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Jesús Cosano: «Intento hacer visible las profundas culturas con las que el Pueblo Negro ha contribuido al mundo»
La investigación acerca de la presencia africana en España es aún minoritaria, aunque no tanto como el desconocimiento general de la población respecto a la misma. Esta última década autores como Antonio Santos Morillo, José Antonio Piqueras o Aurelia
La investigación acerca de la presencia africana en España es aún minoritaria, aunque no tanto como el desconocimiento general de la población respecto a la misma. Esta última década autores como Antonio Santos Morillo, José Antonio Piqueras o Aurelia Martín Casares, han publicado artículos y obras en las que la huella histórica africana en España comienza a perfilarse a través de estudios lingüísticos, arqueológicos o documentales. Entre todo este grupo de investigadores destaca especialmente Jesús Cosano. Actor inquieto de la cultura andaluza desde los años 70, Cosano fue recopilando poco a poco documentación acerca de la presencia negra en el espacio del Caribe Afroandaluz (García León, 2002). Los documentos, encontrados en pilas bautismales, registros eclesiásticos o en casas de contratación, pusieron de manifiesto el gran número de africanos que poblaron la España de los siglos XVI, XVII y XVIII y el rol que jugaron en ella. Ya en 2017, Cosano publica su primera obra “Hechos y cosas de los negros en Sevilla”, formando un revuelo considerable empujado por el gran éxito del magnífico documental “Gurumbé, canciones de tu memoria negra” (Rosales, 2016) para posteriormente publicar otros tres títulos más dentro de las colección “Los invisibles”
Entrevistamos a Jesús Cosano, con motivo de su nueva publicación “El arroz negro que tú no ves”, el séptimo volumen de la colección, en el que descubre cómo fue la variante del arroz africano, Oriza Glabérrima (que las mujeres y hombres de la costa occidental africana cultivaban desde hace milenios de años), el que llegó con los barcos negreros y los niños, mujeres y hombres que transportaban a la península ibérica y a el continente americano.
Antes de comenzar a hilar fino en la presentación del nuevo libro “El arroz negro que tú no ves”, ¿podrías contarnos tus inicios como investigador?
Claro que sí. Todo comenzó cuando era muy joven (tendría unos 15 o 16 años), era aficionado al flamenco y sentía la necesidad de explicarme sus orígenes, de donde venían esas músicas y danzas que aparecieron de la nada en los inicios del siglo XIX en algunas familias y lugares de Andalucía, España.
En aquellos tiempos, los grandes eruditos y estudiosos de esas músicas, teorizaban sobre esos orígenes y unos, decían que si venía de la India o centro Europa y que fue introducido en España con la llegada de los primeros gitanos; otros, argumentaban que era el pueblo sefardí; otros, hablaban del pueblo morisco y el norte de África; otros, que si procedía de Egipto…, pero nadie o casi nadie hablaba de las negras y negros que llegaron a España esclavizados y durante más de trescientos años vivieron, nacieron y murieron en territorio peninsular. ¿Cómo era posible que se hubieran olvidado de esas negras y negros que, sufriendo y malviviendo en este país, bailaban, cantaban y hacían música y que protagonizaron muchas de las obras de Cervantes, Quevedo, Lope de Vega, Simón Aguado, Gil Vicente, Lope de Rueda, Castillo de Solárzano, Luis de Góngora, Calderón de la Barca, Vélez de Guevara, Ximenez de Enciso, Quiñones de Benavente…, y sobre todo, cuando justamente lo que hacían esas negras y negros era nutrir la cultura popular con sus ritmos y danzas; el guineo, la chacona, el cumbé, el zarambeque, la zarabanda, el tango, el zambapalo, la rumba, el fandango, el manguindoy, el zorongo…, músicas y danzas de negros que a lo largo del tiempo ayudaron a formar el tejido de la música popular de España.
Así las cosas, me puse a investigar toda esta historia sobre la presencia de esclavizados negros en las tierras españolas. La enorme cantidad de publicaciones y la documentación existente por los diferentes archivos españoles y del mundo, me permitió trabajar durante más de 40 años y aún hoy continuo haciéndolo.
