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Por una bienvenida humanitaria y segura en todas las fronteras
El día 3 de marzo de 2022 la Unión Europea tomó una decisión histórica para la protección internacional con la aprobación de la Directiva de Protección Temporal que se aplica a los ciudadanos ucranianos que huyen de la guerra. Los Estados miembros se han movilizado de forma extraordinaria en la respuesta a este conflicto, implementando una estrategia coordinada y única, centrada en la solidaridad hacia los desplazados forzados de este conflicto.
Una respuesta inaudita, en uno de los temas que más ha dividido la Unión Europea en este nuevo siglo: los movimientos de personas que cruzan las fronteras estatales. Entre ellos, por supuesto, encontramos las migraciones –también las irregulares– y, como no, los refugiados.
Diferentes respuestas a situaciones ¿diferentes?
Se han dado soluciones distintas a estos dos fenómenos (la migración y los refugiados). Además se han apreciado diferentes actitudes en el trato dado a los migrantes y refugiados de Oriente Medio y África, principalmente aquellos que han llegado, y siguen llegando, por las rutas migratorias del Mediterráneo o del Atlántico, incluso a aquellos que huyen de la guerra de Ucrania pero son de países terceros.
Esta crisis humanitaria sin precedentes abre el debate sobre la solidaridad desigual en las fronteras europeas y la protección de los derechos humanos de los migrantes y refugiados.
En la frontera oriental de la UE asistimos a una política de bienvenida (Wilkommenspolitik) hacia los refugiados de Ucrania, en la que incluso los países del Grupo de Visegrado (Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia) –tradicionalmente defensores de posturas antiinmigración– han cambiado su retórica, y han abierto sus pasos fronterizos. Mientras tanto, al sur se siguen implementando políticas de contención que no han dudado en recurrir a la violencia frente a los flujos irregulares de migrantes, como lo vivido el 2 de marzo de 2022 en la frontera de Melilla con Marruecos.
Pero, ¿cómo podemos entender estas respuestas y actitudes contradictorias dentro de la propia Unión Europea?
Mas allá de la amenaza
Los discursos políticos sobre las migraciones irregulares y los refugiados se han centrado en identificar estos flujos predominantemente como un problema de seguridad. Se ha destacado con frecuencia su carácter de “incontrolabilidad” que podría afectar el orden interno (la seguridad de la UE y de sus Estados miembros) o a nivel identitario (diferencias culturales y problemas de integración).
En este sentido, los flujos migratorios irregulares, en particular aquellos que se dan en el entorno marítimo, se han enmarcado dentro de una lógica de securitización, lo que se ha traducido en la adopción de medidas disuasorias de carácter urgente, mediante el fortalecimiento de los sistemas de vigilancia fronteriza y los acuerdos con países terceros. Como hemos defendido en otros artículos, los discursos polarizados sobre las migraciones irregulares a menudo limitan la adopción de un enfoque equilibrado y crítico.
El sesgo de proximidad
Un estudio reciente de la London School of Economics ha identificado un conjunto de elementos que permiten explicar las actitudes inclusivas hacia los refugiados de la guerra de Ucrania y la oposición que se registra frente a otros colectivos. Si bien es cierto que hay un componente de racismo hacia los no europeos, la cuestión es más compleja.
Por un lado, tenemos la proximidad geográfica, junto con la percepción de afinidad cultural y étnica. Por otro lado, la idea de que la invasión rusa representa una clara amenaza para Europa, así como la representación de los ucranianos como héroes que defienden a su patria frente a una potencia militar más poderosa.
Estas respuestas y actitudes contradictorias demuestran la volatilidad de las percepciones y de los discursos y su impacto en la construcción de políticas migratorias y de refugiados.
¿Representa este momento de cohesión europea la oportunidad para avanzar en la construcción de una política europea más centrada en valores humanitarios?
Repensar la solidaridad europea
El pacto de los 27 para garantizar la protección automática temporal es un paso muy significativo. Es el momento de repensar la solidaridad europea –hasta ahora dominada por intereses nacionalistas y agendas gubernamentales discriminatorias– y avanzar en la política migratoria y de refugiados en la UE.
La continua situación de emergencia en las fronteras europeas ha dejado el Nuevo Pacto Migratorio de la UE, aprobado en 2020, en papel mojado. Un pacto que no ha sido audaz y que refleja políticas anticuadas que no dan soluciones a los problemas en las fronteras. Hace falta un marco estructural para la migración, que vaya más allá del control fronterizo y de seguridad, y de la contención en los países vecinos y de origen.
La protección de los Derechos Humanos
En este sentido, los Pactos Mundiales de la ONU –Pacto Mundial sobre los Refugiados y el Pacto Mundial sobre Migración– deben inspirar la respuesta de la UE, ya que es en su propio interés establecer a nivel comunitario la obligación inequívoca de respetar, salvaguardar y promover la intersección entre los derechos fundamentales y la protección de los refugiados que recogen las Naciones Unidas. Sin embargo, no podemos olvidar que República Checa, Hungría y Polonia no han ratificado estos pactos.
Una visión centrada en la seguridad humana ofrece un análisis interseccional que nos posibilita el desarrollo de estrategias y políticas transversales, que permitan mejorar las estructuras de gestión migratoria, garantizando los derechos humanos de los migrantes, independientemente de su estatus, así como una seguridad garantizada en las fronteras europeas.
Susana de Sousa Ferreira – The Conversation