Fuente: https://elsudamericano.wordpress.com/2020/04/19/los-nuevos-aspectos-del-problema-de-la-guerra-por-victor-serge/ Víctor Serge
LOS NUEVOS ASPECTOS DEL PROBLEMA DE LA GUERRA por Víctor Serge
(1926) [1]
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“El único método posible de combatir la guerra, es la formación y mantenimiento de organizaciones clandestinas, continuar con las prolongadas actividades anti bélicas y la formación de revolucionarios para servir en la guerra”. (Lenin).
Toda política es predicción. La clase obrera debe usar los períodos de calma para prepararse para la lucha en el futuro. Estamos entre dos guerras. La “gran” guerra imperialista domina nuestro pasado. El armamento, las rivalidades entre los poderes, los mentirosos juegos de la diplomacia, los formidables intereses de los grupos imperialistas quienes dividen el mundo colocando el sol bajo sus pies, todos esos hechos preparan metódicamente ante nuestros ojos la guerra que viene.
En diferentes momentos, en estos últimos años, el problema de la guerra ha sido puesto en agitación. Ni una vez ha sido apropiadamente analizado en profundidad. Las organizaciones de la clase obrera se han visto dominadas por una inercia animándonos “a madurar los acontecimientos”. (¡Ya hemos visto que ocurre!).
La mayoría de las veces, a menudo nos hemos limitado a la repetición de las viejas fórmulas anti-guerra de la Internacional Socialista y a unas pocas impactantes frases de Lenin. El error me parece grande. Solo la repetición, incluso el hábil desarrollo de las mejores fórmulas del periodo prebélico, no es suficiente más que para bosquejar una solución al problema de la guerra. Todos los hechos del caso han cambiado profundamente.
Nada es menos compatible con el pensamiento intelectualmente disciplinado para nosotros de Marx y de Lenin, que la pura y simple repetición de fórmulas que ya han sido superadas. Incluso un breve examen de las nuevas condiciones en las cuales las dificultades aparecen será suficiente. Yo espero hacer reflexionar sobre esto a los militantes y a todos esos que piensan en nuestro futuro.
Antes de 1914, las doctrinas revolucionarias poseían un hermoso radicalismo verbal. La declaración de guerra sería contestada por la Huelga General y la insurrección. Los primeros días de Agosto de 1914, días de gran temor y rechazo, mostraron los límites de esta ilusión.
Durante estos últimos años, la doctrina comunista ha sostenido casi por entero un notable documento recopilado por Lenin el 14 de Diciembre de 1922 y planteado por la delegación rusa en La Haya en el Congreso de la Paz, organizado por la federación de sindicatos de Amsterdam. Este documento, publicado por primera vez en Francia dos años más tarde, ha sido ampliamente reeditado desde entonces.[2] Es un vigoroso documento de realismo proletario. La “estúpida desesperanza y banales resoluciones de los congresos obreros” son tratados en él con el desprecio con que se merece la verborrea pseudo-revolucionaria. Lenin subraya el contaste peligro de la guerra, conminándonos a estudiarlo y analizarlo bajo todos los aspectos. Nos invita a analizar con los ojos de las masas los problemas de la defensa nacional y del derrotismo, recordándonos la necesidad de la existencia de organizaciones clandestinas.
Este documento es, recordemos, no solo un artículo dirigido a su publicación, ni una tesis; es una “chuleta” [3] a modo de apuntes para ser memorizados. Lenin obviamente no expresa su total opinión sobre la guerra –él asume la familiaridad de los camaradas con sus pensamientos– pero las ideas sobre los recientes acontecimientos ocurridos entonces merecen su atención. Hay en él muchas frases correctas, de repetición mecánica, es decir su empeño de que las ideas sirvan para cambiar las circunstancias, pudiera hacer que estas sean extremadamente peligrosas. Esas ideas producen una profunda impresión:
“Es imposible “vengarse” de la guerra con una huelga, del mismo modo que es imposible “vengarse” de la guerra con la revolución en el simple y literal sentido de los términos. “Boicot a la guerra”; esa es una tonta frase hecha. “Los comunistas deberán tomar parte en cada guerra, incluso la más reaccionaria”.