Fuiste presidente de la Fundación Luis Cernuda, ¿cómo fue esta etapa de tu vida?
Bueno, yo fui director de la Fundación Luis Cernuda durante siete años, entre 1987 y 1995. Fueron años de creatividad y de ilusión colectiva por lo que se estaba haciendo. España salía de la dictadura franquista y las instituciones empezaron a nutrirse de actividad cultural que era inexistente en la época anterior. Desde la Fundación Luis Cernuda se crearon e impulsaron programas nuevos como: Los Encuentros de Música de Cine, el Festival de Jazz de Sevilla, el de Danza de Itálica; La Cátedra ambulante de historia y técnica de Cine, la creación de la sala de exposiciones de la Fundación (un lugar por donde pasaron las obras de los autores contemporáneos más destacados de Europa), los Encuentros del son cubano y el flamenco, una de las primeras iniciativas que ocurrieron en España para el estudio del flamenco y las músicas del caribe…, y miles de actividades culturales que llenaron los pueblos y la ciudad de Sevilla.
Es siempre interesante hablar de su obra de pensamiento poético, además de por su poesía. Cernuda señalaba que el respeto a la tradición y la creación deberían estar en equilibrio ¿qué opinas de esta máxima, más teniendo en cuenta tus estudios históricos?
Coincido plenamente con él. De hecho, ponerle el nombre de Luis Cernuda a la Fundación que creaba y organizaba actividades culturales en Sevilla y los 102 pueblos de su provincia, tuvo mucho que ver con ese pensamiento suyo; “respeto a la tradición e impulso a la creación”. Esa fue la idea central que inspiró la actividad de la Fundación, y a la vez que proponíamos la creación de nuevos programas, creamos una línea editorial para recuperar a los autores silenciados por cualquier motivo. La recuperación de las obras completas del que fuera el gran periodista en los inicios del siglo XX -que por su trabajo de información de la situación en el mundo y de la realidad española, libre y veraz, fuera silenciado y vilipendiado por derechas e izquierdas de este país-, Manuel Chaves Nogales, fue una de las labores más destacadas de la Fundación.
En 1997 creas la Fundación Afro-Hispano-Americana de cultura CEIBA, y la revista Palabras de la Ceiba junto a numerosos estudiosos y artistas, ¿cúal fue el germen de esta iniciativa? ¿En qué momento crees que España comienza a mirar al sur para comprender su propia Historia, si lo ha hecho en algún momento?
En los inicios del año 1996, la continuidad de los Encuentros del son cubano y el flamenco tal como la habíamos pensado y elaborado se truncó. Nuevos políticos responsables de la cultura local optaron por otros modelos. Ese camino que se iniciaba para recuperar la historia del negro en España se varó.
Hablando con el poeta cubano Bladimir Zamora, compañero junto al músico Santiago Auserón de los Encuentros, le propuse crear una Fundación privada de cultura afro-iberoamericana para continuar con nuestra idea y no depender de instituciones públicas ni del humor del político de turno. Mujeres y hombres de la cultura de Cuba y España como Antón Arrufát, Sigfredo Ariel, Kiko Veneno, Zaida del Río, Santiago Auserón…, lo apoyaron y así nació “Ceiba, fundación de cultura afroiberoamericana”. Sus actividades para las tres orillas, africana, europea y americana, y la revista “Palabras de la Ceiba”, le dieron continuidad a la idea de recuperar las culturas y las historias de las negras y negros de España.
Cuéntanos un poco acerca de los encuentros de son cubano y el flamenco, ¿quién tuvo la idea? ¿qué se aprendió de todo aquello?
