Un país desquiciado

Fuente: Iniciativa Debate                                                                                        Jaime Richart                                                                                                                       

Desde luego no soy de esos que se pasan la vida pegados a la caza de la noticia. Todo lo contrario, huyo de ella, aunque quienes me rodean y un vistazo esporádico a la televisión ya se encargan de desinformarme… Pero a un visitante de otro planeta que echase una ojeada de vez en cuando a cortes televisivos en el Congreso, luego prestase atención unos minutos a un programa de debate y luego a otro de esparcimiento que consiste en la áspera confrontación de los presentes como luchaban a muerte los gladiadores, le bastaría para recibir la impresión instantánea de haber llegado a un planeta donde su sociedad está completamente ida, desquiciada.

La armonía es la conciliación de los opuestos: lo que viene intentando la Unión Europea desde su fundación, pues ése es el espíritu que le subyace más allá de lo económico o aparte lo económico. Pues, aquí, en España, nadie la conoce, y si hay algún atisbo de ella es muy breve y a costa de mucho callar y mucho transigir. Pero a esa porción de España que ha venido dominando abiertamente en ella de uno u otro modo siglos hasta 1978, no le interesa la armonía, sino seguir dominando a cualquier precio. A fin de cuentas el militarismo y “la milicia sobre la Tierra”, paradigma de uno de sus inspiradores, es lo suyo. La Iglesia que con su silencio o su protagonismo le da cobijo, también le da fuerza para imponerse por la razón de la fuerza (por ahora sólo moral), y no por la fuerza de la razón. Y si el militarismo es lo suyo, no menos armas, tal como las maneja, son la disonancia, la crispación y la discordia permanentes para aturdir al adversario político al que convierte en enemigo, y de paso a la España que desea a todo trance paz y tranquilidad. Así es que siguen siendo tantas y tan profundas las diferencias entre las dos Españas: la una reducida, rica, situada, de vida regalada pero hiperactiva, y la otra mucho más grande pero hiperpacífica, que sólo el paso de muchísimo tiempo sería capaz de acercarlas: cuando quizá ya sea irrelevante ante un panorama mundial desolador. Y así es cómo, poco a poco absolutismo, neoliberalismo, neofascismo y neofranquismo, a pesar del esfuerzo de la Unión Europea por europeizar a España, poco a poco también en una democracia convencional, se siguen imponiendo frente a relativismo, neosocialismo, ecologismo, eurocomunismo, pacifismo…

En todo caso en España no hay sosiego por culpa de esos desquiciados que intenta desarbolar a todo aquel y aquella que no piensa como ellos. Todo, para ellos, es una excusa para hacer ruido, ataque, insulto y denigración. Y sus ideas, todas forzadas, impostadas, desvirtuadas, descentradas, exageradas, hipertrofiadas, desquiciadas. Veamos hasta dónde pueda llegar esta coalición y cómo se las ingenia para pararles los pies.

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