Fuente: Umoya num 103 2º trimestre 2021
Traducido por Irene Sánchez Carbayo
El 3 de noviembre de 1960, el independentista camerunés Félix Moumié fallece en su habitación de hospital tras una larga agonía. Como tantos otros antes y después de él, fue víctima de las guerras sucias libradas por Francia contra los opositores a su imperio colonial. Sin embargo, su asesinato ocurrió en el suelo de la pacífica y supuestamente neutral ciudad de Calvino…
A pesar de su temprana edad, desde 1952 Félix Moumié es presidente de la Unión de los pueblos del Camerún (UPC), una organización independentista que lucha desde finales de los años 40 contra las autoridades francesas en África Central. Estas últimas otorgaron a Camerún su independencia a principios del año 1960, pero se trata de una independencia aparente, ya que
París conserva una influencia política y económica decisiva sobre el gobierno recientemente formado de Ahmadou Ahidjo. Exiliado desde 1957, Moumié organiza desde el extranjero la resistencia a las nuevas autoridades supuestamente independientes. Reside con su mujer en la República de Guinea de Sekou Touré desde hace varios meses, cuando viaja a Ginebra en octubre de 1960.
Con motivo de este viaje,conoce a jóvenes militantes cameruneses que estudian en Europa, pero también a simpatizantes suizos y franceses de la lucha anticolonial. Así,
pasa la tarde del 15 de octubre con un tal Claude Bonnet, periodista independiente de la agencia Allpress, con quien
ya se había reunido en Accra dos años antes. Este último
aprovecha una breve ausencia de Moumié para verter un
veneno en su vaso de anís. ¿El asesino calculó mal su dosis
o, por precaución, derramó el talio en un segundo vaso que Moumié habría ingerido también? El caso es que probablemente el líder de la UPC habría debido morir unos días más tarde a su regreso a Conakry para evitar la menor sospecha posible sobre aquella tarde del 15 de octubre.
Puesto que es un hombre perfectamente consciente del asesinato del que es víctima, que está hospitalizado, ya en malas condiciones de salud, en la noche del 16 al 17 de octubre:“He sido envenenado”, grita al personal sanitario que le atiende. Impotentes, los médicos ven rápidamente que su estado se deteriora, hasta que entra en un coma de varios
días. Fallece el 3 de noviembre, pocas horas después de la llegada de su esposa, Marthe Ekemeyong Moumié, a suelo
suizo. Esta última, militante de la UPC, hará todo lo posible
para devolver la sepultura de su marido a su tierra natal, sin
éxito. (Sobre este tema se puede ver el documental L’assassinat
de Felix Moumié, de Frank Garbely).
Los investigadores ginebrinos que se apresuraron a la cabecera de Moumié desde su hospitalización se vuelven naturalmente hacia la pista Claude Bonnet. Pero cuando entran en la casa de
este último, en Chêne-Bourg, el supuesto periodista, parece haber abandonado el país. Sin embargo, la investigación les permite determinar con bastante rapidez que el hombre es en realidad un agente del Servicio de Documentación Exterior y Contraespionaje, el servicio de inteligencia exterior francés. Más conocido como William Bechtel, es un veterano de las dos guerras mundiales, hecho caballero de la Legión de Honor en 1945 por su acción en la Resistencia. A imagen del general Aussaresses, pasó en pocos años de los maquis de Francia a la lucha enconada por la defensa de su imperio colonial por todos los medios posibles.
Y como muchos servidores del imperialismo hexagonal (se dice de Francia por la silueta de su mapa), nunca pagará por sus
crímenes: arrestado en Bruselas en 1974, es extraditado a Ginebra, liberado bajo fianza después de algunos meses y
finalmente, en 1980, se benficia de un sobreseimiento.
Mientras que su culpabilidad no deja lugar a dudas y que los mismos medios de la Suiza francesa han documentado desde hace veinte años su papel en el asesinato de Moumié, su abogado, MeBonnant, consigue convencer a la Sala de Acusación de su inocencia.
No es de extrañar que haya mucha confusión en torno a este asunto. Los testigos aseguran que las autoridades ginebrinas habían sido informadas de la presencia de Bechtel en su suelo varios meses antes del asesinato de Moumié. Y el agente francés
poseía, se sabe hoy, contactos en el seno de la policía cantonal. Todos estos elementos podrían explicar por qué el vicepresidente de la UPC, Ernest Ouandié, que llegó a Ginebra justo después del
envenenamiento, responde de manera irónica al periodista suizo que lo interroga sobre los beneficios de la neutralidad suiza. Y para colmo, parece que el caso Moumié abierto por la justicia ginebrina en el momento de los hechos simplemente… desapareció.
(Como confirma la historiadora Karine Ramondy en su reciente
libro Leaders assassinés en Afrique centrale, 1958-1961, L’Harmattan, avril 2020.)
Fuente Original y traducción:
Este texto ha sido tomado de Le Courrier, donde fue publicado el 28 de octubre de 2020.
La autoría es de L’Atelier-Histoire en mouvement, una asociación con sede en Ginebra, que contribuye a dar vida y a difundir la memoria de las luchas por la emancipación.
Ha sido traducido para Umoya por Irene Sánchez Carbayo, estudiante de Lenguas Modernas y sus Literaturas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UVa.