Lenin dice que:
“la cuestión de la defensa de la patria surgirá inevitablemente y la mayoría de la clase obrera inevitablemente decidirá a favor de su burguesía”. “Con toda probabilidad, la prensa comunista en la mayoría de los países también se perjudicará a sí misma.”
La parte esencial del pensamiento positivo es sostenido en estas palabras:
“El único método posible para combatir la guerra es la formación y mantenimiento de organizaciones clandestinas, dirigidas a prolongar las actividades antibélicas y acciones revolucionarias al servicio de la guerra.”
A pesar de que resulta necesario mantenerse alejado de la repetición mecánica de las viejas fórmulas, la última frase entrecomillada contiene toda la verdad práctica acumulada desde hace mucho tiempo.
El desarrollo de los hechos nos conducirá a exponer esta conclusión, con nueva fuerza.
Inmensos cambios han ocurrido en el mundo, desde 1914. El más decisivo incluye el triunfo de la revolución en Rusia. El agravamiento de la lucha de clases en todos los países desarrollados, incluidos los pueblos oprimidos de las colonias y semicolonias, la nueva distribución de la riqueza (la hegemonía financiera de los Estadios Unidos), el nuevo desarrollo de la técnica militar (aviación, química, la industria de guerra).
Colocar bajo esas condiciones el problema de la guerra, en los términos en los que han sido formalmente confirmados, antes de Verdún, del Octubre Rojo, de la República de Cantón, antes de los nuevos planes para la movilización industrial; es de una ingenuidad imperdonable. Todas esas cosas han cambiado, muchas para ventaja nuestra. Con los requisito con los que nosotros entenderíamos el cambio.
El enemigo conoce todo esto.
La verdadera técnica de guerra incrementa la dificultad para mantener la distribución entre combatientes y no-combatientes. En la última guerra había –yo creo– detrás de cada artillero en la trinchera, cinco soldados o trabajadores absorbidos por el trabajo industrial y la organización de la masacre.
El número de trabajadores detrás de los combatientes crecerá indudablemente con la mecanización prevista de la matanza. La guerra se está dirimiendo ahora en la fábrica, más que en el campo de batalla. Una es la prolongación de la otra. Es la fábrica quien determina el valor de los soldados y el talento de los oficiales que están a su servicio.
De este hecho se deduce que los centros industriales son más que fortalezas, los puntos vulnerables de un país, son muchos los lugares dónde una parte buscará para asestar su mortal golpe. Una buena movilización industrial es la condición implícita de la operación militar.
Corolario: La guerra empezará con la movilización de la totalidad de la nación. En verdad la vida del conjunto del proletariado se verá amenazada porque el desarrollo de la aviación y de las armas químicas hace posible para el enemigo lograr su objetivo; la destrucción de los centros industriales.
Desde el comienzo del gran poder dual, el futuro del proletariado ha estado basado en la incertidumbre. Francia, Checoslovaquia, Yugoslavia, Rumania, Bélgica, Inglaterra, Italia, Alemania, Polonia, Japón y los Estados Unidos han desarrollado organizaciones, las cuales han sido diseñadas para proceder velozmente a la movilización de la totalidad de la nación en periodo de guerra. El conjunto de la nación, se dice, pero esto solo afecta en principio al factor laboral; es decir a los proletarios y los técnicos. En el combate moderno, el estado capitalista no es más que una vasta factoría para la producción de la muerte.
En guerras futuras, la movilización de la retaguardia tendrá tanta importancia como el de las mismas tropas. Todo está establecido. Cada fábrica, cada taller, tiene sus tareas; cada hombre su función. Ninguna máquina está omitida en los inventarios. En la preparación de la maquinaria, va implícito el saber que los aparatos coercitivos asestarán el primer golpe.
