12 de Octubre: Genocidio, Resistencia y las Claves para un Futuro Sostenible

Alfonso Insuasty Rodríguez                                                                                       13 de octubre de 2024 Hora: 10:37

Derribamiento de la estatua del Colonizador Sebastian de Belalcázar por el Pueblo Misak en Popayán (Colombia) 2020.


Como señaló Enrique Dussel, este evento no solo significó la destrucción física de los pueblos originarios, sino también un intento sistemático de borrar su historia e identidad.

Se estima que, en los primeros 100 años tras la conquista, la población indígena de América Latina se redujo en un 90%, perdiendo entre 50 y 100 millones de vidas. Las epidemias, la esclavitud, las guerras y la explotación fueron las herramientas de este proceso genocida (Dussel, 1994)

Dussel aseguró que además de la destrucción física de los pueblos originarios, esta fecha del 12 de octubre significa ese intento sistemático y persistente aún, de borrar su historia, identidad, epistemología y cosmovisiones.

Este genocidio no solo eliminó cuerpos, sino también culturas enteras, junto con sus formas de vida, sus conocimientos ancestrales y sus modos de relacionarse con la naturaleza.

La crisis civilizatoria actual —caracterizada por crisis energéticas, de materias primas, de agua, alimento, etc— nos invita a volver la mirada hacia estos saberes indígenas de los pueblos negros en nuestra américa. Los pueblos originarios, que Occidente intentó erradicar, ofrecen respuestas fundamentales para un mundo que se desmorona bajo la lógica destructiva del capitalismo.

Sus cosmovisiones, basadas en una relación armónica con la naturaleza, ofrecen alternativas a un modelo económico centrado en la explotación y el despojo.

Fuente: EFE Verde.

Lejos de haber aprendido de la historia, la recolonización y el exterminio de los pueblos originarios continúan bajo nuevas formas.

El neoliberalismo y el extractivismo avanzan como motores de la «recolonización», apropiándose de recursos naturales como petróleo, gas y minerales en territorios indígenas, sin respeto por sus derechos ni por el equilibrio ambiental.

Proyectos como la explotación de la Amazonía en Brasil, la minería en Colombia o el Tren Maya en México, los macroproyectos en el territorio Mapuche, en Chile, son ejemplos de cómo las políticas económicas modernas continúan despojando a los pueblos indígenas de sus tierras.

Estos proyectos, presentados como motores del desarrollo, esconden una realidad de violencia, desplazamientos forzados y agresiones. Solo en 2020, se registraron 331 asesinatos de líderes indígenas en América Latina.

De acuerdo con la presidenta de México, Claudia Sheibaum, la construcción del Tren Maya es uno de los más grandes legados de su antecesor Andrés Manuel López Obrador. Fuente: La Jornada.

Para 2023 América Latina registró consistentemente la mayor cantidad de asesinatos documentados de defensores de la tierra y el medio ambiente: el 85% de los casos globales, la mayoría pueblos indígenas y de pueblos negros (Global Witness, 2024).

El Banco Mundial ha estimado que la demanda de minerales para tecnologías limpias podría aumentar un 500% de aquí a 2050 (Banco Mundial, 2020), intensificando la presión sobre los territorios indígenas.

Esta lógica capitalista, que sigue explotando sin cambiar la esencia del modelo, no solo amenaza la biodiversidad, sino también la existencia misma de las culturas que protegen estos territorios.

La ONU proyecta que para 2050 el 70% de la población mundial vivirá en ciudades, centros de consumo que solo exacerban las desigualdades y la crisis ambiental (ONU, 20)

La docente investigadora Alicia Valero advierte que estamos entrando en un déficit ecológico insostenible. En una generación, consumiremos el doble de lo que hoy consumimos, y en los próximos 25 años, habremos consumido tanto como en toda la historia del ser humano (Orgaz, C, 2021)

La voracidad del sistema capitalista solo acelera la destrucción del planeta, concentrando las riquezas en unos pocos, mientras los más vulnerables sufren las consecuencias. La crisis de producción y consumo no cambia, se adorna con colores “verdes”, pero la lógica de explotación se mantiene, profundizando el colapso ambiental.

Frente a esta catástrofe, los pueblos originarios, negros, campesinos y mestizos emergen como guardianes de la vida.

Fuente: EFE Verde.

Según la FAO, los pueblos indígenas protegen entre 330 y 380 millones de hectáreas de bosques en América Latina, desempeñando un papel esencial en la lucha contra la crisis climática (FAO, 2021) otro tanto hace los pueblos negros y mestizos.

Sus cosmovisiones, centradas en la reciprocidad y el respeto por la naturaleza, ofrecen una alternativa viable a la lógica destructiva del capitalismo. Lejos de ser meros sobrevivientes de un genocidio histórico, estos pueblos son los verdaderos guardianes del futuro del planeta.

Declarar el 12 de octubre como el Día de la Resistencia y Esperanza Indígena, Negra y Popular permitiría resignificar esta fecha, que no debe ser registrado únicamente como el inicio del genocidio más grande la humanidad, sino como un llamado urgente a la resistencia y la esperanza.

Los pueblos indígenas, negros no solo han resistido durante siglos, sino que nos ofrecen las claves para enfrentar la actual crisis civilizatoria.

Es fundamental reconocer su papel como protectores del planeta y abrir un diálogo de saberes que incorpore sus cosmovisiones en las políticas globales.

Esta fecha también debe servir como símbolo de la lucha por un futuro basado en la justicia social, el respeto por la diversidad y la defensa del planeta.

Otro llamado urgente es a los centros de educación superior, que aún operan bajo una lógica occidental y limitada.

La crisis actual exige un cambio profundo en su enfoque: es necesario impulsar investigaciones que exploren las soluciones provenientes de las cosmovisiones indígenas, afrodescendientes, campesinas y de los sectores populares.

Estos saberes, ignorados por mucho tiempo, son claves para enfrentar los desafíos globales.

Asimismo, es crucial fortalecer los procesos formativos ciudadanos que reconozcan y valoren la sabiduría ancestral, y promover leyes más rigurosas que regulen la explotación de los recursos naturales, asegurando su protección. Además, es imperativo establecer normativas que controlen la manipulación mediática, limitando el poder de los medios masivos que distorsionan o ignoran las luchas de los pueblos originarios.

Solo así podremos visibilizar el papel fundamental que estas comunidades juegan en la preservación del planeta y en la construcción de un futuro más justo y sostenible.

 

*Docente investigador, Universidad de San Buenaventura, docente de cátedra Maestria en ciencia tecnología, sociedad e innovación ITM e integrante del grupo autónomo Kavilando y Red Interuniversitaria por la Paz (REDIPAZ).

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