La idea surgió en Madrid, en 1993. Santiago Auserón había organizado en la Casa de América de Madrid los Encuentros del son y la poesía cubana. Una iniciativa privada para hacer algo fundamental, acercar a los grandes creadores cubanos y la cultura cubana a las culturas peninsulares. Algo que nadie, ni allí ni aquí, habían hecho hasta entonces. Poetas, escritores, musicólogos y grupos de música de Cuba llenaron durante tres días de ideas y trabajo la Casa de América. Uno de esos días, las jornadas finalizaron con la actuación de “Los Muñequitos de Matanzas”. De pronto un compañero de la Cernuda y yo estábamos escuchando el guaguancó que estaban interpretando y nos miramos sorprendidos y emocionados; no podíamos creer lo que estaba pasando; aquello que sonaba en ese momento interpretado por los músicos negros de Matanzas, lo sentíamos muy cercano, muy andaluz; era ¡Cádiz, sus cantes, sus músicas, su aroma…!
Allí surgió la idea y tres semanas más tarde estaba recorriendo la isla de Cuba junto a Bladimir Zamora, buscando a los viejos soneros que participarían en los “I Encuentros del son cubano y el flamenco”. El Guayabero, en Holguín, al maestro Marrero, en Santic Spíritu, Los Naranjos, en Matanzas, Compay Segundo, en La Habana… En julio del 94, todos esos nombres y los músicos cubanos que formaban cada uno de esos grupos, se encontraban en los escenarios de Sevilla y sus pueblos con los músicos flamencos (“Tío Juane”, “Nano de Jerez”, “Gaspar de Utrera” “Gaspar de Perrate”, “Ana La Turronera”, Pedro Bacán, Pepa la de Benito, Miguel Funy, Juana Amaya, Ramón Vargas “El Farrirri”…), interpretando una de las más bellas escenas musicales vividas en los escenarios: cómo artistas de las dos orillas con una historia común pero desconocida por ambos, hacían brotar -sorprendidos y emocionados todos ellos- en los escenarios sevillanos las esencias comunes de ambas culturas.
Además, eres artista plástico. ¿Cuál es tu relación con esta disciplina? ¿Cómo la vinculas a tus estudios históricos?
Bueno esa fue una etapa muy fructífera de mi vida. Yo pintaba desde pequeño pero fue a raíz de una enfermedad que requería mucho descanso, cuando volqué mis conocimientos sobre la historia de la población negra de España y de Europa en un trabajo que se llamó “Negros de Arena y Cal”. Posteriormente seguí trabajando nuevas propuestas a medida que iba haciendo visibles historias de las negras y negros de España. Uno de esos trabajos se llamó “Los flamencos de Guinea”, y habla de las referencias que hay en los villancicos -que cantaban las negras y negros de Sevilla, Cádiz, Málaga, Córdoba…, a finales del XVII y principios del XVIII-, a los nombres de cantes y bailes y su posible vinculación con el preflamenco. Precisamente, se llamaba así la exposición, “Los flamencos de Guinea”, porque uno de esos villancicos hacía la referencia y asociaba por primera vez –mucho antes de lo que hasta esa fecha se conocía- , la palabra “Flamenco” a Música, a Danza, a África, a Negros, a Guinea. Es decir, la primera vez que en España se conoce -hasta el día de hoy- la palabra flamenco asociada a música y danza resulta que es para nombrar a negros africanos: “los flamencos de Guinea”. ¿Da que pensar verdad?.
Saltamos al año 2017, en el que comienzas un nuevo proyecto “Los invisibles”, en los que a través de un profundo trabajo de documentación e investigación de archivo, desvelas una parte de la Historia oculta de España, su Historia negra. ¿Cómo se inició este proyecto? ¿Cómo te procuras de tus fuentes documentales?
Esa historia comenzó a hacerse realidad de casualidad. Un día una amiga leyó un trabajo que había hecho sobre recorridos por la Sevilla de los negros, y me animó a que escribiera. Con mucho miedo me puse y saqué el que sería el borrador del primer relato del primer libro. Cuando lo leyó se emocionó y ella fue la que me animó a continuar.
El trabajo de las fuentes documentales ya llevaba muchos años. En realidad acumulo mucha información y documentación –imágenes incluidas-, desde hace bastantes años. Ese trabajo ya lo tengo adelantado. Lo de concretar que historias contar es lo que hago en cada libro.
El primer volumen de la colección “Hechos y cosas de los negros de Sevilla” supuso una pequeña revolución dentro de la historiografía andaluza ¿cómo sintió su recepción?
