Hola,
Probablemente ya lo sepas, porque la cobertura mediática ha sido inmensa en todo el mundo: hace unos días falleció el indígena conocido como «el último de su pueblo”, o «el hombre del agujero». Y con su muerte se consuma el genocidio de otro pueblo indígena más de la faz de la Tierra.
Cuando conocí la noticia, me invadió una enorme tristeza… Este hombre vivió completamente solo, durante 26 años, en lo más profundo de la Amazonia brasileña y esquivó cualquier intento de los equipos gubernamentales de ponerse en contacto con él. Al conocerse su historia se entiende perfectamente por qué: todos sus seres queridos, familia, amigos y los demás miembros de su pueblo fueron asesinados en una serie de ataques que habrían pasado desapercibidos para el resto del mundo si él no hubiera conseguido, de alguna manera, sobrevivir.
A lo largo de los años un pequeño grupo de personas en Brasil, con mucha dedicación, lograron reconstruir lo que había sucedido. Habían oído rumores sobre unos pistoleros contratados por ganaderos que se jactaban en un bar de haber matado a un grupo de indígenas, y meses más tarde encontraron la escena del crimen: las cabañas, en lo profundo de la selva, habían sido demolidas con excavadoras en un intento de ocultar la masacre. Los asesinos creían haberlos matado a todos, pero un hombre sobrevivió…
Nunca sabremos cómo escapó de los ataques. Ni siquiera cuál era su nombre.
Soy una de las pocas personas foráneas que ha pisado su tierra tras aquellos terribles sucesos. Estuve allí en 2005 por invitación de la FUNAI, el departamento gubernamental brasileño de asuntos indígenas. No fui allí para entrar en contacto con él, sino solo para garantizar la protección de su tierra y su derecho a elegir cómo vivir, y jamás olvidaré cómo su presencia se sentía en la selva.
En una de sus cabañas abandonadas vimos un profundo agujero que probablemente cavó para esconderse, prueba del profundo trauma que debía sufrir. Y aunque me sentí muy incómoda entrando en su hogar, sabía que era importante dar testimonio del dolor y el valor de este hombre.
Ahora la noticia de su fallecimiento ha aparecido en medios de comunicación de todo el mundo. Al menos al morir parece que su historia no ha sido olvidada y el clamor por su pérdida podría ayudar a otras personas a sobrevivir.
Su experiencia, aunque desgarradora y trágica, está lejos de ser única. Solo en Brasil hay más de 100 pueblos indígenas no contactados, y muchos más en otros lugares del mundo. Sus tierras y sus vidas están continuamente amenazadas.
Hace poco, por ejemplo, supimos que una empresa brasileña está intentando extraer oro en el territorio de los piripkuras, uno de los pueblos indígenas no contactados más vulnerables del mundo, y que ya ha sido víctima de ataques genocidas.
¿Acaso no tienen los piripkuras tanto derecho a existir como «nosotros»? ¿De verdad vamos a quedarnos de brazos cruzados mientras los pueblos indígenas no contactados son aniquilados en nombre del «progreso» y del beneficio económico?¿Vamos a quedarnos mirando, sin más? Estos abusos no tienen cabida en el mundo actual y debemos hacer todo lo posible para acabar con ellos.
Por favor, firma esta petición para detener el genocidio de los pueblos indígenas en Brasil y compártela después con tus contactos, en tus redes sociales, etc. Tu apoyo es fundamental.