Fuente: https://www.resumenlatinoamericano.org/2023/03/08/estados-unidos-todas-las-evidencias-del-sabotaje-a-nord-stream-apuntan-a-la-casa-blanca/
Con el objetivo de deslegitimar la investigación del periodista Seymour Hersh sobre la directa responsabilidad del gobierno de Joe Biden en el sabotaje a los gasoductos de Nord Stream 1 y 2, The New York Times (NYT) publicó un reporte que cita un trabajo de inteligencia estadounidense —no dice de cuál agencia— el cual «sugiere que un grupo proucraniano» fue el autor material del suceso.
Agrega que «los nuevos informes de inteligencia equivalen a la primera pista significativa conocida sobre quién fue responsable del ataque a los gasoductos Nord Stream que transportaban gas natural desde Rusia a Europa», lo que a todas luces parece un intento para desmeritar la versión que culpabiliza a los más altos funcionarios de la Casa Blanca.
Dice el reporte que:
«Funcionarios estadounidenses dijeron que no tenían pruebas de que el presidente Vladímir Zelenski de Ucrania, o sus principales lugartenientes, estuviera involucrado en la operación, o que los perpetradores estuvieran actuando bajo la dirección de funcionarios del gobierno ucraniano».
Además, afirma que «algunos funcionarios han considerado que Ucrania y sus aliados tienen el motivo potencial más lógico para atacar los oleoductos. Se han opuesto al proyecto durante años, calificándolo de amenaza para la seguridad nacional porque permitiría a Rusia vender gas más fácilmente a Europa. El gobierno ucraniano y los funcionarios de inteligencia militar dicen que no tuvieron ningún papel en el ataque y no saben quién lo llevó a cabo».
No contextualiza que fueron funcionarios estadounidenses —entre ellos Antony Blinken, Victoria Nuland y el mismo Joe Biden— quienes hicieron amenazas a la operatividad de los complejos Nord Stream 1 y 2 antes del sabotaje, y celebraron el cese de actividades de los gasoductos luego del acontecimiento.
El medio neoyorquino afirma que «la revisión de la inteligencia recién recopilada sugiere que eran opositores al presidente Vladímir V. Putin de Rusia, pero no especifica los miembros del grupo, ni quién dirigió o pagó la operación», aunque deja entrever que fueron personas de nacionalidad rusa y/o ucraniana, y lanza una hipótesis instalada a priori: «Han dicho que no hay conclusiones firmes al respecto, lo que expone la posibilidad de que la operación haya sido llevada a cabo fuera de los libros por una fuerza de poder con conexiones con el gobierno ucraniano o sus servicios de seguridad».
«Los funcionarios estadounidenses no han declarado públicamente que creen que la operación fue patrocinada por un Estado (…) [aunque] es posible que los perpetradores hayan recibido capacitación gubernamental especializada en el pasado», publica NYT.
Para lavarse las manos de toda participación de peso, el informe citado declara que «funcionarios estadounidenses dijeron que no hubo ciudadanos connacionales o británicos involucrados».
De acuerdo con el reporte, pareciera que la inteligencia del país norteamericano intenta virar la responsabilidad a Ucrania: «Los voceros dijeron que podría constituir la primera pista significativa que surge de varias investigaciones cuidadosamente guardadas, cuyas conclusiones podrían tener profundas implicaciones para la coalición que apoya a Ucrania».
Sigue: «Cualquier insinuación de participación ucraniana, ya sea directa o indirecta, podría alterar la delicada relación entre Ucrania y Alemania, lo que agriaría el apoyo entre un público alemán que se ha tragado los altos precios de la energía en nombre de la solidaridad».
Esto contrasta con lo publicado por Hersh, e intenta borrar toda huella perceptiva en la opinión pública mundial sobre la implicación estadounidense que pondría en peligro la reputación de Estados Unidos ante la Unión Europea, además en un contexto en el que hay presión en los pasillos de Washington, D.C. por orientar los esfuerzos conflictivos hacia China y detener el envío de ayuda a Kiev contra Rusia.
Se trataría de un caso de negación plausible a través del NYT, o de un limited hangout, táctica usada en las operaciones mediáticas, de relaciones públicas y de gestión de la percepción en los planos político e informativo. El exagente de la CIA, Victor Marchetti, en un libro escrito a cuatro manos con el exfuncionario del Departamento de Estado John Marks, definió el limited hangout de la siguiente manera:
«Cuando su velo de secreto se rompe y ya no pueden confiar en una historia de portada falsa para desinformar al público, [los operadores de inteligencia] recurren a admitir, a veces incluso voluntariamente, parte de la verdad mientras logran retener la clave y los hechos dañinos en el caso. El público, sin embargo, suele estar tan intrigado por la nueva información que nunca piensa seguir adelante con el asunto».
No en balde el reporte sostiene que «cualquier hallazgo que culpe a Kiev o a los representantes ucranianos podría provocar una reacción violenta en Europa y dificultar que Occidente mantenga un frente unido en apoyo hacia Ucrania».
«A pesar de la profunda dependencia de Ucrania de los Estados Unidos para el apoyo militar, de inteligencia y diplomático, los funcionarios ucranianos no siempre son transparentes con sus homólogos estadounidenses sobre sus operaciones militares, especialmente en aquellas contra objetivos rusos detrás de las líneas enemigas. Esas operaciones han frustrado a los funcionarios estadounidenses, que creen que no han mejorado de manera mensurable la posición de Ucrania en el campo de batalla, pero se han arriesgado a alinear a los aliados europeos y ampliar la guerra».