Sí, sí, ese libro fue un revulsivo en la sociedad andaluza y española. Conmocionó a muchos que desconocían o sabían poco de esas historias. De hecho el libro se agotó en poco tiempo. Confío que para la primavera del 2023, podamos tener una segunda edición.
Yo creo que es la forma de contar esas historias lo que hace que mis libros sean leídos por diferentes tipos de lectores. Cuando inicié el trabajo, una de mis preocupaciones era esa, cómo hacer llegar a una mayoría esa parte de la historia. Porque en realidad, una sustancial parte de la documentación de la que yo me “alimento”, está publicada en diferentes obras, tesis y trabajos académicos. Pero esos trabajos tienen la dificultad, por lo que sea, de que no trascienden ese ámbito, no salen de esos pequeños círculos académicos.
Por ese motivo mis libros están estructurados en relatos cortos para no cansar al lector, unidos por un pequeño hilo de ficción que permite ir apareciendo a las protagonistas reales de mis historias: las mujeres y hombres negros de España. Todo ello sin perder el rigor. Los libros tienen multitud de notas al margen y una extensa bibliografía que puede ayudar al lector que quiera profundizar en esa historia.
En dicho volumen, la labor documental no deja lugar a dudas acerca del impacto de la población negra en Sevilla a partir del siglo XIV. ¿Qué sabemos de la época anterior? ¿Existen documentos de la época anterior a la conquista cristiana?
Si, hay documentos y sobre todo imágenes y restos arqueológicos. Por ejemplo, en la Punta de Nao, en Cádiz, se descubrieron bustos de cabezas de negros nada menos que del siglo VII antes de Cristo. Están en el Museo de la ciudad de Cádiz donde se pueden contemplar.
Mosaicos romanos donde se representan escenas con esclavos negros son visibles en varios lugares de la península ibérica: Tarragona, Alcalá de Henares, Mérida, Coímbra, Cascais…
Por otro lado, desde el siglo VIII, la presencia de negros entre las tropas y servidumbre de los árabes que penetraron en diferentes oleadas en la península ibérica fue notable. Son datos que nos impulsan a profundizar más detalladamente en sus vidas y actividades, todas ellas realizadas mucho antes de la llegada masiva de esclavos africanos a través del Océano Atlántico.
A propósito de esto, hace unos días, un equipo forense de la Universidad Complutense de Madrid, descubrió que San Isidro Labrador que nació en 1082, era ¡negro!. Y no un negro cualquiera, medía cerca de 1,85 metros, mucho más alto que la media de los españoles de entonces y muy parecido por su aspecto y envergadura a los negros que en el siglo XV se encontraron los portugueses en La Costa del Arroz africana…
La presencia negra en Andalucía llegó a representar un gran porcentaje de la población ¿qué orígenes tenía ésta? ¿cuáles fueron las prácticas comerciales que forzaban a esta migración?
La entrada masiva de negras y negros en España, capturados en África, comienza a efectuarse desde finales del 1300. Es decir, desde que españoles, italianos, franceses y sobre todo portugueses, navegando por el Océano Atlántico comienzan a sobrepasar el cabo de Bojador y volver a la península. Hasta esos años no se conocían las técnicas de navegación para doblar ese cabo que era considerado “el fin del mundo”. Así lo recogía el gran poeta Fernando Pessoa en su poema Mar Português: “Quem quere passar além do Bojador / Tem que passar além da dor”.
A partir de ese momento, Palos, Moguer, Ayamonte, Huelva, El Puerto de Santa María en España y Lagos, Arenilha, Portimao, Faro, Lisboa en Portugal, comienzan a llenarse de negras y negros capturados en las costas mauritanas –azenegas- y posteriormente, Senegal y el resto a medida que avanzaban los portugueses por la costa occidental africana.
