Fuente: https://www.jornada.com.mx/2023/04/21/opinion/014a1pol Raúl Zibechi 21.04.23
Desde hace más de un año, cuando la invasión rusa a Ucrania, se viene pregonando el fin del mundo unipolar dominado por Washington, y se han echado las campanas al vuelo de que el dólar sería sustituido por monedas locales, como el yuan o una canasta de divisas alternativas.
Sin embargo, la erosión del papel de una moneda como el dólar no sucederá en poco tiempo si nos atenemos a lo sucedido en la historia, porque no existe una divisa alternativa ya pronta para sustituirlo. En el pasado, esto ha sido posible luego de devastadoras guerras que hundieron el sistema económico, destronaron el patrón oro o la libra esterlina, por referirnos apenas a su sucedido en el último siglo.
Desde Atenas y Roma hasta nuestros días se han sucedido diversas monedas hegemónicas en el comercio y como reserva global o regional, que duraron el tiempo que transcurrió hasta el fin de la hegemonía de esa nación. Al parecer, fueron las monedas españolas las que se mantuvieron durante más tiempo en el papel de monedas de reserva e intercambio comercial, entre 1530 y 1641.
Las grandes crisis sistémicas promovieron el relevo de las monedas de reserva, teniendo un papel muy destacado las guerras en el hundimiento de las naciones hegemónicas. En suma, no existen leyes económicas que expliquen el recambio de las monedas de reserva, sino la fuerza armada como razón última del ascenso y la decadencia de las naciones dominantes. La existencia de armas nucleares no modifica esta realidad.
El reciente Boletín Europeo de Anticipación Global (GEAB) sostiene, luego de detallar las numerosas crisis en curso: “En el centro de este terremoto está el fin de la hegemonía mundial del dólar […] lo que constituye una inversión de tendencia de una violencia sin precedentes, para la que el BRICS lleva preparándose 15 años, sin que los erráticos esfuerzos de Europa y Estados Unidos por seguir el movimiento hayan conseguido gran cosa” (https://bit.ly/3GPAzfS).
Pero el tema central para quienes no sólo somos antimperalistas, sino también anticapitalistas (y, por tanto, rechazamos el colonialismo y el patriarcado), es qué sucede a los pueblos en las transiciones hegemónicas.
Primero, los pueblos siempre han sido carne de cañón
en las guerras entre potencias. Derramaron sangre para que ascendiera una nueva clase dominante.
Lo segundo es que la nueva clase no es menos opresiva que la desplazada. Prueba de ello es lo sucedido con pueblos como el mapuche bajo la República de Chile, que fue más agresiva y violenta que la corona española. Lo mismo puede decirse de los pueblos originarios en general, así como de las y los oprimidos de nuestro continente: aunque los pueblos negros fueron liberados
de la esclavitud, se crearon policías militares muy violentas para mantenerlos a raya.
Tercero, ahora sucede algo similar: el oprobioso imperialismo yanqui puede ser sucedido por algo aun peor. Sí, peor. En 15 años vamos a estar extrañando a los gringos
, dijo José Mujica al diario El País cuando le preguntaron por el avance de China (https://bit.ly/3mFnqiB). Cito al ex presidente uruguayo sólo porque los progres lo tienen en alta estima.
Por tanto, es muy probable que en el futuro inmediato se repita la historia. Salvo que los pueblos, en particular los originarios y negros, y las mujeres rebeldes, tomen decisiones por sí mismos, pongan la autonomía al timón de mando y resistan tanto a los imperios decadentes como a los ascendentes, a las viejas burguesías y a las que se están formando.
Sobre éstas, es necesario comprender que se están entretejiendo con el narcotráfico y con las fuerzas armadas, dando pie a clases dominantes mafiosas narcomilitares, porque el modo de producción
tiene esas características. La exportación de oro ilegal, con su tremenda lógica destructiva social y ambiental, sustituye a las drogas como principal rubro de exportación en varios países del continente.
¿Alguien puede pensar que aliarse con tales mafias puede deparar algo positivo a los pueblos? De ellas sólo podemos esperar más feminicidios y genocidios, no sólo por la actitud de los gobernantes sino porque, estructuralmente, el sistema funciona así.
Por último, el recambio de hegemonías y de monedas es, apenas, una ventana de oportunidades para los de abajo. Mejor, una escotilla estrecha que no garantiza ningún avance y puede ser la repetición de genocidios como la ocupación de la Araucanía en Chile o la conquista del desierto en Argentina de la mano de las nuevas burguesías. No es más la lógica derecha-izquierda, sino abajo-arriba, la que puede aportar sentidos emancipatorios.