¿A dónde huyeron las personas desempleadas?

Fuente: https://www.sinpermiso.info/textos/a-donde-huyeron-las-personas-desempleadas                                                       Francisco Louça                                                                         19/07/2020

La metodología que sigue el INE permite conclusiones sorprendentes, como registrar una disminución del desempleo cuando hay más personas sin trabajo.

La publicación por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE)  de las estadísticas de desempleo registradas en mayo causó alguna perturbación. No entiendo por qué. La metodología estadística que es seguida por el INE, que corresponde a la norma europea de Eurostat a la que está obligado, permite estas conclusiones sorprendentes, como registrar una disminución del desempleo cuando hay más personas sin trabajo, naturalizando la eliminación de las personas que pasan a ser ignoradas en el cálculo. Por lo general, no es un desvío tan exuberante, suena mal, pero a lo largo de varios años este maquillaje ha sido una práctica común. Ahora, esto provocó una monumental bronca.

Menos desempleados y más personas sin trabajo

La información del INE anunció que en mayo el desempleo cayó del 6,3% en el mes anterior al 5,5%.  Son 51 mil parados menos que en abril, 80 mil menos que en enero. Si la cuenta fuera esta, la pandemia pasaría a ser  una buena oportunidad para el empleo. Ahora bien, al mismo tiempo el INE tiene cuidado de explicar que, existiendo menos desempleo estadístico, también hay 105 mil personas menos empleadas de abril a mayo. Es una caída impresionante en el empleo en un mes.

La razón de esta discrepancia es bien conocida. El desempleo estadístico ignora el desempleo real. Lo que señala es que, estando desempleado, también cumple condiciones restrictivas que fabrican la cosmética institucional: la persona debe estar disponible para cualquier salario y debe haber dado pasos formales en las últimas tres semanas (tuvo que ir al centro de trabajo, que estaba cerrado en tiempos de confinamiento). Si este no es el caso, entonces, incluso si está desempleado, será clasificado como “inactivo” y retirado de la tasa de desempleo. Y ahí es donde se mide la tragedia social: de enero a mayo tenemos 249 mil personas menos en la población activa, y no es porque hayan emigrado o jubilado, son realmente los nuevos desempleados del Covid-19.

Conociendo esta trampa, los técnicos del INE tuvieron cuidado de señalar otra estadística, más reveladora, a la de “subutilización” del trabajo, que incluye tanto a desempleados como a “inactivos” y que subió en mayo al 14,2% de la población en edad de trabajar. Son ya cerca de 750 mil personas. Entre los jóvenes, uno o dos de cada cinco estarían sin trabajo, y para muchos, esta crisis ha estado ocurriendo durante diez años, de modo que nunca han conocido otra situación que el trabajo ocasional y al margen de una sociedad que los ignora.

Esta metodología es penosa. Transforma la estadística, que deberían ser un instrumento para medir la realidad, en una pantalla. Y no tiene límite. En el caso brasileño, solo el 49.5%, menos de la mitad de las personas en edad de trabajar, tienen ahora un empleo u ocupación informal, y en tres meses 7.8 millones perdieron su trabajo. Afirma CNN Brasil que 75 millones son aquellos que se limitan a sobrevivir como pueden. Se ha alcanzado un hito histórico, pero las estadísticas oficiales indican que el desempleo se sitúa en el 12,6%.

El empleo es el problema del siglo XXI

En una comunicación realizada esta semana en una conferencia de la OIT, el Primer Ministro afirmó que “esta crisis ha puesto de manifiesto las profundas fracturas de nuestra sociedad y el precio que pagamos por la desregulación excesiva de todo lo que nos hemos acostumbrado a llamar mercado de trabajo”. Tiene razón. Los más de 200 mil nuevos desempleados en Portugal, incluso antes del impacto de otoño, demuestran cómo la combinación tóxica de turismo, falta de inversión y alivio de los despidos ayudó a agravar la primera ola de la recesión.

A pesar de este reconocimiento, el hecho es que Antonio Costa se opuso a los cambios en la “excesiva desregulación”. En el mandato anterior, no solo se negó a alterar las reglas del tiempo de la troika que reducían la indemnización por despido, sino que también aumentó la duración de los contratos verbales o el período de prueba, promoviendo así la inseguridad, a tal “fractura tan profunda de nuestra sociedad”   . La radicalidad de esta represa en defensa de la legislación laboral desreguladora incluso lo llevó a enterrar la “jeringonza” y a rechazar un nuevo acuerdo después de las elecciones en las que no obtuvo una mayoría absoluta. Si ahora el Gobierno se inclina hacia una nueva ley, eso sería una novedad. Quizás no sea para confundir el humo con el fuego.

De vuelta a todo vapor

De esto no se ocupa la OCDE, que esta semana, apuntando a una tasa de desempleo promedio de 8.4% en las economías más desarrolladas, ha recomendado que los gobiernos retiren las medidas de apoyo a los salarios. Stefano Scarpetta, director de la OCDE para el empleo, lamenta que “en tres meses, el Covid haya borrado diez años de ganancias en el trabajo”. Pero pronto agrega, en su novilingua tecnocrática, “tenemos que permitir la movilidad de la fuerza laboral. Algunas empresas no son viables a corto y mediano plazo. Debemos permitir que los trabajadores se trasladen a nuevos empleos”.

El desempleo es una excursión de los trabajadores a “nuevos empleos”. No tenemos que preguntarnos si la norma estadística favorece este cuento de hadas.

Economista y activista del Bloco de Esquerda de Portugal, es miembro del Consejo de Estado.

Fuente:

Expresso,11 de julio 2020

Traducción:Carlos Abel Suárez

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