Desde esos años, el mercado de africanos se incrementa en todo el sur de la península. Y la ciudad de Sevilla y su puerto en uno de los más activos centros de compra y venta de esclavos. Y no sólo en el sur. Los puertos de las costas mediterráneas, Málaga, Almería, Alicante, Valencia y Barcelona, también. Especialmente activos en este comercio de negros africanos por el Mar Mediterráneo, fueron los florentinos amigos de los Reyes Católicos (tenían licencia real para traficar en España), Bartolomeo Marchioni, Giannotto Berardi y Cesare Barzi. Estaban establecidos cada uno de ellos en ciudades estratégicas de ese comercio: Lisboa, Sevilla y Valencia respectivamente, y entre los tres, nutrían de esclavos sus puertos.
La gran cantidad de evidencias de la presencia negra en la Baja Andalucía es apabullante. ¿En qué momento de la Historia se decide borrar su huella? este fenómeno ¿fue paralelo a la expulsión morisca?
No, no fue paralelo a la expulsión morisca, aunque probablemente algunos de los moriscos expulsados tuvieran la tez negra. Pero mira, en Granada cuando la expulsión de los moriscos, los que se quedaron fueron sus esclavos negros… Aún hoy quedan testimonios de lo lugares donde se quedaron: las cuevas del Sacromonte y el nombre de su calle: el Barranco de los Negros.
Sobre la desaparición de “la huella negra”, que fue paulatinamente desapareciendo, tenemos que tener en cuenta varios aspectos:
-. La vida del esclavo era muy corta en la mayoría de los casos.
-. No era fácil que se casaran entre ellos y tuvieran hijos.
-. En los inicios del gran tráfico de esclavos, llegaban desde África a los puertos de España y Portugal. Posteriormente y con la entrada de otras naciones europeas en el gran tráfico de seres humanos de la Época Moderna, ya no era obligatorio que vinieran a Europa, los negreros los enviaban directamente desde África a América.
-. Otra de las causas de esa disminución de población esclava en España pudiera haber sido la separación de las coronas de España y Portugal; esa renovación constante de mujeres y hombres esclavizados que entran en territorio peninsular desaparece, la enemistad de las dos coronas lo impide.
-. Por otro lado, hay un caso específico para la ciudad de Sevilla. El 22 de abril de 1637, Felipe IV dio orden de capturar y encarcelar a todos los negros de Sevilla y su provincia. Pedro de Amesqueta (el alcalde de casa y corte enviado por el rey para hacer cumplir la orden) y sus soldados se emplearon a fondo. El 24 de agosto cientos de ellos fueron embarcados y conducidos a Cartagena para remar en las galeras; otros muchos, hicieron el camino por tierra…
Finalmente, otro de los motivos que fueron borrando su huella fue el paulatino amulatamiento de la población negra que vivía en España. Los documentos nos van explicando cómo en los primeros años de la trata de esclavos son mayoría de negros los que nacen y mueren en territorio peninsular. Cien años más tarde esos mismos documentos nos enseñan que el número de negras y negros que se registran cómo nacidos o fallecidos en las iglesias de Sevilla, disminuye y aumenta considerablemente el de mulatas y mulatos.
Esos mismos documentos son los que nos explican como en la inmensa mayoría de los casos que se conocen de esclavas que dan a luz en la casa de sus propietarios en España, los padres de las criaturas que nacen nunca aparecen. Cuando los bautizan, en los documentos aparece la madre esclava, los niños que se bautizan, los propietarios de esas esclavas que tienen sus hijos, los padrinos que certifican esos nacimientos pero los padres nunca. Y curiosamente, muchos de esos propietarios de esclavos son miembros de la Iglesia. Alfonso Franco Silva, uno de los estudiosos más sólidos de la historia de la esclavitud en Sevilla, nos ilustraba sobre eso en su libro, La esclavitud en Sevilla y su tierra a fines de la Edad Media. Dice: “ que todos los clérigos en Sevilla entre 1453 y 1525, poseyeron algún esclavo, realizando con ellos todo tipo de operaciones de compraventa, donaciones, herencias, etc.…”
Y continúa, “Como propietarios se encuentran el arzobispo de Sevilla, tres obispos residentes en la ciudad, un deán, arcedianos, canónigos y racioneros, un tesorero, un protonotario apostólico, presbíteros, curas, capellanes, clérigos y un inquisidor. Igualmente religiosos y religiosas y conventos y monasterios de ambos sexos que los adquirían como fruto de donaciones, herencias y por compra”.