Los “Planes de la Organización Nacional para tiempos de guerra” empiezan con represión. Amplia y sutil; la movilización industrial requiere que el proletariado sea reducido a la obediencia pasiva. Debe empezar con una decidida agresión contra las organizaciones de la vanguardia obrera, el partido, los sindicatos revolucionarios, cooperativas, etc. En este mundo, la movilización deberá ser y significará la decapitación del proletariado. Así es la lógica de la preparación de la guerra. Los jefes lo saben; la lógica es su lógica.
Otros hechos definidos por la experiencia acumulada confirman estos pronósticos.
En 1914, la guerra fue precedida y continuada por una acción extremadamente poderosa ejercida por los gobiernos sobre la opinión pública. Esto era la movilización de las conciencias. Fue necesario proporcionar ideologías de guerra, suficientemente convincentes, bastante impresionantes, para que millones de hombres pudieran ser conducidos a la masacre. La movilización de las conciencias fue posible por el papel jugado por los intelectuales, quienes aparecieron en las horas decisivas como buenos servidores del orden burgués. Fue también posible por el monopolio de la prensa, la traición del socialismo internacional y especialmente por el juego de los factores psicológicos de la época. Las ideas de Democracia, de los derechos de las nacionalidades, de la Civilización; proporcionaron a los aliados imperialistas una justificación efectiva. Civilización, Ley, la misión del pueblo alemán… rindió el mismo servicio a los Imperios Centrales. Las obligaciones de los latinos, eslavos, anglosajones, estadounidenses y alemanes actuaban como los dos lados de una misma esquina.
Nadie puede liderar a las masas a la carnicería sin estar avalado por grandes ideas.
La imposibilidad de movilizar las conciencias de los trabajadores contra la Revolución Rusa abortó la intervención aliada contra los soviets. Desde que la tercera Internacional fue instaurada en el nombre de los trabajadores con conciencia de clase, incluidos los pueblos coloniales, eso ha supuesto una dificultad en la movilización de las conciencias para la guerra colonial. Este obstáculo previno a Inglaterra de la sojuzgada Turquía moderna y del “orden establecido” en Cantón.
Aquí aparece un nuevo fenómeno de gran importancia. Parece que la burguesía ha agotado sus recursos ideológicos. Ni la “democracia” ni los “derechos de las nacionalidades” ni la “defensa de la civilización” ni la teoría de la “guerra final”, ni incluso la suprema Ilusión; el aserto de que “nos cobrarán caro la derrota” puede ser nuevamente usado.[4] Es posible que Japón y los Estados Unidos, los posibles beligerantes del mañana, podrán improvisar vigorosas ideologías de guerra, pero la burguesía europea no tiene más que dar, no puede hacer nada más.
La única consigna capaz de galvanizar a la burguesía y a una notable parte de la clase media es el antibolchevismo; la contrarrevolución. La defensa de la propiedad, la defensa de los ricos, son eslóganes de guerra civil y no de guerras entre estados. Las necesidades para la represión, el primer acto de cualquier movilización, indudablemente obligará a nuestros gobernantes a explotar el antibolchevismo en profundidad, con objeto de efectuar contra la vanguardia del proletariado una coalición de todas las fuerzas sociales conservadoras. Repetimos nuestro pronóstico; la guerra tendrá que empezar con un período de guerra civil. La burguesía tendrá que posicionarse desde el principio, porque debido a las limitaciones de los intereses y argumentos que defienden, necesita golpear rápido y con dureza, cuando sus posibilidades de éxito son apreciablemente reducidas.
Si hay o no, en efecto, una ideología de guerra que pueda motivar a las masas populares, hay por el otro costado una ideología revolucionaria que puede conducirles desde la resistencia a la revuelta. Ante sus propios ojos el proletariado con conciencia de clase, será el objeto de muchas provocaciones.
