Fuente: https://www.wsws.org/es/articles/2023/01/10/pers-j10.html?pk_campaign=newsletter&pk_kwd=wsws Andre Damon
La rápida intensificación del conflicto en Ucrania ha desmentido que la OTAN no es un participante de la guerra contra Rusia.
No pasa ni una sola semana sin que la OTAN se involucre mucho más en el conflicto:
- El 10 de diciembre, un oficial estadounidense le dijo al Times of London que EE.UU. había respaldado oficialmente los ataques ucranianos profundamente dentro de territorio ruso. Dijo, “No les estamos diciendo a Kiev ‘No ataquen a los rusos [en Rusia o Crimea]”.
- El 21 de diciembre, el Gobierno de Biden anunció que enviaría una unidad de misiles Patriot a Ucrania, el sistema de armas más avanzado que se le ha suministrado hasta la fecha.
- El 29 de diciembre, Biden promulgó un nuevo desembolso de $50 mil millones para la guerra, duplicando de un plumazo el nivel de participación de EE.UU. en el conflicto.
- El 4 y 5 de enero, Francia, Alemania y EE.UU. anunciaron que estarían suministrando tanques y vehículos de combate acorazados a Ucrania.
Estas son las mismas acciones que Biden y otros líderes de la OTAN habían dicho que conducirían a una guerra directa entre EE.UU. y Rusia.
En marzo, Biden dijo, “La idea de enviarles equipo ofensivo y de que ingresen aviones y tanques y trenes con pilotos y cuadrillas estadounidenses… eso se llama Tercera Guerra Mundial”.
Para respaldar su afirmación de que “no buscamos una guerra entre la OTAN y Rusia, Biden escribió un artículo de opinión en el New York Times en mayo que afirma, “No estamos animando ni facilitando que Ucrania ataque más allá de sus propias fronteras”. Esta afirmación ha sido abiertamente contradicha por declaraciones de funcionarios estadounidenses en la prensa.
En junio, el mandatario francés Emmanuel Macron declaró, “No estamos entrando en la guerra… Consecuentemente, hemos acordado no proveer ciertas armas, como aeronaves y tanques de ataque, y el presidente Zelenski está al tanto de este acuerdo”.
En publicaciones internas, los estrategas del imperialismo estadounidense admiten que el Ejército ucraniano ha sido efectivamente contratado como una fuerza mercenaria por EE.UU. para destruir el ejército ruso.
“En términos sobrios y geopolíticos, esta guerra le ofrece una gran oportunidad a EE.UU. para erosionar y degradar la capacidad convencional de defensa de Rusia sin tener tropas en el terreno y con un riesgo bajo para las vidas estadounidenses”, escribió Timothy Ash del Center for European Policy Analysis (CEPA).
“El gasto de 5,6 por ciento de su presupuesto militar para destruir casi la mitad de la capacidad militar convencional de Rusia parece ser una inversión absolutamente increíble”, escribió Ash. Concluyó: “El ejército estadounidense podría desear, con razón, que Rusia siga desplegando fuerzas militares para que Ucrania las destruya”.
De manera cada vez más frecuente, la destrucción física del Estado ruso está siendo declarada un objetivo de la política de la OTAN. Luke Coffey del Hudson Institute, el centro de pensamiento fundado por el belicista Herman Kahn, dijo que “la guerra en Ucrania… probablemente signifique la disolución de lo que hoy se conoce como la Federación Rusa (la sucesora legal de la Unión Soviética)”.
Estados Unidos y la OTAN han instigado, prolongado e intensificado la guerra. El Gobierno ruso, en un error colosal y reaccionario, atacó Ucrania esperando que esto condujera a un acuerdo en materia de seguridad con EE.UU. y Europa. En cambio, cayó en la trampa de la OTAN y esto ha traído consecuencias catastróficas.
Por medio de cada escalada, EE.UU. y la OTAN apuestan a ejercer una presión cada vez mayor sin que haya una respuesta importante. El mes pasado, el New York Times explicó este enfoque señalando que “los oficiales y civiles en Kiev creen de manera generalizada que, más allá de una intensificación nuclear, Rusia no puede hacerle más a Ucrania que lo que ya está haciendo”.