El segundo volumen “Las negras de la Inmaculada” se centró en la figura femenina dentro de este ambiente de esclavitud, introduciendo ya no sólo en ensayo en la colección su no relatos de ficción apoyados en hechos documentales. Este formato ha sido predominante en los consiguientes volúmenes, “Las negras de la mar”, “La venta de la negra” y “El negrero de Puente Genil”. ¿Por qué este formato? ¿Volvemos a la premisa de la teoría poética de Cernuda?
Sí, en mis libros no dejo de hablar de las vidas de los esclavos, y en ellos destaco los de la mujer negra y mulata esclava o libre en la historia de España que aparecen en los documentos. Precisamente por las importantes referencias que de ellas resaltan esos documentos y porque como ocurre en otros aspectos de la vida en el mundo, la mujer es doblemente silenciada. Yo destaco en unos casos, las historias de las mujeres africanas que llegaron a sus costas y en otros, los de las que nacieron, vivieron y murieron en España. En esos primeros libros de la colección de Los Invisibles he querido que la mujer negra y mulata que aparece en los documentos adquiera un protagonismo especial. Mujeres fuertes y valientes que como Chikaba, la primera escritora en castellano de la que se tiene noticia, llegó a estas tierras capturada por los españoles cuando tenía 7 años. O la mulata Leonor de Guzmán, la mujer que fue expulsada de la corte de Madrid por su vida libre. O Guantes de Ámbar, la actriz que actuaba en las fiestas que la corte de España realizaba por su territorio.
Todos pasaron por la vida y la historia de España en absoluto anonimato. Más de dos millones de niños, mujeres y hombres -contabilizó el historiador francés y estudioso de la negritud, Alessandro Stella-, vivieron en España en un periodo de trescientos años.
Hablemos de “El arroz negro que tú no ves”. En él, hablas de la presencia de esclavistas españoles hasta el s. XIX en la costa de África Occidental, en lo que se llamaba la Costa del Arroz. ¿Qué les llevó a establecerse en dicha región? ¿Cómo se ejercía la explotación del arroz?
Sí, igual que se “disimuló, ocultó o se olvidó” decir en los manuales de la historia de España que, este país junto a Portugal fue el que inició el gran tráfico de esclavos de la Época Moderna, también se ocultaron a los negreros de España que establecidos desde muy temprano en la costa occidental africana, dedicaban su vida a lucrarse y enriquecerse, capturando y vendiendo a niños, mujeres y hombres. Allí estaba desde los inicios de la Trata el moguereño Juan de la Barrera, el que financió el convento de las Agustinas de Nuestra Señora de la Encarnación de Sevilla. El que dejó dicho en su testamento que “se compraran ocho esclavas negras para el servicio de la comunidad y que si se moría una esclava negra se repusiera por otra»; los hermanos Caballero, los que están enterrados en la catedral de Sevilla como si hubieran sido grandes benefactores de la sociedad y no despiadados negreros. La red familiar que tenía el médico y negrero Simón de Tovar, los hermanos Torres, malagueños, factores negreros al servicio del rey de Portugal, o el negrero de la Inmaculada, Gonzalo Nunes de Sepúlveda famoso en Sevilla por su advocación a esa virgen. Y desde 1817, cuando el tráfico de esclavos era ilegal, fueron de nuevo negreros españoles los que desde las costas africanas llenaban los puertos del Caribe de esclavos. Casi un millón de persona fueron introducidas solamente en Cuba en menos de cien años. Todos ellos y muchos más aparecen en los relatos del nuevo libro de la colección de Los Invisibles que se llama El arroz negro que tú no ves.
El arroz africano, en actual desventaja respecto al arroz asiático, ha sido la base de la alimentación de muchos pueblos, incluido el americano, cuyo arroz proviene de África. ¿Cómo se realizó su cultivo y explotación en América y España? ¿Continúa la variedad africana estando presente en la Península Ibérica?