Pero el reporte, además, aumenta los grados de intriga para implicar a Ucrania directamente en el suceso: «Después de la operación Nord Stream hubo especulaciones silenciosas y preocupaciones en Washington de que partes del gobierno ucraniano también podrían haber estado involucradas en esa operación».
Sin embargo, a continuación propone una ambivalencia en las relaciones estadounidense-ucranianas, típico de los reportes periodísticos en los que no se afirma ni se niega nada para instalar una narrativa alternativa a los hechos: «La nueva inteligencia no proporcionó evidencia hasta el momento de la complicidad del gobierno ucraniano en el ataque a los oleoductos, y los funcionarios estadounidenses dicen que el nivel de confianza de la administración Biden en Zelenski y su equipo de seguridad nacional de alto nivel ha aumentado constantemente».
El periódico alemán Die Zeit publicó unas horas luego del reporte de NYT, fortaleciendo esta línea narrativa, que «las autoridades de investigación alemanas […] lograron identificar el barco que supuestamente se utilizó para la operación secreta. Se dice que es un yate alquilado a una empresa con sede en Polonia, supuestamente propiedad de dos ucranianos. Según la investigación, la operación secreta en el mar fue realizada por un equipo de seis personas. […] Aparentemente, la nacionalidad de los perpetradores no está clara. Los asesinos utilizaron pasaportes falsificados profesionalmente, que se dice que se utilizaron, entre otras cosas, para alquilar el barco».
A su vez, el medio neoyorquino alega que Hersh solo «citó la amenaza previa a la invasión del presidente de ‘poner fin’ a Nord Stream 2, y declaraciones similares de otros altos funcionarios estadounidenses», pero omitió la fuente que cita el periodista estadounidense relacionada con la operación secreta ordenada por Biden.
En torno a los hechos operativos del sabotaje, NYT manifiesta que en Europa se han hecho investigaciones aunque sin dar algún dato concreto, salvo detalles como «que los perpetradores utilizaron más de 1 mil libras de explosivos de ‘grado militar’». Esto se contradice directamente con lo afirmado anteriormente sobre la no implicación de algún Estado en la operación, puesto que se trata de armamento y tecnología que solo pueden ser poseídos por ejércitos regulares estatales. Hersh cuenta que fueron cargas de explosivos C4 activados por un sonar a distancia remota.
Si bien ejércitos privados mercenarios son capaces de efectuar una operación de sabotaje, la logística necesaria para realizar lo acontecido sobre los gasoductos Nord Stream 1 y 2, con el nivel de vigilancia a partir de la alta tecnología existente actualmente por parte de Estados, habría requerido maniobras de fuerza mayor como las que relata la investigación de Hersh mediante detalles operativos.
Por último cita a Mats Ljungqvist, un fiscal principal sueco que dirige la investigación sobre el caso en su país, para concluir el reporte de manera abierta: «¿Creo que fue Rusia la que hizo estallar Nord Stream? Nunca lo pensé. No es lógico. Pero como en el caso de un asesinato, tienes que estar abierto a todas las posibilidades».
NYT es un medio por el que suele filtrarse información de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) con fines políticos, como la historia de que Donald Trump había ganado las elecciones presidenciales en Estados Unidos con ayuda del gobierno ruso —Russiagate—, la cual fue desmentida hace poco de manera oficial por los mismos organismos de inteligencia. Debido a su papel en esta trama, NYT fue muy criticado por distintos sectores ideológicos y políticos en Estados Unidos.
Por este y otros episodios de tinte político, se asocia a esta plataforma mediática como un ala propagandística de las cúpulas del Partido Demócrata.
También, dicho periódico estuvo implicado en la Operación Sinsonte (Operation Mockingbird) y muchos de sus periodistas estuvieron en la nómina salarial de la CIA durante décadas, de acuerdo con la antológica investigación del periodista Carl Bernstein.
El hecho de que NYT, por nexos e historial, confirme casi toda la versión de Hersh, así sea de manera «negación plausible», pero trasladando la responsabilidad de los hechos a un tercero y dejando la rendija abierta para la acumulación de dudas y unas pocas certezas en torno al caso Nord Stream, sugiere que se trata de una operación de relaciones públicas con algunos baches que delatan su inconsistencia.
La suma de intereses en torno a la inoperatividad del Nord Stream es contrastable y notoria en relación con los beneficios geopolíticos y económicos para Estados Unidos como principal proveedor de gas a Europa, así como para Noruega en términos de ingresos récord: Los dos son los países OTAN cuyas autoridades militares participaron directamente en la operación de sabotaje contra el complejo ruso-europeo —siempre según la investigación de Sy Hersh— y tenían intereses estratégicos en el ámbito energético.
Salvo el «pequeño detalle» de que se culpabiliza a un «grupo proucraniano» del perjuicio, y se traslada la responsabilidad estadounidense a un tercero no identificable, NYT confirma la versión de Hersh y da razones para que las sospechas sobre la Casa Blanca en torno al siniestro crezcan. Aun cuando la información se emita como una intriga, la cual se debe armar como un rompecabezas.