El momento de la movilización no está muy alejado del pináculo del poder del estado burgués, ni actuará como un gamo enloquecido cuando los trabajadores se enfrenten a él; es por el contrario solo otra dificultad y fase peligrosa de la lucha de clases. La ventaja ganada al tiempo puede ser decisiva. La ofensiva será abrupta, porque el enemigo no derrochará tiempo ciertamente al objeto de ayudar a esos a quienes pretende sorprender. Si la ofensiva triunfa cono una contrarrevolución preventiva, entonces la burguesía procurará obtener de su victoria las más grandes ventajas y el proletariado dejará de ser un factor político a considerar por un largo período.
Si por el otro lado, la resistencia del proletariado inflige una derrota, aunque sea incluso parcial, en las intenciones de los gobernantes; entonces el futuro del movimiento revolucionario quedará salvaguardado. De este modo serán adquiridas posiciones significativas. Se generará un estado de conciencia a la medida en que la clase confíe superar la situación. La posibilidad de resistencia por el proletariado atacado, transformada por el éxito de una insurrección, no puede ser excluida a priori.
Se aprecian vastas y complejas perspectivas que necesitan ser consideradas. La paz armada es una emboscada. Incluso más que en el pasado, los estados procurarán controlar los acontecimientos. La guerra debe ser repentina, la carga decisiva. La más elemental teoría de la guerra establece lo siguiente; se debe sorprender al enemigo. Lo primero de todo consiste en mantener al enemigo en su guarida.
Llegamos a estas conclusiones: Los acontecimientos asombrarán a las masas por su precipitación. El proletariado será tomado por sorpresa. Como primer acto de movilización será el ataque de las fuerzas policiales, del ejército, de las tropas regulares, de algunas tropas coloniales si se necesitan, de la bandas fascistas, todas ellas actuando contra las organizaciones de la clase obrera.
¿Podrían la huelga o la insurrección, ser una de venganza contra la guerra?. Admitamos que no. La vieja teoría rechazada por Lenin, de la ofensiva del proletariado contra la guerra, no funciona. Pero el proletariado debe ser defendido. Nadie puede vislumbrar hasta dónde llegará su defensa . Podría llegar muy lejos.
La clase obrera se verá obligada a proteger sus organizaciones clandestinas, sus cuadros políticos, sus líderes más valiosos. No podemos derrochar tiempo esperando a que la burguesía se decida a ejecutar al comienzo de la guerra a los potenciales Lenin y Trotsky del futuro.
En el desarrollo de la lucha de clases, a pesar de la relativa estabilidad del capitalismo europeo que retornó desde 1922, la fórmula de Lenin parece haber sido superada:
“Los comunistas deben servir en cada guerra, incluso en la más reaccionaria”.
Retengamos la advertencia, ahora que los contrarrevolucionarios inventan consignas, solo para ilusionarnos en nuestra propia fuerza. ¿Pero ellos dejarán tomar parte a los comunistas? Sería valiente asumirlo.
La inconsciente clase burguesa ha progresado desde la Revolución de Octubre, en maneras que nosotros no podemos ignorar. La verdad es que nadie pretende eliminar los partidos de masas, porque ellos ya han sido diezmados. La derrota del proletariado italiano es a este respecto evidente. La verdad es que, por supuesto, la historia no se ha detenido, pero ha sido retrasada. La Burguesía europea la cual pareció sentenciada por nosotros en 1919 ha conseguido sobrevivir, no obstante, que su sentencia haya sido pospuesta. No hay entonces, ninguna predeterminación revolucionaria.
No hago nada con definir esos problemas. Yo los afirmé en Julio de 1925 en una serie de artículos para International Correspondence,[5] de los cuales no hubo réplica (¡Como si el asunto fuera insignificante!). Me remito a ellos para indicar en sus últimas páginas las cuestiones que merecen especialmente ser reafirmadas. Todos los argumentos en ellos expuestos, son dobles verdades en la asunción de una directa o indirecta guerra contra la Unión Soviética.
