Uno. En el departamento contiguo al de mi familia vivía Nahum, el relojero del barrio. Parco y amable, Nahum coleccionaba sellos postales. Una forma entretenida para saber de historia y geografía
, decía.
Seguí el consejo y empecé mi colección con los que él me regalaba, pegados en sobres que recibía de un país que me sonaba a planeta de Flash Gordon: Ukraine CCCP
(acrónimo de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas).
Un día, en su diminuto taller, le disparé a quemarropa: Háblame de Ucrania
. Sin quitarse el monóculo con el que examinaba un relojito, Nahum tanteó una gaveta y rescató un folleto polvoriento. “Tomá… y no preguntes más”, advirtió.
Dos. En la segunda mitad del siglo XIX, el canciller prusiano Otto von Bismarck erigió las bases del Segundo Imperio Alemán, convirtiéndose en el gran arquitecto de una ciencia
novedosa: la geopolítica. Los fundamentos de la geopolítica se apoyaban en el nacionalismo xenófobo y racista de las formas pan
(del griego todo
): pangermanismo, paneslavismo, panarabismo, hispanismo, sionismo…
Nacido en el año en que Napoleón cayó frente a la Santa Alianza (Waterloo, 1815), Bismark murió en 1898, cuando la Divina Providencia encomendó a los ángeles de Washington expandir su propio nacionalismo pan
: el panamericanismo.
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