Fuente: https://www.lamarea
En cada misión del Open Arms se concentran tantos dramas como personas a bordo de los 140 metros cuadrados que tiene su cubierta
Un grupo de refugiados libios, con Afnan en el centro, tras ser rescatados después de dos días a la deriva. Mónica G. Prieto
(A bordo del Open Arms) // Después de ser rescatado junto a otras 96 personas de una barcaza sobrecargada y perdida en la inmensidad del mar el 29 de marzo, llegó a la cubierta del Open Arms tras dos interminables días de navegación que a unos les sabía a odisea pero a otros, a alivio. El cuerpo de Abu Baqr, delgado como un suspiro pero tan alto que destacaba sobre las cabezas de sus compañeros, no temblaba de frío ni de miedo. Solo el equipo médico de la ONG lo supo cuando, tras cubrirle con una manta que no abandonaría el resto de la travesía, le reconoció en la enfermería. Se negaba a ingerir el arroz con verduras del rancho, pero no era porque la experiencia le hubiese quitado el apetito, como les pasaba a muchas de las 219 personas rescatadas que se refugiaron en el barco. Las manchas de sangre reseca en su pantalón presagiaban algo peor.