Malabeando de la mano de Estanislao Medina Huesca a través de “Suspéh”

Fuente: https://literafricas.com/2022/08/16/malabeando-de-la-mano-de-estanislao-medina-huesca-a-traves-de-suspeh/

 

Las visiones que van surgiendo a nuestro alrededor nunca dejan de estar completas. Si las del pasado colean entre jirones de nostalgia, dolor, mito y medias verdades, las del presente aparecen reñidas con los diferentes prismas que se arrojan sobre ella y que, como rompecabezas infinitos, jamás logramos completar. De ahí la extrañeza al explorar nombres, lugares y sitios que creíamos conocer y que reaparecen con nuevas miradas que los enriquecen.

Estanislao Medina Huesca es un joven escritor nacido en Malabo en 1990 y fue seleccionado por la revista británica  Granta como uno de los 25 mejores narradores en castellano. Se le engloba dentro de la todavía joven literatura de Guinea Ecuatorial, tal y como señala en el epílogo Juan Riochí, que tiene como primer hito narrativo la obra Cuando los combes luchaban (1953) de Leoncio Evita, y tras los pasos de María NsuéDonato Ndongo o Joaquín Mbomio, pertenece a la moderna generación de escritores guineoecuatorianos que han visto sus obras publicadas en el siglo XXI.

Tras Barlock: Los hijos del gran búho (2017), publicó El albino Micó (2019), que introduce una historia de amor interétnico, ambas con gran éxito. En esta su tercera novela, Suspéh. Memorias de un expandillero, nos sumerge de nuevo en una ciudad que muy pocos conocen, la del propio narrador, a la que Medina da la vuelta para dibujarnos el universo al escape de un descendido a los infiernos. Una Malabo desmitificada, urbana y multicultural, llena de gente de múltiples mestizajes que nos enseña que “la guineana perfecta” es la que lleva sangre fang, ndowé, bubi y annobonés.

Medina, docente de profesión, lo tiene claro a la hora de enfocar su narrativa. Frente a la crítica política que abunda en los autores de su país que había tenido ocasión de leer, él muestra otro interés: entretener contando historias que sean, de alguna manera cotidianas, en las que uno se puede sentir identificado, explica a Fumilayo Johnson Sopaleotra compañera de generación. Buscar un tú a tú con el lector que pisa la calle y tratar de lograr algún tipo de incidencia que propicie un cambio social y de mentalidad.

Suspéh, cuando gritar es lo último que queda

El propio Medina anunciaba de esta manera su novela en redes sociales “el libro que muestra mejor la realidad actual en las ciudades de Malabo y Bata, asediadas por una delincuencia juvenil que tiene en jaque a todo un país”. La narración, con saltos cronológicos, también “rescata momentos trágicos y acontecimientos que marcaron a muchas familias ecuatoguineanas” lo que hace de ella una obra con clara vocación de ser leída en su país natal pero no solo ya que las realidades que dibuja se pueden encontrar en otros cientos de lugares parecidos.

Medina, poco amigo de las redes sociales, se decanta por utilizar el recurso de las entradas a un blog fechado en 2028, para advertirnos desde la primera página, a todos los que no somos equa que si seguimos leyendo, desconfiemos. No es mal comienzo: dudar y desmontar.

Estamos ante un libro que se sumerge en ambientes límite, como este que explora el eslabón último del crimen organizado, y que utiliza para ello un lenguaje de barrio, como es el pichi (lengua criolla de Bioko y tercera más hablada en Guinea Ecuatorial). “Una lengua que al principio de mi existencia en esta vida- explica el escritor en entrevista– se asociaba a personas de dudosa ética, de dudosa capacidad cultural. Actualmente es la lengua que hace de puente entre todas las demás lenguas, incluso más que el español”.

Medina toma como base de su narrativa a las docenas de jóvenes que ha conocido, pandilleros, en la urbe guineoecuatoriana. A ras de suelo nos lleva de la mano de estos muchachos que entran en bandas callejeras y no viven sino para fumar banga mientras esperan cuál será el próximo asalto que llevar a cabo. El propio narrador comenta, sorprendido de haberse convertido en uno de ellos, con un lenguaje cercano y salpicado de humor, lo fácil que es introducirse en una de ellas y resume de manera contundente las razones que encuentra en su interior al dar el paso. No duda en señalar el origen: el momento en el que su familia se muda a Epeché, un barrio ficticio de la capital, donde encontrará el cobijo de aquellos que le arrastrarán por esta vida.

Ambientes tóxicos, familias disfuncionales o en su mayoría monoparentales, cuyos padres han desaparecido y en cuyas madres recae todo el peso de la misma: trabajar, conseguir comida, hacer que los hijos reciban una educación. No es fácil. La Malabo de Medina es una ciudad salvaje y devoradora que no tiene piedad con sus habitantes más desfavorecidos.

En la Guinea Petróleo se hallan infinitas razones para entrar en cuadrillas de delincuentes. La corrupción, el nepotismo, el elevado consumo de alcohol, drogas y sexo, la miseria, el desempleo o el deplorable sistema educativo, son algunas de las que avanza Medina en su libro para tratar de entender hasta qué punto estos adolescentes son en parte víctimas de un sistema que les enjaula y les despluma.

Fácil entrar, pero difícil salir una vez pronunciados ciertos juramentos que ciñen cinturones de hierro de lealtades en sangre. Suspéh es la expresión utilizada para alertar de la llegada de la policía. El grito de alarma que lleva atado a la boca todo muchacho que penetra en estos círculos, donde hierve la mala vida, donde la mujer no vale absolutamente nada y en donde sucumbe bajo toneladas de droga y sexo hiriente, y donde la violencia reina.

El recorrido de Richi, no exento de humor, ternura y amistad, le enseñará verdades de por vida como que no siempre tiene uno razón. La figura de su abuelo, seco y recto, emerge como el bastión que guía su proceso hacia la asunción de la propia  responsabilidad personal más allá del entorno en el que se ha tenido que crecer. Quizás uno de los pivotes en los que Medina pone más interés al mencionarlo en varias ocasiones como uno de los fundamentos necesarios para propiciar ese ansiado cambio que lleve a todos estos muchachos a tener las mismas oportunidades. Empezar la construcción por uno mismo.

Richi se revuelve, consciente de dónde está metido, con la vista puesta en el día siguiente en el que podrá empezar algo que le aleje de ese mundo de armas, droga y violencia condenada al abismo.

Sobre Medina, de momento y a la espera de poder leer más obras suyas, solo puedo decir: Chaal… yu sabí, yu sabí.

Chaval, tú sí sabes, tú sí sabes.

Suspéh. Memorias de un expandilleroEstanislao Medina Huesca. Diwan África Literatura. 2021. Edición y epílogo Juan Riochí. Prólogo de César Brandon.

Ilustración de la portada: Thaismina Cerelyn Kennedy Mangue

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