Efectivamente, en el último libro descubro otra de las grandes aportaciones del pueblo africano a la humanidad. Tampoco los países colonialistas hablaron de ello. Silenciaron que los africanos cultivaban una variedad de arroz desde hacía miles de años y que lo hacían con la misma antigüedad que el arroz de los pueblos del continente asiático. Y fue esa variedad de arroz, Oriza Glabérrima, la que introdujeron en la península ibérica y en América donde la cultivaron en enormes extensiones.
Fueron los esclavos africanos, las esclavas mayormente, las que conocían las técnicas del cultivo del arroz en las costas africanas y las que llevadas como esclavas a las costas de América, lo volvieron a cultivar allí. Y recientes investigaciones, confirman que en Alcacer do Sal, y otros lugares de Portugal, se cultivaba también la variante africana, Oriza Glabérrima, y eran las mujeres y hombres capturados en África las manos que lo hacían.
Los europeos no conocían las técnicas para cultivar el arroz en esos terrenos, fueron las africanas las que lo hicieron. Y fueron ellas las que introdujeron las semillas del arroz para su cultivo en América. El arroz, era uno de los alimentos de los barcos negreros y en esos mismos barcos, eran las mujeres las que lo elaboraban descascarillando los granos para alimentarlos.
Y sobre lo que me preguntabas de si continúa estando presente la variedad africana en la península ibérica; lo desconozco. Lo que sí sé es que el arroz africano sigue siendo esencial para la alimentación mundial. Recientemente, científicos del Centro Africano del Arroz, han conseguido con cruces genéticos una variante híbrida entre los dos tipos de arroz, el africano y el asiático que se llama Nerica, el acrónimo de «Nuevo Arroz para África».
En “el arroz negro que tú no ves” propones un capítulo en el que destacas el refinamiento de los artistas africanos en esta época ¿o es por agravio comparativo respecto a los esclavistas? ¿puedes darnos más información acerca de estos artistas?
No mira, yo lo que intento con mis libros y con ese relato concretamente, es hacer visible las profundas culturas con las que el Pueblo Negro ha contribuido a la historia, los saberes y las geografías del mundo. Hacer visible todo lo que los países colonialistas con España a la cabeza, le ha negado al Pueblo Negro.
Mira, cuando los portugueses en sus penetraciones por el Atlántico llegaron a la desembocadura del Sierra Leona en la Costa del Arroz, se encontraron con una civilización refinada, mujeres y hombres inteligentes de rasgos finos y bastante más altos que los europeos. Curiosos por saber y conocer, alegres y excepcionales músicos, danzantes y artesanos. Y no lo digo yo, fue el mismísimo jesuita Alonso de Sandoval, uno de los curas que esperaba en el puerto de Cartagena de Indias a los barcos negreros –no para liberar a las personas capturadas, sino para bautizarlos y decirles que “agradecieran a Dios que habían llegado a poder de los españoles para servirles”-, decía de ellos:
“Son estos guineos, los negros que más estiman los españoles; por los que más trabajan, los que cuestan más, y los que comúnmente llamamos de ley, de buena naturaleza, de agudo ingenio, hermosos y bien dispuestos; alegres de corazón y muy regocijados, sin perder ocasión en que si pueden no tañan, cantan y bailen…, algunos usan de vihuelas que se asemejan a las nuestras con cuerdas de carnero…”.
Pues bien esos artistas africanos fueron los creadores del primer foco de sincretismo estético fuera de Europa desde la Antigua Roma. Ellos crearon lo que algunos llamaron “Arte afroportugues”. Sus obras talladas en marfil, madera, bronce…, llenan hoy los museos del mundo.
Los portugueses se llevaron como esclavos a Lisboa a algunos de esos artistas para que trabajaran en la corte para ellos. Por cierto, algunos de los descendientes de esos artesanos llegaron a ser dos de los grandes cartógrafos de la corte lisboeta, Pedro y Jorge Reinel los autores del Atlas de Miller, quizás la colección de mapas más bella del mundo.