Pero este juego al azar de que Rusia no responderá a lo que percibe como una amenaza cada vez más existencial es justamente eso: apostar con las vidas de millones de personas.
¿Quién le dio al Gobierno de Biden la autoridad de involucrar a EE.UU. en una guerra con Rusia, con todas sus catastróficas consecuencias? Está en curso la implementación de una guerra no declarada, aceptada por el Congreso y los dos partidos patronales, sin siquiera la pretensión de un voto de autorización.
Biden debería quitarse sus gafas de sol de mafioso y plantearle al mundo las consecuencias de sus acciones. Una escalada “convencional” de la guerra amenaza con matar a cientos de miles o incluso millones de personas en toda Europa. Y una escalada nuclear amenaza con destruir las mayores ciudades del mundo y provocar el colapso de la civilización humana.
En una declaración de Año Nuevo, el World Socialist Web Site escribió: “Cuando se acerca el segundo año de la guerra, la lógica de la escalada militar es inexorable, ya que se ve impulsada por la necesidad de un avance decisivo basado en metas irrealistas y cálculos desastrosamente equivocados…”.
No está claro si el Gobierno de Biden está intentando provocar una respuesta rusa drástica o si considera que el régimen de Putin evitará una escalada de la guerra con la OTAN. Pero, independientemente de si son provocaciones deliberadas o estimaciones incorrectas sobre la política rusa, la Casa Blanca está tomando riesgos que podrían conducir a un desastre global.
La lógica de la escalada militar ampliará el alcance y la extensión geográfica de la guerra. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que Bielorrusia se vea implicada, y después Polonia? Toda Europa del este, el Egeo y el Báltico, y luego el resto de Europa y del mundo, se verán sumidos en el conflicto. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que un ataque aéreo ruso mate a los soldados estadounidenses que ya están desplegados en Ucrania, provocando demandas del despliegue de “tropas en el terreno”?
Con cada nuevo envío de armas, el prestigio de la OTAN está cada vez más en juego. Las armas que está enviando la OTAN requerirán no solo entrenamiento y dirección, sino una red de logística amplia y expansiva, que implicará un aumento del número de militares estadounidenses ya desplegados en Ucrania.
Por parte de Rusia, la mentira del Gobierno de Putin de que está llevando a cabo una “operación militar especial” está dando paso a la realidad de una movilización bélica total. Además, la escalada de la OTAN no hará sino intensificar aún más las presiones desde el interior del ejército ruso y de los elementos nacionalistas extremos para que se produzca una gran contraofensiva, o incluso un ataque directo contra la OTAN.
A cierto punto, la escalada engendra una escalada mayor, creando una reacción en cadena que no puede contenerse, aunque los implicados quieran detenerla.
La incesante escalada de la guerra está siendo impulsada por una creciente crisis social, política y económica en todos los países. Estados Unidos es un polvorín social, y el esclerótico sistema político estadounidense se está pudriendo de pie.
La élite gobernante y la clase media-alta acomodada de Estados Unidos están envueltas en un frenesí de guerra. Creen en vano que, si logran saquear los recursos de la antigua Unión Soviética, pueden evitar la profunda crisis interna que asola a la sociedad estadounidense.
La realidad es que no existe un amplio apoyo popular para esta guerra. El discurso del presidente ucraniano Volodímir Zelenski ante el Congreso de Estados Unidos el mes pasado, a pesar de todos los clamores y vítores de los congresistas reunidos, no tuvo ningún impacto en la opinión pública en general.
Pero la oposición generalizada de la población, hasta ahora, no encuentra una expresión política organizada. Esto es lo que hay que cambiar. La única fuerza que puede detener la catástrofe que se avecina es la clase obrera internacional, unida en una lucha contra el imperialismo, el militarismo, el sistema de Estados nación, que históricamente ha quedado obsoleto, y el orden social capitalista.
(Publicado originalmente en inglés el 9 de enero de 2023)