Reproduzco aquí mis conclusiones del último año:
“La guerra que viene empezará con una batalla entre clases. Cualquiera que sean sus objetivos iniciales, al final será una guerra civil. En este sentido, será el segundo intento de suicido del mundo capitalista. Por la miseria brutalmente infligida, por el trabajo forzado en su fábricas de la muerte, por el terror blanco, por el horror de sus masacres; serán liberadas más tarde o más temprano las energías revolucionarias de la totalidad del proletariado, los campesinos pobres, las clases medias exprimidas como en un molino… los revolucionarios quienes rápidamente lleguen hasta este punto triunfarán. Es solo cuestión de detenerse en ese punto. El primer día de la guerra, si no antes, los Partidos comunistas legales serán masacrados.”
“Necesitamos combatir la guerra y defender, a pesar de la guerra, las organizaciones obreras. Las cuales deben estar seriamente centralizadas, pero a la vez debe ser flexibles e independientes, informadas, activas, resolutas. Una organización oculta de la vigilancia del estado y de la prensa a su servicio. Una organización clandestina. Necesitamos santuarios en la lucha de clases.
“Hasta cierto punto los líderes que ocupen su posición secreta recibirán su ración de liderazgo tan seguramente como si estuvieran en la Línea del Frente ”
“La propaganda contra la guerra debe ser renovada, debe ser comenzada de nuevo, debe ser concebida con mucha más precisión práctica que en el pasado, exento de los lugares comunes heredados del período de preguerra. El estudio y la divulgación de los preparatorios para la guerra por parte de la burguesía abrirá ricas posibilidades personales y nosotros necesitamos en el análisis final eso para lo cual Lenin llamó en 1922″.
“¿Qué sabemos de los planes para la movilización civil?… ¿Qué sabemos de la técnica de represión planeada contra nosotros?”.
“Si por algún nuevo cataclismo, la sociedad burguesa triunfa ocasionando un suicidio masivo, el proletariado se levantará para empezar de nuevo, sobre esas ruinas ensangrentadas vendrá la continuación… En la próxima guerra será mucho más difícil que ocurra –pero no imposible– lo que recientemente ha ocurrido para limitar la destrucción… Países enteros han sido transformados en fábricas de la muerte, las cuales devoran naciones enteras…”
“Los verdaderos intereses de las naciones, de la cultura, del futuro, solo son defendidos por el proletariado revolucionario. De esta gran verdad podría nacer un gran peligro. Nada es seguro en la historia del presente. Tampoco el suicidio del estado capitalista, ni la redentora victoria de los trabajadores.
Organización, consciencia, voluntad; la inteligencia de las clases desarrollando su lucha, son también factores determinantes en la historia. La burguesía algún día llegará a cavar su propia fosa. Pero para caer en ella, ésta debe ser empujada. Lo cual requerirá la acción del proletariado, pertrechado con el casco para la guerra.
“El drama no se resolverá por sí mismo; nosotros estaríamos simplemente confiando en el destino y nada es más contrario al espíritu comunista. La guerra llevará a las clases poseedoras, culpables de todas las guerras modernas, a recibir su castigo. Pero esto solo será verdad si el proletariado logra su misión conscientemente, si ello se aprecia con claridad, si se prepara por adelantado, si no resulta sorprendido; si se determinan a tiempo todos los problemas de preparación para la guerra”.
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NOTAS:
1 “Les nouveaux aspects du problème de la guerre”, Clarté, 3 (1926), pp.67-70. Escrito en Leningrado, en el 12° Aniversario del 2 de Agosto de 1914. Inédito en castellano. Traducción de Pello Erdoziain
2 Según nuestra información, éste documento resulta desconocido entre los comunistas franceses. Clarté Ediciones]. [En cualquier caso fue publicado en inglés como Notes on the tasks of our delegation at the Hague, V.I. Lenin, Obras Completas: Volumen 33 (Moscú: Ediciones Progreso, 1966), pp.447-51.]
3 “Machete”, ayuda-memoria.
4 Las causas principales de este declive ideológico se encuentran en el nivel general de desarrollo social, el cual está determinado por los factores económicos y la lucha de clases. Este no es el lugar para analizar dichos procesos en profundidad.