Y eso de llevarse a los esclavos negros que eran artistas a la corte, no era exclusivo de la monarquía portuguesa; la española también lo hizo. Cuando en el año 1759, procedente de Nápoles, llega a Madrid Carlos III para tomar posesión de su reinado en España, iba acompañado por la “Casa de los Negros”. Un grupo de esclavos reales –tenían el apellido Borbón-, con profundos conocimientos artísticos. Las obras de uno de ellos, Josep Carlos de Borbón, están depositadas en el Museo del Prado. Otro, Antonio Carlos de Borbón, había sido arquitecto de obras reales, entre ellas la Real Fábrica de Porcelana del Retiro.
Y otro, indirectamente, fue el que destapó el profundo racismo de las élites españolas. Resulta que la viuda blanca del negro Genaro Carlos de Borbón, -otro esclavo real que había sido el encargado de las caballerizas reales-, cuando falleció su marido le pidió al rey ayuda para costear los estudios del hijo que ambos tuvieron. Y el rey le responde:
“Que habiendo tenido su hijo la desgracia de haber salido mulato no puede ponerse en ningún colegio ni darle principio de carrera”.
Se puede decir más alto pero no más claro; era el color lo que impedía al hijo mulato, adquirir conocimientos en la España del siglo XVIII.
Pones encima de la mesa la posibilidad de que el arroz africano llegara a Valencia ¿hay pruebas al respecto? El thieboudienne senegalés y la paella en el fondo no son platos tan distintos…
(Ríe) no, no lo son…
Mira lo que si es cierto, porque así nos los muestran los documentos es que la variante del arroz africano, Oriza Glabérrima llegó a la península ibérica. Recientes estudios comienzan a poner en evidencia la posibilidad de que ese arroz incluso llegara a cultivarse en Alcácer do Sal, en Portugal. De la historia del arroz en España se desconoce casi todo. Algunas referencias que hablan de la introducción del arroz por los árabes y poco más. Y de la posible introducción de la variante africana en Valencia también. Lo que sí es cierto es que los barcos negreros, los granos de arroz y las personas que sabían cultivarlo, llegaron a todos los puertos peninsulares en los inicios del gran tráfico de esclavos de la Época Moderna. Y también, que en el siglo VIII con las primeras penetraciones árabes en España, venían multitud de esclavos y soldados negros y muchos de ellos eran originarios de los lugares donde se cultivaba el arroz africano…
De momento es todo lo que se puede decir. Un profundo estudio sobre su historia podría confirmarlo.
Para ir acabando, nos interesa mucho también destacar la línea de investigación respecto al flamenco y su huella negra que incluyes en tus obras. Hay muchas teorías al respecto, tu partes desde la documentación española pero ¿existen estudios comparativos de patrones rítmicos, líricos o melódicos entre el África Occidental actual y la Baja Andalucía?
Bueno yo no soy músico ni estudioso de las músicas, lo que hago en mis libros es documentar la presencia de negras y negros en los inicios del flamenco y de camino en el toreo también. Doy datos, imágenes y nombres. Se que en los años 80 se hizo un gran Congreso Internacional sobre las músicas de América y el flamenco y en él de pasada se habló algo de la música africana y el flamenco, protagonizado entre otros estudiosos, por los españoles Arcadio Larrea Palacín y José Luis Ortiz Nuevo. Lo que si hay en la actualidad, es un movimiento musical y musicológico muy importante que empieza a hacer visibles esos vínculos entre las músicas africanas junto a las del Caribe afroandaluz y el flamenco, protagonizados entre otros, por dos de los grandes músicos de España, Raúl Rodríguez y Santiago Auserón.
Y para finalizar y teniendo en cuenta tu productividad ¿nos puedes contar cuáles son tus siguientes proyectos?
Espero que para la primavera próximo salga una nueva edición del primer libro, Hechos y cosas de las negras y negros de Sevilla, modificada y ampliada.
El libro «El arroz negro que tú no ves» se publicará en una edición limitada de 100 ejemplares a todo color numerados y firmados. Para adquirirlo sólo hay que contactar al autor por Facebook o por email a: terracota@gmsil.com