diarios.
Pero no hay que olvidar la huella hídrica de la industria y de la minería. A veces no se refiere tan solo a la cantidad total de agua dulce que se necesita para la producción o extracción, sino el agua que se contamina. En los países ricos la industria y la minería cada vez son más limpias. Un gran número de operaciones de oro en Norteamérica ha implementado políticas de cero descargas industriales, por ejemplo. Pero todos sabemos que cuando las mismas compañías extractoras trabajan en países del Sur, estas medidas ecológicas no se cumplen, simplemente porque no se lo exigen. Es el caso de la Shell contaminando en Nigeria o la británica Vedanta Resources en la mina de cobre de Nchanga en Zambia, juzgada por contaminar el agua y hacerla tóxica para la bebida, el riego y el ganado. Las minas a cielo abierto de uranio en Níger de la compañía francesa Areva tienen también consecuencias desastrosas para los recursos acuíferos, que quedan contaminados durante millones de años por metales
pesados radioactivos.
La huella hídrica de producción nacional de un país es el volumen total de agua dulce consumida o contaminada dentro del territorio de una nación. Esto incluye la huella hídrica de la agricultura, la
industria y el uso doméstico del agua y nos dice el volumen total de agua y la capacidad de asimilación consumida dentro de las fronteras del país.
La huella hídrica de un país desde el punto de vista del consumo incluiría todos los bienes y servicios que consumen las personas que viven en un país. Esta huella hídrica puede producirse en parte dentro del país y en parte fuera de él, lo que ocurre cuando un país utiliza recursos hídricos en otras naciones para producir bienes y servicios que son importados de fuera y se consumen en
el país considerado. Hablamos de la huella hídrica externa de
consumo nacional. La huella hídrica de la producción nacional mide la cantidad de presión que se ejerce sobre los recursos hídricos locales y constituye la base para determinar si se están utilizando de manera sostenible. Por su parte, la huella hídrica del consumo refleja el nivel y estilo de vida de los residentes del país y permite conocer la parte de esa huella hídrica que se encuentra dentro de sus fronteras y la cantidad y ubicación de la huella hídrica que se encuentra en otros lugares. Es un primer paso para
evaluar la dependencia externa del agua del país y su influencia en los alimentos y otras formas de seguridad.
Existen grandes diferencias en la huella hídrica del consumo de las naciones. En EE.UU., la huella hídrica media por año per cápita es tanto como el agua necesaria para llenar una piscina olímpica (2.842 metros cúbicos), que es un promedio de 7.800 litros de agua por persona por día. En China, la huella hídrica promedio es de 1.071 metros cúbicos por año per cápita, o 2.900 litros de agua por persona por día.
Las diferencias en la huella hídrica interna y externa del consumo también son grandes. En los Países Bajos, el 95% de la huella hídrica del consumo se encuentra en otro lugar del mundo a través de bienes importados, mientras que en la India y Paraguay solo el 3% de la huella hídrica nacional del consumo es externa.
Llama la atención el dato de la dependencia internacional del agua a nivel europeo: Europa, aunque es rica en recursos hídricos y área de tierra, tiene el 40% de su huella hídrica fuera de sus fronteras. Por tanto, dependemos en gran medida de los recursos hídricos de otras partes del mundo para sostener nuestros hábitos de consumo.
En España llega al 43% y en Alemania al 60%, mientras en Etiopía o la República Central Africana, tan solo un 2% es externa y en Chad, solo un 1%. Y, por su parte, Arabia Saudí consume 5.100 litros per cápita y un 66% de recursos hídricos viene del extranjero Todos estos datos no dicen mucho de la presión que se
ejerce sobre otras poblaciones para conseguir los recursos hídricos, ya que esta dependencia muchas veces se ejerce con violencia y sin el conocimiento de las poblaciones a las que se roban sus recursos.
El acaparamiento de tierras lleva ocurriendo desde aproximadamente 2007 o 2008, pero pocas veces se habla del
acaparamiento de aguas. El control de la tierra por parte de un determinado inversor suele ir acompañado del correspondiente control sobre los recursos del agua de dicha tierra. De hecho, el acceso al agua podría ser incluso el elemento más valioso del acuerdo. Más aún si se tiene en cuenta que los gobiernos anfitriones intentan atraer a los inversores ofreciéndoles concesiones con respecto al uso del agua, con el consiguiente perjuicio para las poblaciones. En Mali y Sudán, por ejemplo, se ha otorgado a los inversores un acceso ilimitado al agua, de forma que puedan usar toda la que necesiten.
Tanto el acaparamiento de tierras como el de aguas conllevan un modelo de uso del agua caracterizado por la explotación, la exclusión y la especulación. Todo esto se ve impulsado por la producción de cultivos alimentarios y de otro tipo en grandes plantaciones de monocultivo, que se basan en la aplicación de prácticas productivas industriales orientadas hacia la maximización de los beneficios.
Existen fondos de inversión especializados en agua, transnacionales del agua y toda una serie de actores cuyas actividades dependen del comercio de agua. Hay fondos privados en los que el agua es un componente importante de la cartera de inversiones.
Las naciones más industrializadas están obligadas a compensar a las menos desarrolladas por contaminar y contribuir al cambio climático. Es hora de pensar que también tiene que haber compensaciones de algún tipo por acaparar el agua, un bien que
está en crisis y que es de todos.
No se puede dejar en mano de corporaciones o países extranjeros que se aprovechan de la riqueza hídrica de otros países.